¿Recuerdas aquella sensación cuando escuchaste por primera vez todo un clásico? No me refiero a aquel del que todo el mundo te hablaba y a ti te costaba entender el porqué sino a ese otro, muy diferente, que una vez comenzó a sonar; creíste estar en otra dimensión en la que no importaba el tiempo, las clases, el trabajo o cualquiera que fuese la pesada carga que te llenaba de preocupaciones sino llegar a casa, ponerte los cascos, salir a correr o, simplemente, mirar al techo de tu habitación mientras el disco daba vueltas. ¿Te acuerdas? Pues eso es lo que te va a ocurrir con “Where Owls Know My Name” de Rivers Of Nihil, da igual si tienes dieciséis años y crees que lo sabes todo o si tienes cincuenta o sesenta y ya eres lo suficientemente mayor como para darte cuenta que no tienes la más remota idea de nada, porque -lo pilles a la primera escucha o a la segunda- cuando llegues a este álbum vas a sentir que va a cambiar las reglas del juego.
Y no quiero olvidarme de aquel magnífico debut que fue “The Conscious Seed of Light” (2013) o su magnífica continuación “Monarchy” (2015), continúan con Carson Slovak, en los que ya apuntaban alto pero es con este “Where Owls Know My Name” con el que han tocado el cielo, por lo menos de momento (y no, tampoco me olvido de sus dos EPs, “Hierarchy” y “Temporality Unbound”). Es verdad que no es la primera banda que toca alguno de los palos de este álbum; que hay artistas más técnicos o brutales, más progresivos, que la mezcla con jazz ya ha producido algunas de las mejores canciones de metal para aquellos menos fundamentalistas, para paladares de lo más gourmet (y que nadie me mencione a los edulcorados y pastelosos de los Shining noruegos sin santiguarse tres veces por Niklas Kvarforth, por favor, porque son la auténtica muerte por empacho; aunque utilicen un saxofón, sus canciones son huecas, infantiles, puro postureo para aficionados de esos que llenan las redes sociales con sus también vacías opiniones pero luego les ves bostezar en los conciertos mientras teclean con incesante necesidad que están ahí, porque eso es lo que importa para muchos), pero lo logrado por Rivers Of Nihil en este álbum es sobresaliente y el porqué es sencillo de explicar: a nivel instrumental están soberbios, a nivel compositivo las musas han ido a su encuentro y ellos han trabajado las estructuras, los desarrollos, cada solo y cada parte al milímetro, el resultado es que las canciones de “Where Owls Know My Name” no se siente forzadas en sus progresiones; las diferentes partes están magníficamente articuladas y se sienten naturales, no hay nada que estropee cuando Jake y Adam juegan con sus voces, cuando pasan del death más intrincado al hard o al progresivo porque en ellos no hay una pretensión de ser etiquetados de una forma u otra sino que sus canciones, tal y como su nombre, son como un río que discurre por diferentes senderos y nosotros no tenemos otra alternativa que dejarnos llevar y disfrutar del paisaje (por cierto, ilustrado por el también mítico Dan Seagrave, todo parece encajar)
Es cierto que “Cancer / Moonspeak” es desconcertante, que ese comienzo tan etéreo podría hacer que nos temiésemos lo peor si nos enfrentásemos al álbum de otro artista pero es una introducción fantástica para el estallido que es “The Silent Life”, doble bombo de Jared Klein y a volar con un riff grueso, Jonathan y Brody hacen un grandísimo trabajo a lo largo del álbum. Y tras la descarga inicial, una guitarra rompe el cielo por los Floyd y entra la tan temida, por muchos, influencia jazzy; sorprendiéndonos y sesgando por la mitad la canción. La elegante cadencia del pasaje y su mezcla con una guitarra auténticamente mágica nos llevarán a la virulencia de una composición que parece convulsionar hasta su último segundo.
“A Home” podría engañarnos en los primeros compases de su riff hasta que la base rítmica formada por Jared y Adam nos envuelve en un torbellino y, de nuevo, una parte central de ensueño (esta vez plenamente acústica y con voces melódicas, solo que esta vez la guitarra será el hilo conductor hasta los últimos compases, a través de un solo cósmico). “Old Nothing” nos remata con Jared ametrallándonos, quizá la más rítmica (la más marcada) pero también la más desgarrada y ese sentimiento de fusión en su puente gracias a las guitarras, ese mestizaje entre el jazz fusión y el prog.
La cima, inteligentemente situada en el ecuador del álbum (magnífica la distribución de las canciones, la lógica de cómo jugar con la tensión y los estados de ánimo, nada es casual en el orden y nada debería serlo para cualquier banda que grabe un disco con un mínimo de corazón y cabeza) es “Subtle Change (Including the Forest of Transition and Dissatisfaction Dance)” en la que se sumergen de lleno en las aguas del progresivo más ambicioso sin ningún tipo de problema y nos hacen llegar al clímax con la alternancia de voces y la instrumentación; del death al hard, a los setenta, al pasaje acústico más delicado y, por supuesto, al jazz.
La instrumental, “Terrestria III: Wither” está años luz de cualquier producción que hayamos escuchado en los últimos años, nadie mejor que ellos para integrar el saxo pero también… ¡una viola! Lo mejor de todo es que no podemos referirnos a este álbum como uno sinfónico u orquestal, a pesar de sus instrumentos; es inequívocamente death metal. “Hollow” oscila entre death y el deathcore y, de nuevo, es Jared quien no nos da descanso, como Adam Biggs demostrará su talento en “Death Is Real”, en ella, Rivers Of Nihil nos comen vivos. Mientras que “Where Owls Know My Name”, la segunda más extensa del álbum y la que le da nombre, es un compendio magnífico de todo lo que lo hace grande, enorme; épicos cambios de ritmo, interludios jaleados por acústicas, estallidos de rabia contenida, desarrollos instrumentales de inusual belleza y un final emocionante como pocos que confirmará el número final; “Capricorn / Agoratopia” que sirve como enlace a “Cancer / Moonspeak”.
No faltará aquellos tan auténticos que aseguren que no es para tanto, esos otros que no lo entiendan; que tarden en llegar a sus canciones y esos que nunca vean con buenos ojos que en el metal se juegue con otros instrumentos y se rompan algunos muros, pero está bien así (como tampoco esos que absurdamente posarán en Instagram con el vinilo de Metal Blade Records, como si luciesen trofeo tras un día de pesca). “Where Owls Know My Name” es ya un auténtico clásico desde el primer instante en que lo hemos escuchado y hemos caído rendidos a sus pies; el death metal sigue más vivo que nunca y se adivina un futuro igual de próspero, por músicos como Rivers Of Nihil.
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