Vayamos directos y sin anestesia; “The Rise Of Chaos” es quizá el álbum más flojo desde su reunión con “Blood Of The Nations” (2010) y no seré yo quien les critique porque su vuelta con aquel fue valiente y la decisión de romper definitivamente con Udo Dirkschneider tan polémica como dulce ha resultado la incorporación de Mark Tornillo (un cantante que no sólo ha cumplido con creces sino que, honestamente, ha ido creciendo con cada álbum) porque no olvidemos que la carrera de Accept llegó a un punto muerto con “Russian Roulette” (1986) tras el que únicamente pudieron recuperarse con “Objection Overruled” (1993), publicando discos tan irregulares como “Eat The Heat” (1989) o, a la postre, “Death Row” (1994) y aquel final y amargo “Predator” (1996) y un Dirkschneider que, aunque nunca ha bajado la guardia con U.D.O., ha hecho perder el interés a su propio público, teniendo que recurrir a giras interpretando los clásicos de Accept. ¿Querría que volviese Udo a Accept? Nunca teniendo a un tipo tan solvente y fiable como Mark Tornillo.
Tampoco puedo culpar a Hoffmann de este “The Rise Of Chaos” porque tras “Blood Of Nations” -tan sólo dos años después- llegó un disco como “Stalingrad” (2012) y, de nuevo, dos años más tarde; “Blind Rage” (2014), una triada sólida y notable que nos mostraba a una banda veterana pero en forma y que lejos de estancarse en el pasado, miraban con valentía a un futuro que cristalizaba en un presente magnífico. Por lo tanto, no es cuestión de que Hoffmann se haya dado poco tiempo para componer porque hasta ahora ha sido capaz de llevar un magnífico ritmo creativo, por no hablar de su fijación por la música clásica que, pese a pasar de puntillas entre los seguidores, “Headbangers Symphony” (2016) me pareció tan disfrutable como de buen gusto.
Quizá el estar constantemente de gira presentando el último “Blind Rage” o la marcha de Herman Frank (auténtico peso pesado) y Stefan Schwarzmann haya sido más que suficiente para que este “The Rise Of Chaos”, sin ser un mal disco, no esté a la altura de los anteriores. Frank y Schwarzmann han sido reemplazados por Uwe Lulis y Christopher Williams y hay que reconocer que la banda suena bien, lo que me hace reflexionar que Accept se han “rocanrolizado” y parecen haber mutado en unos AC/DC con sonido metal.
“Die by the Sword” es un magnífico ejemplo de en lo que se han convertido; buen sonido, un riff con cuerpo y accessible, Tornillo y su inconfundible y rasposa voz, un estribillo para cantar al unísono (el clásico esquema de estrofa y estribillo) pero en el que sentiremos que tampoco se han estrujado los sesos. Como “Hole In The Head” (estupendo el sonido de las guitarras, mágico Andy Sneap), repleta de tópicos tanto en forma como en fondo (musical y compositivamente hablando, por no mencionar sus letras) pero quizá lo peor del nuevo álbum de Accept llegue con “The Rise Of Chaos” y, sobre todo, con “Koolaid”. He leído varias entrevistas en las que Hoffmann es preguntado acerca del sentido de “Koolaid” y he de reconocer que sigo sin entenderla desde un punto de vista crítico; el riff es quizá el más pegadizo de todo el álbum y sé que trata de no dar por hecho lo que se nos cuenta y viene de un país como Estados Unidos (“que no te lo tragues” viene a cantar Tornillo por todos los Brian Johnson del mundo) pero también siento que tocar un tema tan delicado como la matanza de Jonestown y frivolizar con un refresco me chirria muchísimo, además he de admitirlo, la canción es mala, muy mala, quizá la peor de “The Rise Of Chaos”.
Paradójicamente a lo que suele ocurrir, Accept parecen haber querido comenzar su nuevo álbum con las canciones, quizá más llamativas, pero también las más flojas y “The Rise Of Chaos” despega en su segunda mitad, “No Regrets” no es una maravilla pero sí la más dura del álbum, como “Analog Man” (con ese sabor a “Balls To The Wall” pero obviamente sin la misma prestancia) es verdaderamente resultona a pesar de encerrar una de las letras más tontorronas en seria competición con “Koolaid” pero mientras esta última nos deviene en la más pura incomprensión, “Analog Man” nos cuenta el simpático sentimiento de aquellos que han crecido en un mundo completamente analógico y deben desenvolverse ahora en la inminente realidad digital de cada día.
“What Done Is Done” es tan pegadiza como “Worlds Colliding”, sabor a Accept y un trabajo excepcional a las guitarras -como en casi todo el disco, no nos engañemos, que hay un auténtico maestro como Hoffmann tras ellas-. Una pena que tras una segunda parte que funciona decidan cerrar con “Carry The Weight” o la tontería que es “Race To Extinction” y ese final tan forzado por todo el caos, la extinción de la raza humana y todos los tópicos habidos y por haber del mundo mundial (ironía, por favor) y el “mineralismo” que por fin llega de manera agotadora en el enésimo mundo distópico tratado en el universo musical.
Un álbum entretenido, la excusa perfecta para seguir girando y que nosotros les disfrutemos pero no a la altura de los tres últimos títulos. Con un Tornillo excepcional que hará las delicias de los seguidores más clásicos con su regusto a Dirkschneider y de los nuevos con todo su sabor a un Brian Johnson más acerado. Tienen la fuerza y el nervio, el sonido y las maneras, la sabiduría y las ganas pero les han fallado las canciones y lo saben…
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