El mayor agradecimiento a Watain es el de librarnos de esa nueva hornada de black metal blando y llorón; ese que se mezcla con el shoegaze o el post-rock y sus eternos flangers y delays y su enfermiza e impostada sensibilidad, ese que coquetea con la electrónica en sus arreglos, que se enreda con el hard rock o, mucho peor, se tiñe de progresivo en larguísimos desarrollos y absurdos discos conceptuales, sin necesidad alguna. Pero, claro, es que Watain es el proyecto de Erik Danielsson, aquel que tocó el bajo en Dissection, junto con el ya mítico Jon Nödtveidt y eso son palabras mayores, sin duda. Un músico tan interesante como inclasificable, tan apasionado por su música para, como el mismo reconoce, haber escupido a su propia madre en la cara por el black metal. No es que “The Wild Hunt” (2013) fuese un mal álbum, todo lo contrario (de ello da fe nuestra humilde crítica y la crónica de la gira en la que pudimos disfrutarles presentando tal trabajo) pero en su amplitud de miras, en su intento por resultar enorme, pecó al no dar en el blanco y disiparse en un mar de influencias que siempre tendrán cabida en el subgénero pero que desorientaba a sus seguidores. Si su triada “Casus Luciferi” (2003), “Worn To The Dark” (2007) y “Lawless Darkness” (2010) es posiblemente la cima de su carrera, “The Wild Hunt” era tan ambicioso que terminaba por desconcertar, había grandes momentos y una eterna sensación de grandiosidad que, sin embargo, nunca terminaba de cuajar. Cinco años después (y con el suicidio de otro amigo suyo a la espalda, Selim Lemouchi, The Devil's Blood), Danielsson invoca de nuevo a Watain y graba este “Trident Wolf Eclipse” que, tras muchas escuchas (por desgracia, de manera digital, como material promocional), evidencia una subida de tensión, adrenalina y llamas procedentes del estómago del averno respecto a su predecesor, “The Wild Hunt”, pero sigue sin superar en maldad y negrura a “Lawless Darkness”. Pero, ¿estamos seguros que esa es la inquietud de Danielsson o simplemente la de grabar el mejor álbum del que es capaz en este preciso momento?
Si es así, Erik, esta vez sí ha acertado. “Trident Wolf Eclipse” parece no buscar otra cosa que golpearnos en la cabeza, un disco con una producción a la altura (esperemos que el vinilo esté a la altura y suene tremendo, no como “Kingdoms Disdained” de Morbid Angel) en la que parecen haber buscado deliberadamente ese reencuentro con las raíces del black más puro pero subiendo aún más el volumen, llevándolo a otro nivel de agresión. “Trident Wolf Eclipse” suena moderno pero lo suficientemente afilado y abrasivo como para competir con las producciones actuales, sin perder ni un ápice de integridad artística. Buen ejemplo de ello es “Nuclear Alchemy”, lo más parecido a un single que jamás hayan firmado nunca los suecos, en ella las guitarras de Pelle Forsberg suenan como una cuchilla y la batería de Håkan Jonsson parece tener vida propia y tratarse de una centena de caballos salvajes golpeando el suelo con sus cascos, pura rabia que confirmamos en un videoclip lleno de energía, fuego y la suciedad propia del infierno. Además, por qué no decirlo, su estribillo es pegadizo y resuena en tu cabeza una y otra vez, ¿qué hay de malo en ello?
“Sacred Damnation” es la confirmación de que inequívocamente nos encontramos ante uno de los grandes discos de black del nuevo año. El trémolo de Forsberg es sencillamente genial, así como la angustia rota con la que canta Erik. La velocidad baja en “Teufelsreich” pero no su mezquindad, su veneno, convirtiéndose quizá en una de las más mágicas de todo el álbum, recordándonos a esa épica noventera de la primera hornada de bandas que pusieron a Noruega en el mapa. Jonsson se dejará la vida en la machacona “Furor Diabolicus” mientras que los blast beats de “A Throne Below” jalean la más épica de todo “Trident Wolf Eclipse”.
“Ultra (Pandemonic)” es el mejor ejemplo de cómo Danielsson, Watain, han dado un especial mimo al sonido de las guitarras, el solo a toda velocidad de Forsberg toma lo mejor del black y del thrash, mientras que en “Towards the Sanctuary”, su mano se convertirá en una ametralladora. Un último lamento, una última plegaria, un último canto en la impía misa negra de los suecos, “The Fire of Power”, parece una letanía firmada por el propio Nödtveidt y, de nuevo, un estribillo que se clava dentro de uno, cuando Erik brama y enfatiza: “The fire, the fire, the fire of…. pooooower!”, antes de una recta final en la que parecen consagrarse en la larga “Antikrists Mirakel” que no es otra cosa que una despedida con la que llevarte a través del sinuoso camino de la montaña que ilustra su portada hacia el tridente que simboliza a la banda.
Sin complicaciones, sin instrumentos ajenos a la estética, sin grandes desarrollos ni pretensiones, directos a la mandíbula de sus oyentes y al corazón de, nosotros, sus seguidores. Así es Erik Danielsson y así te lo hemos contado, el black metal sigue más vivo que nunca, de las cenizas de Dissection, en el fuego de Watain.
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