“It’s only rock and roll but I like it, like it, like it…” -canta Corey Taylor en “Fabuless” con fuerza pero poca convicción, de manera bobalicona y sin mucho sentido, como aquel niño que se queda sin nada que decir y mete palabras al azar en su canción infantil favorita; no riman y ni siquiera son necesarias pero entran con calzador y basta. En un tono mucho más cercano al que gasta con sus compañeros de mono pero más moderado -que esto es Stone Sour y las revoluciones bajan- dotando a la canción de un regusto esquizoide y desorganizado que es la falta de cohesión de un álbum que no termina de cuajar, desde la primera a la última canción.
Parece que fue ayer pero Slipknot ya llevan veintidós años de carrera, una andadura en la que nadie parecía confiar pero que el paso del tiempo les ha confirmado como una de las grandes bandas de metal del momento atrapando en sus redes a varias generaciones. Podemos tirarnos de los pelos, otros se reirán y muchos los menospreciarán pero así es; los de Iowa en directo todavía siguen poniéndoselo muy difícil a cualquier artista que actúe tras ellos (con excepción de Rammstein, claro está) y son el mayor reclamo de cualquier cartel. Pero toda moneda tiene su cara y su cruz y la de Slipknot bien podría ser Stone Sour que nunca ha terminado de despuntar, siendo los volúmenes de “House Of Gold & Bones: Part 1 & 2” (2012, 2013) quizá su mejor colección de canciones. De nuevo, los fans de Taylor y Stone Sour, intentarán contradecirme y defender con uñas y dientes la carrera de una banda que, irónicamente (y por mucho que le moleste al propio Taylor), tiene más que ver con Nickelback que con Slipknot. ¿Me he vuelto loco? No, nada de eso, pero Stone Sour es una banda de metal alternativo (subrayémoslo), allá donde el metal se difumina tanto, tantísimo, que se mezcla con una suerte de rock post-alternativo en la peor de las vertientes posibles, esa que intenta llegar a la radio y las listas -y de hecho llega- pero sólo con mayor fortuna a las norteamericanas, allá donde este tipo de productos típicamente de esa tierra (Staind, Creed, Nickelback y sé que la naturaleza de estas bandas tiene poco que ver con la de Taylor pero el resultado estético es idéntico para la FM) triunfan en lo que se denomina el circuito universitario (que no hace referencia al nivel de estudios del público que les escucha sino al rango de edad, algo muy diferente) y les garantiza festivales y conciertos en pabellones, pero siempre lejos de las grandes mareas de gente que suelen convocar Slipknot.
Stone Sour, como muchos otros, podrán pagar los servicios del mejor productor o estudio, masterizar su álbum allá donde tan sólo unos pocos privilegiados pueden permitírselo, o fichar a los músicos que Taylor quiera que siempre e invariablemente, un álbum de Stone Sour seguirá sonando como uno de Stone Sour. Y digo esto porque Corey Taylor aseguraba en todas sus entrevistas que este “Hydrograd” iba a ser uno de los mejores discos del año, todo un hito en su carrera, un auténtico punto de inflexión para el rock y, con todos mis respetos, aún sonando bien y teniendo algún momento, la carcajada de Chad Kroeger se está escuchando hasta en la otra punta del universo y no es que precisamente el último álbum de Nickelback sea el “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band”.
Sin el carismático Jim Root y con la adición de Christian Martucci, además de Johny Chow al bajo, Corey, Josh y Roy, aún sonando potentes, distan mucho de ser el supergrupo que muchos aseguran. "Taipei Person / Allah Tea" abre el álbum tras la clásica introducción (“YSIF”) que no desemboca en nada excepto en una canción de tempo acelerado con un riff infantiloide; hay fuerza, hay ganas pero nada más excepto un estribillo que podría haber sido firmado por Fall Out Boy. “Knievel Has Landed” posee más groove y se agradece pero no me gusta demasiado el sonido de la canción en general como las voces y esos coros, excesivamente procesados y melosos en una banda que quiere romper
Como forzado y ridículo resulta el sarcasmo de Corey cuando en “Hydrograd” canta eso de “I’m not better than you, I’m just better!”. Está bien cantar con sentimiento pero cuando hay fondo, cuando hay algo que decir, no en una canción que es puro azúcar. Como el pastel de “Song #3” que ya pudimos escuchar como adelanto y en el que uno llega a entender el porqué de la defensa de Taylor a Linkin Park, “Song #3” es justamente la canción opuesta a lo que uno querría escuchar en un álbum con vocación a salvar o revolucionar el rock.
“The Witness Trees” suena a The Rasmus, como ese intento indie que resulta siendo “Rose Red, Violent Blue (This Song is Dumb and So Am I)”, toda una declaración de principios. Por suerte, no todo está perdido, “Thank God It’s Over” posee una buena interpretación de Taylor, como “Mercy” es bastante pegadiza (ojo, no estoy hablando de calidad) pero también entraremos en punto muerto con “Whiplash Pants”, “Friday Knights” o las flojas, flojísimas, “Somebody Stole My Eyes” o “When The Fever Broke” en un álbum jodidamente largo que se hace doblemente eterno cuando, según pasan las canciones, somos conscientes de que cuesta diferenciarlas en ese intento por aunar diferentes elementos del rock y el metal con el mismo barniz sintético bajo el que suena la propuesta de Stone Sour.
Da la sensación de que en “Hydrograd” hay un buen álbum luchando por despuntar pero son las propias canciones las que evitan que despegue como conjunto y es que las que merecen la pena están en constante pulsión con una masilla indecente de temas del calado de “Song #3", “Rose Red, Violent Blue (This Song is Dumb and So Am I)” o “Somebody Stole My Eyes”. Un álbum que no entraña ningún desafío para el oyente y, ni mucho menos, supone nada en la carrera de Stone Sour o la música en general. Si el llorón de Chad Kroeger de Nickelback es al rock lo que el Kentucky Fried Chicken al pollo, “Hydrograd” de Stone Sour es poco menos que un nugget congelado, un anécdota más en la carrera de Slipknot. Taylor debería centrarse, componer con Root, Crahan y Thomson y olvidarse de libros y discos que no van a ningún sitio… Honestamente, soy incapaz de entender cómo hay críticos que pueden darle puntuaciones tan altas a un álbum así. Es más gracioso leer las declaraciones de Corey que escuchar unas canciones que son poco menos que un chiste sin gracia…
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