Quinto año consecutivo que nos desplazamos a Nantes, Francia, al que posiblemente sea el mejor festival europeo. ¿Por qué? Principalmente por un cartel con el que siempre intenta contentar a los seguidores más exigentes. No se trata de acudir a ver a Aerosmith o a Linkin Park, porque estando de gira aquel que quiera disfrutarles siempre tendrá la ocasión de verles en una ciudad u otra, sino de esa colección única de artistas que abarrotan su cartel ; esas bandas que actúan en los escenarios supuestamente pequeños que no hacen sino engrandecerlos. Además, como ocurre con el Resurrection Fest, el festival francés consigue ese sentimiento de unión, esa sensación única por la cual el asistente deja de ser público, un mero espectador, para tener la sensación de que pertenece a algo más grande. Nuestro primer día en el Hellfest no podría haber sido mejor, todo ha cambiado y, sin embargo, lo más importante sigue conservando su esencia; los escenarios tienen la misma disposición pero todo ha sido redecorado, las infraestructuras han mejorado, más aseos, más restaurantes, más accesos, más seguridad, el Hellfest es un festival en constante evolución.
La primera actuación de la que disfrutaríamos sería Animals As Leaders que tuvieron que luchar con un sol de justicia en uno de los escenarios principales (Mainstage 2), presentando su último álbum, “Madness Of Many” (2016), un disco que sin decepcionarme me ha dejado algo frío ya que de la banda de Abasi esperaba más, mucho más. Por supuesto, ese sentimiento se disipa cuando uno tiene frente a sí a Tosin, Javier y Matt. Tres músicos tan sobresalientes como diferentes. “Tempting Time” o “Arithmophobia” fueron las encargadas de abrir fuego ante una multitud que, pese al horario y las altas temperaturas, no dudó en congregarse alrededor del escenario hasta llenar buena parte de la pista. Siguieron “Physical Education” tras “Ectogenesis” e interpretaron la ya conocida “Ka$cade”. Sin desmerecer al resto, contemplar de cerca a Abasi es todo un espectáculo; ya no es su impecable técnica y original forma de atacar las cuerdas con sus manos o la rapidez sino también su sentido del ritmo y buen gusto con los arreglos. Una recta final con “The Brain Dance” o la intrincada “Inner Assasins” y un broche con “The Woven Web” o la también ya conocidísima “CAFO” les bastó para meterse al público en el bolsillo. Es verdad que las canciones de “The Joy Of Motion” poseen una naturaleza diferente que las hace funcionar en directo mucho mejor que las de “The Madness Of Many” pero, al final, la sensación de satisfacción de verles en directo fue por la implicación del trío, nada que ver con lo que interpretasen.
Uno de los grandes atractivos del Hellfest es conocer a algunos artistas y el festival francés lo pone fácil, no es complicado encontrarse con músicos paseando por el propio festival, acudiendo a la firma de discos o disfrutando de la nueva y flamante zona de prensa. Reconozco que soy un mitómano y pensar en la posibilidad de pasar unos segundos junto a Devin Townsend se pasó por mi cabeza hasta tal punto que me llevé “Sex And Religion” (1993) firmado por el propio Steve Vai hace algunos años, ¡siempre he pensado que a aquel álbum le faltaba la firma de su otro gran protagonista! Así, poco antes de la actuación de Devin Townsend Project pude disfrutar de un fugaz encuentro con Devin que no dudó en estrecharme la mano, abrazarme y recordarme lo mucho que le gusta nuestro país. Cuando le enseñé aquel álbum no se sorprendió tanto de que también estuviese garabateado por Vai como porque alguien se lo lleve a firmar. Devin es un genio, de eso no cabe duda alguna, pero también es un tipo amable, educado y más comedido de lo que podría parecer cuando le ves sobre el escenario.
Su actuación, muy al contrario de lo que ocurrió en su última visita a nuestro país en donde el sonido no le hizo justicia, sonó tan potente como la de cualquier otra banda de metal que actúa en el escenario principal pero sumada a la propuesta abigarrada de su proyecto personal. Con un álbum como “Transcendence” (2016) bajo el brazo, fue normal que Devin mezclase temas de este junto con otras más conocidas como la ya célebre “March Of The Poozers”. “Rejoice” o “Stormbending” le sirvieron para entrar en calor, tanto él como el público, y a partir de ahí el concierto fue una auténtica descarga; “Supercrush!” o “Kingdom” y ese final con “Higher” nos dejaron con ganas de más. No fui el único que sintió que se le quedó corto el tiempo del que dispuso. Devin es un artista que necesita de minutos para desarrollar el cuerpo de su concierto, como los antiguos concertistas.
