La última vez que vi a Morbid Angel en directo se podía cortar con un cuchillo la tensión entre Trey y David pero mientras uno se mantenía profesional y en silencio, el bajista y vocalista parecía constantemente a la defensiva y fuera de sus casillas por todo y con todos. La actuación fue tan impactante como uno podría esperar de la banda actuando en plena madrugada, cerrando la segunda jornada de un festival, pero fue el final de aquella formación y del polémico capítulo que sigue siendo “Illud Divinum Insanus” (2011). Y es que soy de los que opinan que, aún con todo el dolor de mi corazón, David Vincent nunca debería haber vuelto a la banda tras “Heretic” (2003). No es que “Illud Divinum Insanus” fuese mal recibido, es que aquello no había por dónde cogerlo. Ahora sabemos que Azagthoth estuvo ausente y que apenas compuso la mitad de un disco que se muestra errático. Es verdad que cualquiera que conozca mínimamente la carrera de Morbid Angel, sabrá que no hay dos títulos iguales (hace poco leía una entrevista a Tucker y este lo explicaba de una manera muy clara; si preguntas a un seguidor de Metallica cuáles son los mejores discos de la banda te dirá que “Ride The Lightning” o “Master Of Puppets” pero si le preguntas al público de Morbid Angel, cada uno te dirá un disco diferente…) pero lo que ocurre con un álbum como “Illud Divinum Insanus” es que el material que lo compone no llega al nivel habitual (“Too Extreme!”, ¿estamos de broma?), la producción (se siente, se nota la mano industrial de Sean Beavan en la mezcla) y ese puntito rupturista se percibe más bien como una traición a los postulados más elementales, logrando la auténtica cuadratura del círculo y que no es otra que el que la mitad de los seguidores del género lo ignore y la otra mitad lo desprecie, convirtiéndose en un álbum abiertamente reconocido como mediocre, por crítica y público. Aquello originó esa malsana tensión que antes relataba, cuando Azagthoth sintió que su proyecto, Morbid Angel, tomaba una dirección errónea y Vicent digería aún peor las críticas, con lo que él y Tim Yeung salieron por la puerta de atrás mientras el vocalista clamaba por el nombre y la autoría de muchas canciones de la época más clásica y gloriosa de los de Tampa. ¿Cuántas veces hemos sido testigos de casos similares en el mundo de la música? ¿Cuántas veces volveremos a verlo?
Con Vincent dedicado al country más outsider y ahora de gira con Yeung, haciendo caja como I Am Morbid (como aquel horror de canción del nefasto “Illud Divinum Insanus”) interpretando las canciones más añejas de Morbid Angel, la madre de Azagthoth lanzando dardos envenenados a aquel que, según ella, sigue aprovechándose del talento de su retoño. No es de extrañar que un tipo tan genial como Trey se sumergiese una vez más en su arte y mirase al frente, reclutando a Scott Fuller, Dan Vadim Von a las guitarras y recuperando a Steve Tucker para alegría de todos nosotros. Veréis, no estoy tan ciego como para no ver que “Heretic” (2003) fue un pequeño paso en falso, pero es que “Formulas Fatal to the Flesh” (1998) y “Gateways To Annihilation” (2000) nos hicieron ver a todos que había vida tras la primera marcha de Vincent, que tras “Domination” (1995) todavía corría sangre por las venas de Morbid Angel.
“Kingdoms Disdained”, seguimos por orden alfabético (nada extraño para cualquier seguidor veterano en una banda cuyo líder, amo y señor, padece de síndrome de Asperger) y, además del regreso de Tucker, la mano de Erik Rutan en la producción; el inmenso morbo por saber si la Morbid Angel continuarían la senda de “Illud Divinum Insanus” (algo lógicamente impensable), retomarían el camino de “Heretic”, lo ignorarían volviendo a “Formulas Fatal to the Flesh” y “Gateways To Annihilation” o, por el contrario, volverían a la esencia más primitiva de la banda. Pero, ¿cuál es esa?
Pues ni una cosa, ni la otra, pero todo a la vez y muy agitado. Perdonad que lo mitifique, pero Trey Azagthoth no es un artista interesado en el dinero (algo que ha quedado más que claro a lo largo de los años) sino uno auténtico y genuino que entiende la música como una valiosa válvula de escape, como verdadero arte con el que expresarse. Así, “Kingdoms Disdained” no sorprenderá a nadie, como tampoco revolucionará la escena, pero supone el reencuentro con el binomio Azagthoth y Tucker, la confirmación de que “Illud Divinum Insanus” está bajo tierra y olvidado y Morbid Angel vuelven a mirar desafiantes a su público, con canciones nuevas que interpretar en directo mientras Vincent y Yeung siguen interpretando una y otra vez, noche tras noche, las canciones de “Altars of Madness” (1989), “Blessed are the Sick” (1991) o “Covenant” (1993), entre muchas otras.
El primer gran alivio llega al escuchar "Piles of Little Arms" y sentir que vuelven a sonar a puro y duro death metal, el riff de Trey es tan adictivo como magnífico el trabajo de Fuller o profunda y rasgada la garganta de Tucker. Como escuchar “D.E.A.D” es ser testigo de la locura que debe ser estar en el interior del cerebro de un auténtico monstruo como Azagthoth con una de las mejores canciones de todo “Kingdoms Disdained” y, aunque la también enorme “Garden Of Disdain” suena demasiado a “Where The Slime Live” y en ella tirarán de groove (aunque quizá no tanto como en “Paradigms Warped”), se lo podemos llegar a perdonar por cortes como “The Righteous Voice” en la que Fuller demuestra calzarse las botas de Sandoval con éxito, convirtiéndose en una ametralladora. Mientras que “Architect and Iconoclast” o la marcial "Declaring New Law (Secret Hell)" quizá sean las que hagan bajar la nota media al álbum, pero en cambio demuestran un magnífico trabajo compositivo, como ocurre con la única canción escrita por Fuller y Tucker, sin Trey, "From the Hand of Kings", una auténtica bestia en la recta final.
"The Pillars Crumbling" es fácilmente uno de los grandes momentos, como “For No Master”, en las que las guitarras parecen directamente centrifugar sus riffs, o ese magnífico broche que es “The Fall Of Idols” (¡pura magia la que emana de las manos de Trey!) para un disco como este, en el que quizá lo único que lastra su escucha son las expectativas depositadas en un artista con mayúsculas que no sólo supo escribir sino también interpretar capítulos imborrables de la historia del death metal. “Kingdoms Disdained” no es una obra maestra pero sí aquel que deberían haber publicado tras “Heretic”; complejo, crudo y robusto, no puedo pedirle más a Azagthoth, por el momento…
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