No sé a vosotros, pero yo siento placer al pinchar un nuevo álbum de Saxon o, como me ocurría hace unos años; al escuchar las últimas canciones de Motörhead y que ahora, con la terrible marcha de Lemmy, ya no disfrutaremos nunca más. Son precisamente algunas bandas veteranas -las elegidas por los dioses- aquellas por las que siento un pequeño escalofrío cada vez que escucho su último álbum y con las que me siento como en casa. A esos artistas no les pido que innoven, que suenen diferente, tan sólo pido mi dosis y Saxon; Byford y Quinn, me lo siguen dando, año tras año, con cada álbum o actuación. Hace un tiempo, un amigo me decía que no solía escuchar los discos de Saxon en casa pero le encantaba encontrarse con ellos en directo y era cuando entendía de su oficia y saber hacer y lo entiendo porque es un sentimiento parecido, el de reencuentro con unos amigo. "Thunderbolt", producido por el mítico Andy Sneap (que, por cierto, reemplazará a Glenn Tipton en la nueva gira de Judas Priest, tras el fatídico anuncio del diagnóstico de parkinson) suena actual pero todo lo clásico que una banda como Saxon necesita. Quizá, si se me apura, menos potente que "Battering Ram" (2015) y menos accesible en sus mejores golpes pero el aroma es puro New Wave of British Heavy Metal mezclado con hard rock, una mezcla atemporal por la cual "Thunderbolt" podría haber sido publicado hace diez o quince años y sonar igual de bien y relevante.
A nivel compositivo, nos encontramos ante un gran esfuerzo de Saxon, superando a sus últimas entregas pero no a "The Inner Sanctum" (2007), "Lionheart" (20049 o "Heavy Metal Thunder" (2002), un ejercicio notable de estilo y honestidad que cualquier seguidor de la banda y del género disfrutará sin necesidad de comparar ninguno de sus álbumes. Tras la introducción que es "Olympus Rising", "Thunderbolt" abre fuego de manera directa, sonando a continuación de "Battering Ram" pero más directo; Quinn y Scarratt magníficos y Glockler y Carter, una sólida base rítmica sobre la que a Byford se le siente igual de cómodo que siempre en esa clase de himnos para lanzarse a la batalla. Pero es en "The Secret of Flight" en la que encontraremos el clásico sonido de Saxon y un estribillo tan pegadizo como siempre, un medio tiempo que funciona de maravilla.
Me gusta el intento de cambio de tercio, el dramatismo de "Nosferatu (The Vampires Waltz)" y el tinte oscuro de la composición; Byford adapta su voz y los arreglos inundan la mezcla, mientras que "They Played Rock and Roll" es un homenaje a Motörhead y a su amigo personal, nuestro Lemmy. De nuevo, todo un ejercicio que Saxon aprueban, en el que adaptan su sonido a algunas de las señas de identidad de Lemmy, Phil y Mikkey, desde ese comienzo explosivo hasta el fraseo de las estrofas. No es memorable pero no creo que el interés de Byford sea otro que rendir tributo a un compañero de filas y amigo, nada más que eso.
"Predator" cuenta con la ayuda de Johan Hegg de Amon Amarth y es interesante escuchar la voz de Byford doblada con la del vikingo pero, a mi gusto, habría funcionado mucho mejor si cada uno cantase su parte respectivamente o Hegg hubiese participado en "Sons Of Odin" en la que el bajo de Nibbs Carter es lo mejor y el tempo nos recordará a la inolvidable "Holy Diver" de Dio (además, es la canción en la que el bajo de Carter tendrá más presencia porque en el resto de canciones las guitarras se lo comen, quizá es algo buscado por la banda o el propio Sneap) y en la que el vocalista de Amon Amarth habría doblado la épica. De "Sniper" disfruto especialmente el solo y el riff principal, además por cómo Saxon ponen la directa y se dejan de rodeos. Lo que precisamente echo en falta en "A Wizard's Tale", canción que se me hace especialmente larga, tanto musical como conceptualmente con una letra un tanto forzada. Pena que "Speed Merchants" sea tan monótona o la divertida "Roadie's Song" no tenga un tratamiento más desenfadado, más cercano a Motörhead, por ejemplo, y suene tan emocional en algunos momentos.
De "Thunderbolt" me quedo con el sentimiento del trabajo bien hecho, del reencuentro con unos amigos que nunca fallan, de la maquinaria bien engrasada, del pacto con el diablo de unos veteranos que morirán con las botas puestas con todos nosotros a pie de sus conciertos. Dentro de muchos años echaremos de menos a una banda como Saxon, ahora toca celebrar cada disco, cada concierto suyo. ¡Gloria a Saxon y nada más!
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