Ha habido momentos en los que he temido por la salud de Lana Del Rey debido a sus entrevistas, muestras de ánimo o incendiarias declaraciones sobre el significado de la vida y las constantes menciones al suicidio pero “Lust For Life” es el primer álbum en el que Lana sonríe en su portada y parecer sentírsela en paz y cómoda, es todo un alivio verla tan relajada en un álbum que se supone que también nace de manera natural, ese ridículamente calificado como “proceso orgánico” que tanto nos gusta mencionar a los que escribimos sobre música y que, en la mayor parte de las ocasiones, poco o nada significa. Por desgracia, será la única sorpresa agradable de “Lust For Life” en el que parece confirmarse que lo mejor de la obra de Del Rey ha sido precisamente esa maniobra de escape por la cual ha pasado de competir con otras divas y estar en constante entredicho por sus apariciones o dotes para convertirse en el principal reclamo de festivales en los que hordas de indies parecen haberla adoptado como icono, es por tanto que creo que Lana Del Rey ya ha dado lo mejor de sí con discos como “Born To Die” (2012) o “Ultraviolence” (2014) y esa wildeana realidad por la que parece que Lana, en sí misma, se ha convertido en su mejor obra y quizá esta no valga demasiado la pena si la separásemos del personaje.
Según ella misma, “Ultraviolence” y “Honeymoon” la hacían sentir que su carrera no llevaba dirección alguna, una pena porque “Ultraviolence” (con Dan Auerbach de The Black Keys a los mandos) me parece notable y “Honeymoon”, lejos de la perfección buscada, fue un álbum en el que sí mostraba cierta evolución y hacía que uno se preguntase por el siguiente paso. De esa inconformidad nace “Lust For Life” en el que se nos prometía un giro de timón pero manteniendo la misma estética del anterior (que nos lo explique…), un álbum con demasiadas manos a la producción y en el que, además de mostrar una instrumentación de estética errática que parece buscar y no encontrar esa pretendida modernidad de las producciones actuales, nos enseña que el punto débil del álbum son unas letras flojas e infantiles, repetitivas y sin norte, además de un fuerte sentimiento anacrónico en su espíritu; “Lust For Life” es como ver la foto de una comuna hippie acampada en Woodstock y descubrir que uno de ellos porta un smartphone.
“Love” no está mal, es como sumergirse en un álbum del que esperamos mucho o algo diferente y descubrir que las primeras aguas no son tan frías sino más templadas, recordándonos a la obra anterior de Del Rey. Pero, para todos aquellos que se hayan llevado las manos a la cabeza con mi percepción de las letras del disco, basta escuchar “Lust For Life” (con la colaboración de The Weekend y descubrir esos versos; “Take off, take off, Take off all your clothes, Take off, take off, Take off all your clothes, Take off, take off, Take off all of your clothes, They say only the good die young, That just ain't right, 'Cause we're having too much fun. Too much fun tonight, yeah…” en una canción que comienza de manera más atrevida que lo que termina resultando y que pasa de la modernez a la languidez propia de una banda actuando en el club One Eyed Jack de Twin Peaks a las tantas de la madrugada y unos coros que recuerdan al “Revenge” (1986) de Eurythmics o esa parte narrada de Del Rey.
“13 Beaches” es una de las más interesantes como “Cherry” es de las mejores melodías si no fuese por tu patética instrumentación, esa misma que termina por arruinar por completo la canción o su letra. El autoplagio llega con “White Mustang” y Del Rey en primerísimo primer plano, dejando al piano en un discreto lugar cuando la percusión entra de nuevo arruinando por completo el fuerte sentimiento íntimo de la canción.
“Summer Bummer” es correcta como “Groupie Love” (ambas con la colaboración de ASAP Rocky) es una pequeña sorpresa en el ecuador de un álbum demasiado extenso y que hubiese agradecido algo de contención. Pero lo peor, sin duda, llega con “Coachella – Woodstock In My Mind” en la que no sólo pierde fuelle a causa de su acompañamiento sino que se debate entre la evocación de un espíritu que Del Rey no ha llegado remotamente a conocer (por generación y corte social) y la crítica social, esa que también ha hecho fracasar a Arcade Fire en su último álbum, de una generación tan estúpida como absurda que nunca, ni como crítica malsana, debería tener cabida como realidad social en ninguna canción sobre la tierra que no opte al descojone y la frivolidad.
Por suerte, la última composición carente de dirección es "When the World Was at War We Kept Dancing" porque, de manera inusual, “Lust For Life” levanta el vuelto en su recta final. No negaré que "Beautiful People Beautiful Problems" es un auténtico horror -atención a la letra; “But we're just beautiful people. With beautiful problems, yeah. Beautiful problems, God knows we've got them. But we gotta try (lie-la-lie). Every day and night (lie-la-lie)”- pero la salva la participación de la eterna Stevie Nicks y confirma que la melodía es de las mejores de todo el álbum. Como “Tomorrow Never Came” con la participación de Sean Ono Lennon (completamente al servicio de la canción) o esa triada final con la sorprendente “Heroin” sonando más a Kate Bush que nunca, el mejor piano de “Lust For Life” en la emotiva “Change” en la que Lana se permite el lujo de sonar más expresiva que nunca y abandonar la impostada languidez o “Get Free” en la que todo parece funcionar a pesar del plagio descarado a Radiohead.
Con todo y con ello, “Lust For Life”, nos trae de vuelta lo mejor y lo peor de Lana Del Rey, una artista que sigue resultando igual de atractiva con cada lanzamiento y el morbo de saber si será con el que quede relegada por completo al olvido o grabe una obra maestra a la altura del personaje.
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