Hace unos años, entre actuación y actuación, pude hablar con un músico de la escena sueca al que no mencionaré (aunque acepte privados preguntando quién era), al mencionar a At The Gates, torció el gesto. Según él, los de Gotenburgo, en efecto, habían sido renovadores del género, pero restaba importancia a su legado y, lo peor de todo, les hacía responsables directos de la posterior dulcificación del death y toda la purrela metalcoreta que vendría después. En aquel momento pensé que aquel tipo estaba profundamente amargado o hastiado de la escena pero, años después, he llegado a comprender su punto de vista, su preclaridad entre tanta loa a At The Gates. Por supuesto que es merecida la fama de la banda y que “At War With Reality” (2014) me pareció un dignísimo disco de regreso, pero mi principal problema con aquel fue que me parecía un calco absoluto de “Slaughter Of The Soul” (1995), no digo que fuese la continuación lógica de aquel (que también, por supuesto) sino que era una copia, idea por idea. Algo parecido sentí con “Surgical Steel” (2013) de Carcass. Claro que me alegra que bandas con tantísima calidad y que tanto nos han dado, regresen de entre los muertos y firmen discos tan sólidos, pero echo de menos ese riesgo, ese estar vivo, esa llama que prende y les hace buscar más allá de lo ya logrado años o décadas antes.
Con la incorporación de Jonas Stålhammar tras la salida del mítico Anders Björler,(que ahora resulta que, según Tomas Lindberg, parecía ser el freno para At The Gates, escuchar para creer…), me encuentro con el sexto trabajo de la banda, “To Drink From The Night Itself”, en el que los mayores inconvenientes que aprecio son dos; ese poco arrojo para innovar que en su segunda mitad parece tímidamente despuntar pese a que el trabajo de Russ Russell no acompañe (si los suecos quieren buscar el desarrollo, un trabajo más limpio tras los mandos habría sido de cajón), siendo ese sonido y la poca claridad del grupo para lanzarse la que nos hará perder el interés en su segunda cara, y la producción del álbum; en la que no siento el bajo de Jonas con la suficiente presencia, no aprecio la labor de Stålhammar (llegado a la banda con todo el trabajo escrito, quiero saber cuál será su contribución en el próximo álbum y si aporta o sólo complementa, como un músico de estudio más, todo lo contrario que Anders) y el escaso volumen de un Tomas Lindberg que está en forma y con suficiente fuerza como para habérsele escuchado más en estas canciones y cuya única crítica que tengo es la parodia de sí mismo en muchos momentos.
Cada vez me irritan más las introducciones, pero “Der Widerstand” es bonita y cumple su función, además me remite a la gloria de los años noventa, cuando In Flames todavía manejaban con maestría la melancolía con bonitas acústicas entre los pasajes eléctricos más frenéticos. “To Drink From The Night Itself” es un buen single pero demasiado parecido a “Blinded By Fear”, tanto que le resta disfrute. Sí, se pega como un chicle pero uno que tiene ya décadas, aquel de cuando se publicó “Slaughter Of The Soul”. Con lo que, a mi gusto, este álbum comienza de verdad con “A Stare Bound in Stone”, Adrian Erlandson mantiene el tempo con fiereza y las guitarras de Martin y Jonas suenan sólidas, aunque no el bajo de Björler. Sin duda, la que termina de hacer despegar el disco es “Palace of Lepers”, con una de sus guitarras más bonitas, además los cambios de ritmo y su melodía son sencillamente geniales.
Me gusta “Daggers Of Black Haze”, es una de esas canciones que van creciendo dentro de uno, por muy cursi que pueda resultar. La introducción es magnífica y el tempo es el adecuado, la intensidad y emocionalidad es perfecta. “The Chasm” me recuerda a Disfear y, a pesar de su ritmo atropellado, marca el comienzo del descenso, porque “In Nameless Sleep” todavía conserva algo de fuerza y ganas, pero en “The Colours Of The Beast” se palpa ese tímido intento por hacer algo diferente, pero en una banda de sonido tan marcado como At The Gates, con unas señas de identidad tan claras, y el trabajo de Russell, de poco o nada sirven las medianías y Lindberg, Larsson y Björler tampoco se tiran a la piscina. Hay desarrollos y épica, como en “A Labyrinth Of Tombs” o momentos de profunda carga, “Seas Of Starvation”, que terminan difuminados por la poca decisión de unos y la incapacidad o poca visión del productor.
Así ocurre, al llegar “In Death They Shall Burn”, como oyentes, apreciamos la energía y la rabia, la furia desatada, pero “The Mirror Black” nos termina de dar la puntilla y hace que abandonemos el disco con la sensación de que algo falta, de que algo nos hemos perdido en sus últimas canciones o las buenas ideas de la banda se han malgastado. Aún con todo, es mi deber avisar, “To Drink From The Night Itself”, posee una naturaleza extraña y oscura que termina por atrapar, un encanto magnético en el que las buenas ideas brillan sobre aquellas que no parecen haber terminado por despuntar, por unos o por otro.
“To Drink From The Night Itself” es un buen disco, no quiero que la crítica se malinterprete, inferior a “At War With Reality” pero igualmente digno. Sólo sé que entre toda esa tibieza de ideas que escucho hay algunas realmente buenas y que el músculo sigue lo suficientemente engrasado como para que At The Gates nos regalen alguna que otra joya en el futuro. Como ya es costumbre en esta web, progresan adecuadamente; pero seguiremos informando…
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