Recuerdo cuando se publicó “Dopes To Infinity” (1995) y Monster Magnet eran una banda que mezclaba el rock, el stoner y la psicodelia, después llegó “Powertrip” (1998) y las grandes giras teloneando a bandas enormes, las portadas en las revistas, los excesos, un disco apresurado como “God Says No” (2000) y un regreso como “Monolithic Baby!” (2004) que no cuajó y devino en el mediocre “4-Way Diablo” (2007). Es cierto, es cierto, cualquier disco de Monster Magnet, por poco acertado que sea, siempre será mejor que el álbum de cualquier otra banda, pero también hay que reconocer que Dave Wyndorf, el mítico Space Lord, ha atravesado dos décadas de auténtico descenso a los infiernos, aquellos que pudimos “disfrutarle” a lo largo de esos años hemos podido comprobar como no sólo su voz o su creatividad se han resentido sino su espectacular cambio físico. ¿Acaso es importante? Sí cuando su salud se ha visto afectada en giras y seguramente su estado anímico (recuerdo, por ejemplo, sus actuaciones en la gira de “Mastermind”, Wyndorf parecía poco seguro de sí mismo, nada que ver a aquellas otras noches de “Powertrip”). Pero quizá todo esto sea aventurarse demasiado, “Last Patrol” (2013) conseguía lo imposible, un álbum que miraba de frente a aquellos de los noventa, nos los trajo en directo en un excelente estado de forma y eso se demostró en la agotadora gira de aquel y en ese “Milking The Stars: A Re-Imagining Of Last Patrol” (2014), la estrategia de continuar exprimiendo el gran momento, nada que objetar…
Y no puedo quitarle la razón a esos seguidores e incluso a Nergal de Behemoth cuando afirman entusiasmados que los adelantos de “Mindfucker” no son lo mejor del álbum, ni siquiera especialmente representativos, y que en él hay canciones con suficiente calidad pero, tras muchas escuchas, también es verdad que el nuevo disco de Monster Magnet se desinfla. La receta sigue siendo la misma; hard rock atemporal mezclado con stoner y quizá menos psicodelia espacial que en anteriores entregas, hay más tubo de escape y pisada de acelerador que desarrollo cósmico, más polvo y olor a neumático quemado que nebulosas y agujeros negros; como Wyndorf parece completamente recuperado pero, aun así, Monster Magnet siguen estando a medio gas o esa es la sensación que a uno le queda tras escuchar “Mindfucker”.
“Rocket Freak” suena a rock clásico y cumple como apertura, pero es tan poco resultona como “Soul” en la que parece que nos van a agarrar por el cuello y zambullirnos en uno de esos vórtices espaciales del pasado pero, a pesar del abrasador sonido de guitarra, no nos lleva a ninguna parte y eso, viniendo de Wyndorf, es decepcionante. “Mindfucker” es un medio tiempo, también sin desenlace, mientras que “I’m God” posee quizá la mejor interpretación vocal de Dave y el Wah le sienta maravillosamente bien, como “Drowning” posee una descarga emocional que sí se echa de menos a lo largo de “Mindfucker” y, aunque estos dos números ralentizan el álbum. “Ejection” tiene ritmo y suena fresca pero es tan sencilla que termina por aburrir, algo parecido a lo que ocurre en “Want Some” en la que la canción depende por completo del riff y hasta la garajera “Brainwashed” nos hace perder comba en la recta final.
Sorprendente que “All Day” y “When The Hammer Comes Down” sean quizá lo mejor de todo el álbum, la primera gracias a Wyndorf y su interpretación; la final por su tensión y sentimiento, además de las guitarras de Caivano y Sweeny.
Un álbum que, en sí mismo, es una buena noticia por la continuidad de Monster Magnet y la recuperación de Wyndorf pero al que le habría venido bien un mayor trabajo en los riffs (afirmar que son genéricos, más de lo mismo, es una obviedad pero también una certeza) y quizá algo más de tiempo en el estudio y de composición en un disco que tiene sus momentos, claro que sí, pero que parece tan poco mimado como su portada, a la altura de las horrendas y prefabricadas de “God Says No” (2000) y “Mastermind” (2010).
© 2018 Conde Draco