Hay lectores que, a veces, se sorprenden de que no corramos prestos a escribir la crítica de un álbum y muchas se publiquen meses más tarde en comparación con otras. Mientras que, en muchos casos, esto no es más que la pequeña libertad que te proporciona ser libre de cualquier atadura o compromiso (a todos los niveles y que cada uno lo interprete como quiera), en el caso de “The Shadow Theory” de Kamelot, he preferido escuchar el álbum de manera regular a lo largo de los últimos meses a hacer lo contrario y, tras unas pocas escuchas y de mala calidad, argumentar lo de siempre; no llega a la altura de “The Black Halo” (2005) y prefiero la voz de Roy Khan. ¡Y tampoco sería mentira! Pero, no andando muy desencaminado, también es injusto, puede que “The Shadow Theory” no sea lo mejor que han publicado Kamelot pero sigue estando a un gran nivel.
En el mundo del metal (ese tan libre, democrático, culto y respetuoso, chachi y ajeno a los prejuicios) es común el uso y abuso de tópicos y, dada la peregrinación de músicos entre bandas y constantes cambios de formación; no es de extrañar que con frecuencia se creen mitos, leyendas, mártires y malditos para explicar la curva natural en la vida de las bandas y así justificar los grandes logros, pero también los abisales fracasos. En el caso de Kamelot, es frecuente hablar con seguidores que culpan a Tommy Karevik y ensalzan los tiempos de Roy Khan (además de hablar de cambio de dirección en sus cuestiones religiosas y de fe), ignorando que Kamelot son incapaces de grabar un mal álbum, son grandes músicos, y la nueva dirección de la banda tiene más que ver con la composición (lo que entendemos que es algo elegido por ellos) que con un descenso en la creatividad, su talento o capacidad y, mucho menos, Karevik; un vocalista que posee una gran voz, diferente a la de Khan pero igualmente dotado.
Y esto, aunque es una gran verdad, no deja de serlo a medias; la única queja que tengo con Karevik es su falta de arrojo en los altos, los cuales echo de menos. A lo largo de “The Shadow Theory” los evitará y no forzará su garganta en ningún momento, prefiriendo el falsete como recurso o jugando con su tono, serpenteando entre versos. Lo que no quiere decir que sea incapaz de llegar porque ha dado muestras de ello, es simplemente que los Kamelot de “The Shadow Theory” prefieren otro tipo de composición; más pulida, más trabajada y redondeada, menos directa y con más y más arreglos, tanto sinfónicos como electrónicos, en la que Karevik se siente cómodo adornando con la melodía de su voz, una tendencia que se ha acusado desde “Silverthorn” (2012) y “Haven” (2015) e incluso fraguada instrumentalmente desde “Ghost Opera” (2007).
“Phantom Divine (Shadow Empire)” y al trote con Johan Nunez de Firewind, sustituyendo a Casey Grillo, un medio tiempo repleto de épica gracias a Palotai y la unión de Karevik y Lauren Hart, una bonita aunque poco arriesgada forma de comenzar el álbum tras la innecesaria introducción que es “The Mission” (por favor, deberíamos abrir una campaña en change.org para que ninguna banda utilice más intros y outros en sus grabaciones durante, por lo menos, los próximos treinta años porque como recurso está ya agotado y producen una pereza terrible) como ese broche con la rimbombante "Ministrium (Shadow Key)". Es en “Phantom Divine (Shadow Empire)” y “RavenLight” en donde mejor se aprecia el uso y abuso de Karevik del falsete para llegar a esas notas en las que debería rasgarse la garganta (como parece que tímidamente hace en "The Proud and the Broken") si bien, “RavenLight” es tan pegadiza o igual que la anterior pero en donde gana puntos es en el sonido logrado por Sascha Paeth en esa unión entre Thomas Youngblood y Oliver Palotai ; de verdad que es todo un placer escuchar el teclado y la guitarra con tan buen sonido y tan mágicamente unidos, sin dejar de sonar contundente y moderno al mismo tiempo (y creedme, odio emplear el término “moderno” en la música porque me suena inevitablemente rancio).
“Amnesiac” abusa de la electrónica, pero le sienta maravillosamente bien y junto a “RavenLight” y “Phantom Divine (Shadow Empire)” forman un trío ganador que hace coger ritmo a “The Shadow Theory” hasta romperlo con "Burns to Embrace" (muy mal los coros de los niños, muy mal…) o la aburridísima "In Twilight Hours" con Jennifer Haben de Beyond The Black. ¿Suena bien? Perfecta. Pero es puro azúcar y hemos escuchado este tipo de baladas un millón de veces. Por eso, "Kevlar Skin" parece significativamente mejor de lo que en realidad es y tan sólo interesante por la exhibición de Palotai. Pero lo que en un extremo funciona, en el otro no; el abuso de los arreglos al comienzo de “Static” le confieren una estética demasiado artificial y desmerece esas estrofas en las que Karevik se siente cómodo sobre el bajo de Tibbetts. Algo similar ocurre con "MindFall Remedy" (de nuevo con Lauren Hart) y su introducción, pero la salva su potente estribillo.
Lo que me irrita de “The Shadow Theory” es tener la sensación de que hay dos tipos de canciones, en dos vertientes muy diferentes; “RavenLight”, “Phantom Divine (Shadow Empire)”, “Amnesiac”, "MindFall Remedy", “Kevlar Skin” y "The Proud and the Broken" frente a "Burns to Embrace", "In Twilight Hours" o "Stories Unheard" que, sin ser malas, desmerecen a un álbum en el que ninguna composición puede tildarse de mediocre pero en el que la sensación de que falta una bandera o más estribillos persiste.
Tirando de power y de épica, "Vespertine (My Crimson Bride)" es un agradable reencuentro con Kamelot, lejos del intimismo y las baladas, aun así, no deja de ser un medio tiempo quizá demasiado empachoso en un final de álbum con "The Proud and the Broken" (salvada por Karevik y su interpretación, como antes señalaba). “The Shadow Theory” es un disco muy disfrutable, con un gran sonido y una ejecución perfecta por parte de la banda, que agradará a todos los que hemos disfrutado de su obra anterior y amargará a aquellos que se empeñen en compararla.
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