No hay nada más triste que cuando uno se empeña en ver las bondades de una banda, en este caso, escucharlas. Y se fuerza uno a sí mismo a que le gusten. Ghost Bath me engañaron con “Funeral” (2014) porque una banda como Deafheaven me había roto por la mitad con “Sunbather” (2013) y cuando los de Minot publicaron aquella preciosidad de “Ofelia” (1852) de Millais (quizá uno de mis cuadros favoritos) a modo de portada, ya casi no tenía argumentos para rebatirles porque hacía años que bandas de todo el globo intentaban romper con éxito los convencionalismos del black metal y lo fusionaban con éxito y belleza con el post-rock o el shoegaze. Era imposible negarse a esos Morrissey y Marr que son George Clarke y Kerry McCoy como no aceptar la belleza de Harakiri For the Sky o de “Souvenirs d'un autre monde” (2007) o “Écailles de lune” (2010) con el sensibilísimo Neige al frente; definitivamente el subgénero ya no pertenecía a los fríos fiordos sino a todo aquel que supiese mezclar con un mínimo de sensibilidad los acelerados blast beats con evocadoras capas de guitarras repletas de efectos evocando las atmósferas de Cocteau Twins o My Bloody Valentine, el dream pop al servicio del black.
Pero cuando publicaron “Moonlover” (2015), el que es su mejor disco hasta la fecha y contiene algún que otro momento de gran inspiración, sí que comencé a olerme lo que Ghost Bath se traían entre manos. No es que me diese cuenta de su poca pericia musical o su enrevesado pero infantil esfuerzo por caricaturizar los elementos que hacían grandes a otras bandas como sus complicados títulos o desarrollos, sus absurdas entrevistas, el descubrimiento de que aquellas letras chinas con las que se nos vendieron procedían del traductor del célebre buscador de Menlo Park, California, no; tan sólo me bastó ver una actuación de la banda para entender que, como en el caso de Myrkur, Ghost Bath son un producto hecho a la medida de unos seguidores hambrientos de emociones nuevas, ensamblados como un meccano en el que sí han sabido juntar las piezas de todo aquello con lo que disfrutamos los aficionados.
En su concierto me encontré con una banda carente de fundamento, con unos músicos justitos y de poca habilidad, un sonido y una puesta en escena muy pobre, además de una forzadísima actitud que causaba risa entre los asistentes, algo inaudito en un concierto de metal extremo. He visto a Manson simular un corte con una cuchilla durante la gira de “Antichrist Superstar” (1996) y teñir de tinta roja sus manos, a Mayhem jugar con la memoria de Euronymous, a Niklas Kvarforth errante sobre las tablas, a unos Dark Funeral en horas bajas, a Taake seguir el ritmo del banjo en “Myr” o a Sunn O))) reventarnos los oídos con el zumbido de una misma nota durante más de diez minutos y hacernos creer que aquello era, en efecto, una canción pero nunca, en mi vida, he visto tanto descojone como en la actuación de Ghost Bath en la que mis peores miedos se hicieron realidad; esta gente son los Steel Panther de lo extremo pero mientras que aquellos pretenden hacernos pasar un buen rato, estos quieren hacerte creer que lo suyo es de oficio, algo serio a lo que prestar atención y eso resulta intolerable. Me encantaría volver a entrevistar a Fenriz de Darkthrone para preguntarle qué opina de ellos…
Que lo más bonito de “Starmourner” sea su introducción, “Astral”, dice mucho de un álbum del que salvaremos poco más que su apertura y la llamativa portada. La guitarra de “Seraphic” es bonita a secas pero, sinceramente, he escuchado más complejidad en los riffs de Jon Buckland de Coldplay así que imaginémonos por dónde van los tiros; batería machacona de Taylor y Donovan dejándose la garganta entre alaridos y ninguna letra, sólo gritos en segundo plano, caricaturizando algunos de los mejores momentos del post-black metal.
“Ambrosial” fue el adelanto y es más y más de lo mismo que “Seraphic”, pistas de guitarras repletas de reverb con el mismo compás de batería y Donovan debatiéndose entre el berrido del arce en ritual de apareamiento y la parodia de cualquier banda seria de black. “Ethereal” es dream pop de bajo octanaje, inofensivo y repetitivo, como la horrorosa “Celestial” o la innecesaria “Angelic” que nos descubre a unos guitarristas a los que ni siquiera la producción de la todopoderosa Nuclear Blast puede salvar de la mediocridad, lo mismo que “Luminescence” y lo poco original de su planteamiento y posterior desarrollo.
Lo más interesante, si es que podemos decir tal cosa, es “Thrones” en la que la sobreactuación de Donovan es un horror o esos primeros segundos de “Elysian” que pronto se ven devorados por lo absurdo de la propuesta de la banda. En “Cherubim” la voz es de nuevo completamente ininteligible como lo mucho que tarda en arrancar “Principalities” o esa despedida tan desastrosa que es “Ode” en la que ni siquiera son capaces de lograr que la minimalista mezcla resultante de un piano o una batería conmueva una sóla celúla de nuestro cuerpo.
Este verano volveremos a verles en directo pero ya no esperamos nada de su actuación ni de la presentación de las canciones que componen “Starmourner”, habrán compartido cartel con gigantes como Opeth, Emperor o Coroner y lo suyo quedará poco menos que convertido en un chiste sin gracia, a su lado Steel Panther parecen Poison.
© 2017 Jim Tonic