Behemoth volvían al Hellfest para actuar otra vez en el escenario principal, cita ineludible tras su concierto hace tres años y el buen sabor de boca que nos dejaron. Los polacos, tras la recuperación de Nergal, parecen estar atravesando un momento dulce y es algo que se demuestra en sus conciertos y el reconocimiento de “The Satanist” (2014) con el que siguen embarcados en una gira que no parece tener fin o la aventura en solitario del propio Nergal. Sin embargo, a pesar de darse todo para que lo de Behemoth volviese a ser un paso triunfal, algo falló. Nergal comenzó con su particular ritual de fuego al inicio del concierto, tras el que se desató el caos en las primeras filas con “Blow Your Trumpets Gabriel” pero la primera estrofa ya evidenció lo que sería el resto del concierto y es que a Nergal no se le escuchaba, pidió que le subiesen el volumen y comenzamos a escuchar su voz, “Furor Divinus” y aquello no terminaba de arrancar. Inferno golpeaba con fuerza y Orion llevaba el peso escénico mientras Seth se esforzaba por sacar aquello adelante pero, a pesar de la potencia, el concierto no terminó de sonar bien y fue la sensación generalizada del público. “Messe Noire” y su solo supieron a gloria, el repertorio estuvo a la altura; “Amen”, “The Satanist” u “O Father O Satan O Sun!” y la genial “Ov Fire and the Void” estuvieron presentes pero su pésimo sonido sumado a un Nergal que parecía agotado (a pesar de sus gestos o sus intentos por llevar aquello a buen puerto), además de una garganta que no llegaba y a la que los guturales le pasaban factura y hacían que Adam en vez de cantar aquellas partes más potentes se limitase a recitar. Una pena que nos dividió e hizo que algunos de nosotros decidiésemos acudir a The Valley para ver a Baroness.
El año anterior, la cancelación de Valkyrie fue una gran decepción, me habría encantado ver cómo Peter Adams defendía las canciones de su último álbum pero, por el contrario, en esta nueva edición contábamos con la presencia de Baroness, todavía inmersos en la gira de “Purple” (2016), sin Adams y con la incorporación de Gina Gleason. Pocos minutos antes de su actuación, cuando John Baizley se enteraba de que veníamos de España (saludos a Josué) nos decía, con ciertas reservas, que un promotor de nuestro país había intentado traer a Baroness a un conocido festival de la capital. La música de Baroness no encaja en ese evento -le respondí. ¿Qué tipo de música es la de ese festival?, respondió John. Green Day, King of Leon y John entendió que, en efecto, la música de Baroness es mucho más especial, es arte y no un producto prefabricado. “Kerosene” y “March To The Sea” produjeron la intensidad necesaria hasta que el escenario se tiño de púrpura y sonó la introducción de “Shock Me”, sencillamente mágica, llena de intensidad y si alguien tuvo alguna duda del papel de Gina demostró con creces su valía sobre las tablas. No únicamente en la mencionada “Shock Me” sino en todas, “Morning Star”, “Green Theme”m “The Sweetst Curse” o la pasional “If I Have to Wake Up (Would You Stop the Rain?)” cantada por John con todo el sentimiento del mundo. “Chlorine And Wine” y toda la energía de “Take My Bones Away” nos produjo la misma sonrisa de satisfacción que a la propia banda en uno de esos momentos en los que todo parece encajar y que, por suerte, nos seguiría regalando la primera jornada.
Otro artista que se paseó por el festival fue el propio Helmuth, un artista al que siempre he respetado por su constancia y perseverancia, es verdad que Belphegor tiene discos más y menos acertados pero siempre a la altura. A punto de publicar su nuevo álbum, “Totenritual”, es normal que sigan interpretando canciones de “Conjuring The Dead” cuando tantas alegrías le han dado. “Bleeding Salvation” y “Gasmask Terror” sonaron como una apisonadora en The Temple con una enorme lona con el logo de la banda pero realmente fue con “Lucifer Incestus” con la que terminamos de entrar en calor, la nueva “Totenbeschwörer” o “Stigma Diabolicum” nos mostraron a un Helmuth totalmente metido en su papel, entregado por completo y levantando un concierto no demasiado multitudinario pero que fue capaz de dejar su marca gracias a “Bondage Goat Zombie” y ese cierre con “Totenkult - Exegesis Of Deterioration”.
