Cuando uno piensa en Taake, le vienen a la cabeza multitud de imágenes y sensaciones; Hoest, el ya eterno Hoest, y su rasgadísima voz llena de grano, la bandera noruega hondeando, la energía de sus conciertos y el emblemático banjo pero también, por supuesto, obras como “Nattestid Ser Porten Vid” (1999), “Over Bjoergvin graater himmerik” (2002), “Hordalands Doedskvad” (2005) o “Noregs Vaapen” (2011). Una carrera que, no siendo del todo perfecta, hasta hace unos años era uno de los secretos mejor guardados de toda Noruega. Y es que Hoest, a pesar de ser uno de los músicos más icónicos de la escena black metal, sigue siendo casi un absoluto misterio. Ørjan Stedjeberg es uno de esos artistas que en los últimos años ha decidido alejarse del reconocimiento público y rara vez coincide entrevistas, no publica fotos privadas en redes sociales acudiendo al barbero o haciendo yoga, como Nergal, su sobreexposición es mínima y, aunque lógicamente ello impacte en su popularidad y ventas, ayuda a mantener esa magia por la que muchos echamos de menos una época en la cual los artistas parecían inalcanzables, misteriosos e inaccesibles, algo tan necesario para la mitología nórdica de la escena metal. Ørjan no tiene importancia alguna, es Hoest quien debe preocuparnos, es él sobre el que recaía el peso de publicar la continuación de “Stridens Hus” (2014), un álbum notable -como todos los suyos- pero que no llegaba a la altura de su predecesor, “Noregs Vaapen” (2011), si ignoramos el EP, “Kulde” (2014).
“Kong Vinter” no le reportará a Taake/ Hoest nuevos seguidores, es una continuación de “Stridens Hus” en la que la producción, sin embargo, si ha cambiado. En este nuevo álbum, Taake no abandonan la estética propia del black metal pero el bajo está más presente, creando una mayor sensación de cuerpo en las canciones, dándoles un poco más de profundidad sin que ello signifique que las guitarras no suenen tan afiladas como siempre en sus riffs. En un trabajo en el que, a pesar de que al directo sea llevado por Aindiachaí y Gjermund, se adivina la mano de Hoest tras los instrumentos.
“Sverdets Vei” es una descarga eléctrica, ideal para comenzar esa búsqueda a través del bosque nevado de la portada. Es verdad que ni la inicial, ni “Inntrenger”, sorprenderán al seguidor más experimentado; no innovan, su sonido es tan clásico como sus riffs. Pero, por suerte de Odín, todo “Kong Vinter” parece mutar con “Huset i Havet” o “Havet i Huset”. La primera por la frialdad que es capaz de trasmitir, además de la inspiración en las guitarras o el groove en su estribillo, además la voz de Hoest corta como una cuchilla, acercándose al tono de lo que una vez fueron la banda más famosa de Blashyrkh, pero la locura llega con “Havet i Huset”, que logra calmarse tras los primeros compases, hasta convertirse en una composición mucho más melódica.
“Jernhaand” nos recordará a Gorgoroth, aunque los riffs sean puramente de Darkthrone, mientras que “Maanebrent”, aunque menos directa, evidencia un mayor trabajo de composición, con el bajo siendo el hilo conductor sobre el que las guitarras crearán atmósferas ideales para un disco como “Kong Vinter”. Pero la auténtica obra maestra del álbum y por el que toma consideración, por la cual se le podrá recordar, es “Fra Bjoergegrend mot Glemselen”, una auténtica epopeya de diez minutos en los que Hoest se atreve con un desarrollo más cercano que nunca al progresivo que en sus anteriores obras, en el que atravesaremos por diferentes tramos e incluso sentiremos que la canción se convierte en una totalmente diferente (minuto 5, de la mano del bajo, de nuevo inteligentemente utilizado como recurso para articular las dos partes). “Kong Vinter” no puede ser entendido por una o dos composiciones sino por el conjunto pero, desde luego, aquella que lo cierra, “Fra Bjoergegrend mot Glemselen”, es la verdadera pieza fundamental.
Un álbum quizá demasiado breve cuya quizá única pega es el arranque con dos canciones como “Sverdets Vei” e “Inntrenger” que, sin ser mediocres, no terminan de enganchar tanto como despega con “Huset i Havet” o “Havet i Huset” y una segunda mitad claramente superior con un fin de fiesta de diez minutos por los que merece la compra y lo convierte en escucha obligada. En él que se avistan las intenciones de Hoest en ese coqueteo prog con el black metal y que no logra otra cosa que engrandecer su leyenda, como si hiciese falta. En ausencia de Immortal, el autoproclamado Rey del Invierno reclama su trono…
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