Hubo una época en la que creí que la música de Amenra podía conectarme con otra persona, por el camino se me olvidó que quizá no era aquella a la que debería haberme unido y, por suerte, tal y como vino, se esfumó, pero las canciones de Amenra, “Mass V”, se quedaron en mi vida por y para siempre. Como todo, el tiempo pasa y -por suerte- llegan otros ojos, otras manos y otras bocas que te susurran al oído; “no son las canciones, eres tú”. Y te das cuenta de que la gran mayor parte de personas que te rodean en tu vida están de paso, muchas invirtiendo todo el tiempo posible del que disponen en esa eterna búsqueda por encontrar erróneamente la felicidad en otros o, como aquella tan fea, devorando el alma de los demás con su propio vacío y necedad. Mientras otros, gracias a la música o esa otra herida que nunca sanará -quién sabe- entendemos que para entrar en alguien tan sólo te hace falta una nota pero para conocerse a uno mismo hace falta mucho más, que el amor es el dolor, mientras la felicidad está en uno mismo. Así es la música de Amenra, terriblemente introspectiva y quizá es por eso que requiere de tiempo pero tan cierto como que la recompensa es enorme. Como no podría ser de otra forma, titulan a su sexto trabajo como “Mass VI” y aunque muchos creen ver en él el disco más crudo de Amenra, no es así pero sí el más descarnado; si la música de los belgas es habitualmente la estética de la negación y la pasión que derrochan es porque, simple y llanamente, esta emana de sus propias vísceras; en “Mass VI” lo que nos encontramos es el exorcismo de la pena y las pérdidas experimentadas por los músicos, el alarido primitivo de un animal herido que expresa todo su dolor a través de unas canciones que sirven como bálsamo. No llega a la suprema genialidad de “Mass III” o “Mass IIII” pero eso es irrelevante cuando estamos hablando de sentimientos y canciones hechas con el corazón, nada de eso se puede o se debe medir con una regla.
Claro que hay novedades en “Mass VI” pero no son las voces melódicas de Colin en “Children Of The Eye” en ese esquema ya clásico suyo en el que se alterna el tono más esquizoide con el susurro, las hipnóticas guitarras de Mathieu y Lennart son también puramente suyas, puramente Amenra, como esa pesadísima losa en que se convierten Bjorn y Levy. Y, sin embargo, pese a que todo suena familiar, la ejecución de la banda es perfecta, todo suena en su lugar; sucio, denso, oscuro, frío y desolador, como si hubiesen llegado a otro estadio como músicos. La noche se cierne aún más oscura cuando Colin parece musitar la letra; “Come rain, wash us all away. Here come the first wave, nothing will remain…”
Tras el interludio hablado de “Edelkroone”, llega el momento más emocional de todo “Mass VI”, “Plus Pres de Toi (Closer to You)”, basada en el canto religioso “Nearer To God To Thee” (Génesis 28:11-19, la historia de la Escalera de Jacob, “Más cerca de ti, Señor”) una tormenta en la que Colin se dejará la garganta y la banda parecerá devorarle hasta ese puente tan melódico que sirve para forzar aún más la emotividad, como si la cuerda necesitase ser soltada antes de ser tensada aún con más fuerza. Uno de los mejores minutos de todo el álbum y nada de lo que asustarse; aun bajando el volumen y subiendo la melancolía, siguen sonando tan oscuros y amenazantes como siempre, tanto que necesitaremos de “Spijt” para salir de ese oscuro agujero en el que nos habían sumergido, dándole la vuelta por completo al sentimiento original de la canción.
Pero si la emoción se apodera de nosotros en “Plus Pres de Toi (Closer to You)”, será en “A Solitary Reign” en la que sentiremos que el auténtico clímax de “Mass VI” ha llegado; de nuevo voces melódicas de Colin pero esta vez casi sin alternancia con el clásico gañido sludge tan propio suyo sino más cerca que nunca de la poesía, de la belleza de un salvaje cruce entre Maynard Keenan, Jacob Bannon o un Scott Kelly llorando sobre las guitarras de Mathieu y Lennart.
Pero que nadie se engañe, porque Amenra son incapaces de perder sus señas de identidad en un álbum que parece compuesto con milimétrica exactitud y que comienza y acaba como debe, “Diaken” es quizá la más pesada y gruesa del conjunto y nos deja claro lo fútil del absurdo pensamiento a modo de consolación cuando uno pierde a un ser querido y cree que únicamente son heridos los que se quedan porque el verdaderamente jodido es el que se ha ido y esa ascensión es la que parecen narrar Amenra en “Mass VI”; lo que uno llora no son las ausencias sino el marchitar del amor, el amor es el único y verdadero tormento...
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