El mayor temor que muchos albergamos es terminar pareciéndonos en lo malo a nuestros padres o hermanos mayores. Que levante la mano el que no se haya descojonado en algún momento de aquellos tan auténticos que lloraban amargamente porque “Rebel Extravaganza” (1999) o “Volcano” (2002) no estaban a la altura de la trilogía inicial, aquella formada por “Dark Medieval Times” (1994), “The Shadowthrone” (1996) o el genial “Nemesis Divina” (1996). Aquellos hermanos mayores (más noruegos que la Neutrogena y más divinos que Odín) para los que un corte de pelo o todo lo que no sonase a blastbeat era poco menos que una herejía en un subgénero musical tan mestizo, controvertido, supuestamente rebelde (en sus orígenes) y precisamente hereje como el black metal.
Y, sin embargo, los años van pasando y no es que uno se radicalice pero es inevitable sentir que aquellos que nos causaban tanta risa cuando nosotros éramos adolescentes, puede -sólo puede- que tuviesen algo de razón y a uno se le erice cada poro cuando suena “Mother North” pero debamos aceptar que tras aquellos tres primeros discos algo se perdió por el camino en una discografía tan regular y con tan pocos sobresaltos agradables como para que un disco como “Deep Calleth Upon Deep” (2017) sea quizá uno de sus títulos más coherentes en años, lo que no quiere decir que sea un hito o vaya a convencer a aquellos para los que ya Satyricon son un caso perdido.
Tras el irregular “Satyricon” (2013) y su gira de presentación, llegó el inexplicable y sempiterno esfuerzo de mezclar metal con un género clásico y de ello salió “Live At The Opera” (2015) un álbum que tuvo un buen acogimiento y gustó a las generaciones más jóvenes pero poco nos decía a aquellos más veteranos y menos aún aportaba a la discografía de los noruegos. Y, tras ello, el auténtico horror -siempre tan alejado de la parafernalia que creamos para olvidarnos de la única verdad- y el diagnóstico de la enfermedad de Satyr (Sigurd Wongraven) y el miedo a no escuchar nunca más un álbum de Satyricon -por mucho o poco acertado que fuese- y la certeza de que todo tiene un final e incluso los modernos dioses nórdicos -aquellos supervivientes a los noventa- no caminarán por siempre entre nosotros…
Por tanto, la noticia de que Satyr y Frost (Kjetil-Vidar Haraldstad) estuviesen trabajando en un nuevo álbum nos cogió a todos por sorpresa y, más aún, que planeasen una gira. Pero supongo que aquellos más grandes son los que miran de cara a la muerte y prefieren que esta les sorprenda mientras hacen lo que más aman a estar esperándola en la cama. Y la única verdad es que la gira de “Deep Calleth Upon Deep” nos servirá para reencontrarnos con esa bestia bicéfala en directo, formada por Satyr y Frost, porque el álbum -aún con buenos momentos- y esa sensación de ir calando en uno tras posteriores escuchas cuando, en el noventa por ciento de los casos, suele ser el eufemismo para referirnos a discos que no merecen la pena, no es más que un álbum de transición o un título más a sumar en una discografía en la que cualquiera podrá entender que el Do de pecho lo dieron hace ya más de dos décadas.
"Midnight Serpent", por ejemplo, sí transmite ese lento y sinuoso movimiento de un ofidio pero sólo cuando la canción se vuelve más pesada, más cercana al doom, que al black (emulando el espíritu de “Now Diabolical”) como ocurre con la pegadiza “To Your Brethren in the Dark” que resulta tan poco oscuro como acertadísimo el riff de “Blood Cracks Open The Ground” y la ayuda vocal en el ascenso al estribillo o “Deep Calleth Upon Deep”, otro casi igual de pegadizo, que continúa la senda abierta por el anterior álbum, “Satyricon”, pero quizá con más épica.
El giro, la ruptura, llega con ese intento -no siempre acertado hasta la fecha- de mezclar el black con el rock, en ese mal llamado black n’ roll, que es “The Ghost Of Rome” pero, si en ella nos sorprenden por estar más cerca de unos Rolling Stones noruegos, en “Dissonant” y esa manía de muchos artistas de mezclar metales con el metal (nunca mejor dicho), llegará uno de los momentos más flojos del álbum de la mano del saxo y ese nuevo matiz en la mezcla de la voz de Satyr. Aquellos que amamos el black metal no podremos quejarnos con el siguiente corte, “Black Wings and Withering Gloom”, al que -sin embargo- le falta toda la inspiración que estética le sobra o esa conclusión que es “Burial Rite”, tan sencilla y tan poco efectiva, como simple y anodina.
“Deep Calleth Upon Deep” es un álbum en el que las buenas canciones no lo son tanto y, para colmo, se ven deslucidas en el resultado final cuando este pierde lustre a causa de una segunda cara menos agradecida en la Satyricon en algunos momentos parecen querer desmarcarse de un género como es el black pero con el que todavía siguen coqueteando, estando actualmente en tierra de nadie. Pensar que este álbum ganará con el paso de los años es un ejercicio tan absurdo como aferrarse al presente de una banda a la que se la lleva justificando ya muchos años, como a tantas otras pero quizá con menos polémica y más gracia…
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