Sin embargo, nos esperaba uno de los grandes momentos del día y quizá del festival. Y es que no es muy común ver a Electric Wizard en directo, aunque han actuado en nuestro país en varias ocasiones, no es una banda que se prodigue demasiado y la gira de este verano recalaría tan sólo en unas poquitas ciudades europeas siendo el Hellfest una de ellas. No sé exactamente lo que pasó, si la excitación por ver a Jus Oborn, si la fascinación por discos como “Come My Fanatics…” (1997), “Witchult Today” (2007) o el mítico “Dopethrone” (2000) pero lo que sucedió en el Hellfest sólo puede tildarse de mítico. Una pantalla proyectando películas setenteras, entre el satanismo más rancio de serie B y el sadomaso más light con presencia incluida de Anton Lavey, grandes pantallas coronadas por cabezas de 100 vatios atronando mientras Oborn con su eterna Gibson SG hacía vibrar sus conos a bajas afinaciones y Liz Buckingham secundándole mientras Clayton Burguess y Simon Poole construían la pesadísima sección rítmica de un ritual que comenzó con una de mis favoritas de la banda, “Witchult Today”, y siguió con “Black Mass”. La gente comenzó a llegar a la carpa del escenario, más y más gente, hasta que aquello y a ritmo de “Return Trip” o “Incense For The Damned” se convirtió en algo más que un concierto mientras las proyecciones seguían mostrando fustas, velas, látigos y todo tipo juegos visuales a medio camino entre la lisergia y la psicodelia. Thras “The Chosen Few”, Oborn se arrancó con “Funeralopolis” a modo de broche y todos los allí presentes nos quedamos en estado comatoso hasta que, en efecto, el concierto había acabado. Por momentos como este (o el anterior con Baroness) es por lo que merece acudir a un festival como el francés en el que parece que los músicos dan lo mejor de sí mismos en ese escaparate mundial en el que se ha convertido.
Si había una banda que tenía ganas de ver en directo era Autopsy, auténticas leyendas del metal, referentes del death, cita obligada para mí y muchos otros para los que sus vinilos son verdaderas joyas, desde “Severed Survival” (1989), pasando por “Mental Funeral” (1991), “Acts Of The Unspeakable” (1992), “Macabre Eternal” (2011), “The Headless Ritual” (2013), “Tourniquets, Hacksaws and Graves” (2014) porque “Shitfun” (1995) y sintiéndolo mucho, quizá por su portada (no lo sé) pero nunca me ha terminado de convencer. El cartel con su nombre nos preparaba para lo mejor, siempre es agradable encontrarse con esas fuentes tan underground, sentir la excitación de ver a una de las grandes bandas de una época y así aparecieron en el escenario Chris Reifert, Eric Cutler y Dany Coralles con la ayuda del bajista Joe Trevisano y empezaron con “Twisted Mass of Burnt Decay”. No sonaba mal pero tampoco bien, supuse que era cuestión de entrar en calor, “In The Grip Of Winter” o la mítica “Severed Survival” cayeron como losas del género con todo su encanto pero aquello seguía sin sonar. Eric Cutler y Danny Coralles, sobre todo este último, se lo pasaban bien en el escenario pero, por desgracia, algo seguía sin funcionar y es que daba la sensación de que Autopsy son una banda de colegas que han decidido darse una oportunidad y entre sus respectivos trabajos y cerveza y cerveza han decidido recuperar a la banda del mundo de los muertos, siendo ese rato que pasan en el escenario tan sólo una excusa. No lo siente nadie más que yo, “Voices”, “Fleshcrawl” o “Arch Cadaver”, grandes canciones que preferiré seguir escuchando en disco y es que a Chris Reifert se le cayeron las baquetas, Danny Coralles se tropezaba constantemente, tan sólo Cutller y Trevisano aguantaron el concierto sin realizar ninguna picia. No dudo que haya quien defienda tal actuación y vea en ella su encanto pero fue totalmente indigna de una formación legendaria que no supo o no quiso estar a la altura de las circunstancias, una verdadera lástima. Tuve que abandonar su concierto al igual que muchas otras personas, me gustaría volver a darles otra oportunidad pero, a ser posible, en salas y mucho me temo que es algo bastante difícil…
Para acabar nuestro primer día (en el que inevitablemente siempre hay que elegir), decidimos acabarlo con In Flames que quizá no estén atravesando su mejor momento con la pérdida de Daniel y Peter o esa evolución mal entendida por muchos de sus seguidores más intransigentes pero siempre es un placer verles sobre el escenario, sonaron “Leeches” o “All For Me” y pude comprobar que el núcleo de la banda lo forman Anders, Björn y Niclas mientras que Joe Rickard cumple con profesionalidad pero excesiva frialdad, todo lo contrario que Bryce Paul que parece disfrutar sobre el escenario de la oportunidad que In Flames le ha brindado. A partir de la emotiva “Where The Dead Ships Dwell” comenzó a mezclarse más que nunca el presente de la banda (“The Truth”, “The End”) con clásicos como “Moonshield”, “Jester’s Dance” u “Only For The Weak” que imagino que les agotará interpretarla pero que sigue siendo igual de efectiva que siempre ante el público. Como decía, puede que In Flames no estén en su mejor momento pero en directo son efectivos y una apuesta segura, una buena forma de acabar el primer día de un festival en el que todavía faltaban algunos platos fuertes…
© 2017 Jim Tonic/ Albert Gràcia