Corren tiempos absurdos para personajillos absurdos, pero no me refiero a Alex Turner, aquel que a muchos nos hizo recuperar la ilusión por las letras, por los largos y grandilocuentes títulos, lo digo por nosotros, por el resto. Porque corren tiempos en los que hasta el último imbécil sobre la faz de la tierra cree saber de lo que habla o escribe, copiando latiguillos, aquí y allá, plagando su discurso de lugares comunes. Y es que resulta que si una banda publica un álbum que no te gusta, debes pedir perdón y callarte porque, sin duda, eres un ignorante y lo que te ocurre es que estás tan poco avanzado en tu protoevolución que entre tú, primer y más antiguo organismo primitivo sobre la tierra, y Alex Turner hay galaxias de maduración. Arctic Monkeys han publicado su peor álbum hasta la fecha, primera decepción de una banda que sonaba fresca hasta en sus momentos más rancios, tras cinco años de un álbum como “AM” (2013) que, digan lo que digan algunos; posee en sus surcos canciones más grandes que la misma vida. Nueve desde el magnífico “Humbug” (2009), por no hablar de “Whatever People Say I Am, That's What I'm Not” (2006), “Favourite Worst Nightmare” (2007) o “Suck It and See” (2011), pero no pasa nada, “Tranquility Base Hotel + Casino” es un horror y hay que aceptarlo. Lo peor, lo más irritante, son esas voces que aseguran que aquellos que no tragamos canciones como “Star Treatment” o “American Sports” es porque no conocemos a Scott Walker (por favor, dejen ya de mentarlo, que la mitad de los que lo hacen, no han escuchado ni un solo disco suyo o de The Walker Brothers), porque somos unos fundamentalistas reaccionarios que no permitimos crecer a las bandas o, mi argumento favorito como eufemismo de lo mediocre; es un álbum que hay que darle escuchas. Pena que ahora se crea que toda evolución supone una mejora y se sienta como necesaria.
Tras escuchar “Tranquility Base Hotel + Casino” tengo la clara certeza de que no es un disco que vaya a mejorar con el tiempo o se convierta en la joya escondida en el catálogo de los de Sheffield pero tan sólo una duda; ¿cuál es el personaje al que está copiando Alex Turner en esta ocasión, de quién se ha disfrazado? Por todos nosotros es conocido que Turner parece mutar con cada álbum, su forma de vestir, su peinado, su actitud o hasta sus entrevistas parecen pertenecer a personajes diferentes y no puedo menos que recordar a Noel Gallagher cuando asegura que no las soporta por la actitud de pretendida genialidad y esnobismo del que suele hacer gala Turner. No le falta razón, escucharle responder a las preguntas que los periodistas le hacen con motivo de “Tranquility Base Hotel + Casino” es un auténtico horror. Turner cita, con actitud despreocupada, ocultándose en su pelo largo y ahora bohemia barba, a Nina Simone, Ennio Morricone, Marvin Gaye, Joe Cocker, The Rolling Stones, Nino Rota y The Electric Prunes como sus nuevas influencias, queriéndonos dar algunas pistas o referencias para armar nuestras críticas, ignorando que hay que tener un huevos muy grandes para mencionar a Nina Simone y publicar un álbum como el que nos ocupa.
Parece ser, según Turner, claro, que la génesis de este álbum es una clara crisis creativa, que hasta ahora nos había sido ocultada, tras la publicación de “AM” y su huida a través de otros proyectos (ahora uno se explica lo ocurrido en el descalabro que supuso “Everything You've Come to Expect”, 2016, de The Last Shadow Puppets, la tibia continuación a esa maravilla que fue “The Age of the Understatement”, 2008). A Turner no le llegaban las ideas, estaba bloqueado, las musas le daban la espalda y ni siquiera tocar la guitarra le satisfacía. La divina providencia del regalo de un piano de manos de su manager (insisto, en palabras de Alex Turner) y su imponente presencia en casa del líder de Arctic Monkeys, obraron el milagro. El problema es que Turner no sabía, ni sabe tocarlo, nada más que juguetear con sus teclas y algunos acordes, y así comenzó a escribir “Tranquility Base Hotel + Casino”. Quien pensase que de allí saldría algo sólo puede tildarse de iluso.
Lo que en otra dimensión habría sido la cuadratura del círculo gracias a unas canciones redondas, en el nuevo álbum de Arctic Monkeys se convierte en un horrendo experimento de música de ascensor, de banda asalariada de casino del extrarradio, de música amorfa e inofensiva de consulta de dentista, con la voz de Turner evidenciando sus carencias como vocalista y como músico frente a un instrumento que no domina y seguramente nunca lo hará. Turner no es un buen cantante (santíguate, no pasa nada, es así) pero aquellos vocalistas que han tocado a menudo nuestra fibra nunca lo han sido, nunca han sido especialmente dotados con su garganta o sus manos y sus instrumentos, pero (he aquí el quid de la cuestión); sabían transmitir y, cuando lo hacían, las musas tampoco les habían abandonado, nos hacían alcanzar la gloria con sus imperfectas interpretaciones. En “Tranquility Base Hotel + Casino” nos encontramos a un Alex Turner desprovisto de cualquier adorno, disfrazado de un personaje diferente y extraño en el que le cuesta calzarse sus propios zapatos.
Podríamos decir que lo mejor del álbum aparece súbitamente en ese verso de “Star Treatment”; “I just wanted to be one of the Strokes Now look at the mess you made me make Hitchhiking with a monogrammed suitcase” y desaparace para ya nunca más volver. Una canción lenta, parsimoniosa y sin la gracia de esas musas. Turner parece perdido, los Arctic Monkeys castrados e inofensivos, congelados, siguiendo con supeditada sumisión a Alex Turner en este descalabro. “One Point Perspective” carece de encanto, de pegada y de seducción, “American Sports” es una bajada a los infiernos de la que la propia “Tranquility Base Hotel + Casino” nos sacará, increíblemente es la mejor (junto a "Four Out of Five") de un álbum que han promocionado sin singles, lo que en principio parecía otra genialidad de Turner es tan sólo la constatación de una realidad; no los tiene.
“Golden Trunks” o la horrenda “The World's First Ever Monster Truck Front Flip - Arctic Monkeys” dificultan la escucha (que nadie te engañe, aunque te obligasen a ello durante el resto de tu vida, nunca te gustarán). Patéticas confesiones en “Science Fiction”; “I tried to write a song to make you blush, but I’ve a feeling that the whole thing may well just end up being too clever for its own good, the way some science fiction does” que no terminan de funcionar, ni nos traen de vuelta al Alex Turner más crítico o mordaz. Aunque el fondo no lo tocaremos hasta la desacompasada, “She Looks Like Fun” o la imitación de la tensión eléctrica de Nick Cave & The Bad Seed en “Batphone” y la tomadura de pelo definitiva, “The Ultracheese” o el plagio de “Que Sera, Sera (Whatever Will Be, Will Be)” de Jay Livingston y Ray Evans en la melodía de las estrofas.
Podría extenderme y hacer leña del árbol caído, asistir impertérrito a las airadas críticas de aquellos que se enfadarán tras leerme pero lo resumiré en una sola frase; huye de “Tranquility Base Hotel + Casino” como si fuera la peste. Tu tiempo es precioso.
© 2018 Conde Draco