Cada vez que una banda de metal se olvida de la figura arquetípica de satanás, reduce el maquillaje, abandona la sangre de mentirijilla como recurso escénico, las muñequeras exageradas y las cruces de Poliespan, la crítica y los seguidores unen sus voces y recurren al eufemismo de la maduración. Suele ocurrir que el mundo del metal, que es tremendamente hipócrita, se echa encima suya; si una banda o artista decide cambiar, son insultados; si, por el contrario, se mantienen fieles a sus raíces, significa que no quieren evolucionar y son tildados de inmovilistas o mirados con desdén por las nuevas generaciones; si hablan de monstruos, sangre y muerte es que son brutales, si se inclinan por hablar de temas sociales (como le ocurrió al bueno de Chuck Schuldiner, cuando alegaba que lo verdaderamente terrorífico era lo que ocurría en nuestro día a día y no el habitual festín de vísceras del death más clásico) significa que han crecido. ¿Acaso el aficionado al metal no defendemos nuestros gustos contra capa y espada cuando se nos sugiere que escuchamos esta música porque no somos los suficientemente maduros? ¿Cómo es posible que habitualmente entremos en el juego y seamos tan predecibles, tan fáciles?
Primordial, Alan Averill "Nemtheanga", son una de esas bandas sólidas que representan toda una garantía, con una discografía verdaderamente inmaculada que comenzó allá por 1995 con “Imrama”, “A Journey’s End” (1998), el glorioso “Spirit The Earth Aflame” (2000), “Storm before Calm” (2002) y las indiscutibles obras maestras que son “The Gathering Wilderness” (2005) y “To The Nameless Dead” (2007), con notables continuaciones como “Redemption At The Puritan’s Hand” (2011) y “Where Greater Men Have Fallen” (2014), fue en esta última gira en la que me percaté del fervor que se siente por Nemtheanga fuera de nuestro país, mientras que en una gira tan mágica y absolutamente épica como fue la de “Where Greater Men Have Fallen” la banda fue incapaz de llenar un tercio de la sala en la que actuaron. Que luego nadie se queje si Primordial, y cientos de bandas como ellos, son incapaces de vivir de la música y somos los amantes de la música los que somos privados de su arte. Escribir una crítica sobre el último álbum de una banda irlandesa de metal puede resultar muy cool para cualquier blog o para presumir en Instagram con su último vinilo en ristre, pero cuando hay que rascarse el bolsillo y vivir la experiencia de su directo, es muy distinto.
“Nail Their Tongues” es un comienzo espectacular, reminiscencia celta en la introducción de las notas de su guitarra, un riff repleto de fuerza y la voz melódica pero dramática de Averill y una emoción contenida en sus últimos dos minutos cuando la batería parece acelerarse y el trémolo de Steve Hughes enlaza con “To Hell Or the Hangman”, una de las mayores sorpresas por varios motivos; el primero, es el fuerte sentimiento post-punk y el segundo es la inexplicable referencia a The Edge de U2, por muy extraño que parezca, el último minuto le debe mucho al guitarrista de la banda irlandesa por antonomasia. Según escribo estas líneas me extraña a mí mismo, pero así suena y así lo siento, el eco latente de la guitarra de Hughes resuena con fuerza en una la historia de Walter Lynch, que fue colgado por su propio padre en 1943, tras matar a un noble español por el que sintió celos tras confirmar el romance con su amada, Agnes. Aún más descarnada y melodramática es “Where Lie the Gods” en la que el mayor recurso es la carga de profundidad que es la voz de Nemtheanga, exactamente igual que ocurre en “Exile Amongst the Ruins”, aunque aquí se jueguen con dobles voces y un mayor trabajo en su desarrollo, haciéndonos entender que en el nuevo álbum de Primordial lo que importan son las historias que en él se narran, el fondo y no la forma.
“Upon Our Spiritual Deathbed” es una marcha en la que Nemtheanga recurre de nuevo a la caída de los imperios, la decadencia de lo establecido mientras que en el single “Stolen Years” (magnífico video) nos hablan de los años perdidos en causas ajenas, emocionante es la introducción; la percusión y su guitarra, que haya su segunda parte en el pulso de contra el mar y aquellos que han perdido su vida en sus tripas. Cierra “Last Call”, más cerca de Cave que de Quorthon, un larguísimo desarrollo de diez minutos tempestuosos que concluyen con la malsana calma con la que también todo parecía conjurarse en la canción y “Exile Amongst the Ruins”, en general.
Cuando pienso en Primordial, pocas bandas me vienen a la cabeza que mezclen con tanta dignidad la herencia de su país con lo contemporáneo de su planteamiento y lo lleven con dignidad a un subgénero como es del metal pero los de Averill saben lo que se hacen y la prueba de ello es una carrera sin mácula. Es cierto que es un álbum que requiere de tiempo pero que derrocha pasión y sangre a cada compás, lo de que es la perfecta banda sonora para los tiempos oscuros que nos ha tocado vivir, se lo dejo a aquellos para los que este disco y esta banda nunca significará absolutamente nada sino una crítica más en su portal. Aún más emocionante y dramático, oscuro e intenso que “Where Greater Men Have Fallen” y eso es decir mucho.
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