Crítica: Pillorian "Obsidian Arc"

Siempre es duro afrontar la decisión de una banda que opta por separarse y entender que es lo mejor que podría ocurrirnos a todos los que, en mayor o menor medida, disfrutamos de su música; intentando consolarnos con los proyectos futuros y asumiendo que siempre nos quedará los discos que grabaron. Pero vivimos tiempos duros en los que muchos de los músicos que admiramos no pueden vivir de su arte; tiempos repletos de hipócritas que lloran cuando las bandas se apagan como estrellas pero que rara vez les apoyan comprando sus discos o asistiendo a sus conciertos. Los norteamericanos Agalloch era únicos, supieron crear la música que les interesaba y hacer que el público se acercase a una mezcla inaudita de folk, black metal, doom, progresivo y post-rock que resultaba tan evocadora y melancólica como misteriosa y aterradora. Además supieron también abrazar el influjo europeo siendo de Portland, Oregon, y es que sonaban más al viejo continente que muchas bandas de este, Agalloch no parecían de este mundo y ellos mismos lo sabían, parecían tan antiguos como la resina que les daba nombre. Pero, como indicaba al principio de esta crítica, no podemos ser tan hipócritas; a pesar de firmar discos sobresalientes como “Pale Folklore” (1999), el maravilloso “The Mantle” (2002), “Ashes Against The Grain” (2006), “Marrow Of The Spirit” (2010) y en menor medida “The Serpent & The Sphere” (2014), Agalloch eran ignorados por el gran público; es cierto que aquello poco nos importaba a los que acudíamos a verles en sala pero sí que supongo que les importaría lo suficiente a ellos cuando llegaba fin de mes y había que pagar las facturas porque de hacer historia no se come.
Sólo así podemos explicar la extraña forma de anunciar el fin de la banda; primero con un mensaje en sus redes sociales y poco después con un titubeante segundo mensaje que dejaba abierta la puerta abierta a una continuación de la banda con tan sólo John Haughm. Y han tenido que pasar varios meses para que tanto Don Anderson como aquel se dignen a contarnos de verdad lo ocurrido. Mientras Don, Jason y Aesop entendían que Agalloch era una banda que tendrían que alternar de por vida con sus respectivos trabajos y vida familiares, John Haughm quería más; estar constantemente de gira, grabar y volver a girar. Agalloch debía tener más presencia si querían que fuese viable como proyecto, Anderson y el resto lo entendían pero no podían hacer más y tras hablarlo en más de una ocasión, decidieron entre los cuatro que lo mejor era dejarlo, dándole la opción a Haughm de continuar con el proyecto.

De ahí el primer mensaje (escrito por toda la banda, incluído John) y el segundo en el que sólo Haughm anunciaba la posibilidad de continuar con Agalloch a solas; el resto es ya conocido, la mayor parte de seguidores no se tomaron nada bien la decisión y creyeron entender otro tipo de interés en Haughm que finalmente tuvo que aceptar que su criatura, Agalloch, debía descansar por los siglos de los siglos. Lo cierto es que ni Don Anderson ni el resto le pusieron problema alguno para continuar bajo el nombre que el quisiese, escindiéndose por completo la banda; Anderson, William Walton y Aesop Dekker continuarían como Khorada con la ayuda de John Gregory (ex-Giant Squid) y John Haughm como Pillorian junto a Stephen Parker (Maestus, ex-Arkhum) y Trevor Matthews (Uada, ex-Infernus).

¿El resultado? En principio, sin escuchar todavía a Khorada y sabiendo que Don Anderson tenía ya escrito y compuesto lo que debía haber sido el sexto álbum de Agalloch que imagino que ahora será el debut de la nueva banda y John Haughm ha escrito este “Obsidian Arc” en tan sólo un verano (según sus propias palabras, entre junio y septiembre del 2016), puedo asegurar que, por ahora, los seguidores de Agalloch somos los que hemos salido ganando ya que tendremos nueva y apasionante música que escuchar por partida doble.

“Obsidian Arc” grabado en los Witch Ape/Skyway Audio and Sprout City Studios sorprendentemente por el propio Tad Doyle (sí, el mítico antihéroe de los noventa al frente de los injustamente olvidados TAD) conserva la esencia de Agalloch pero le falta la delicadeza, el encanto folk de aquellos y ese toque post-rock o, por lo menos, contiene esos mismos elementos pero en dosis muy pequeñas. A cambio, nos encontramos al John Haughm más encabronado de los últimos años en auténticos desarrollos épicos como “By The Light Of A Black Sun”. ¿Quiere decir que falte emoción en Pillorian? No, nada de eso, es sólo que la rabia parece haber sustituido a la ensoñación, que la frustración y la negatividad parecen haberse apropiado de las coordenadas artísticas de un Haughm que incluso en sus entrevistas reniega de una segunda encarnación de Agalloch y advierte la mala baba que ha rodeado al proceso de composición y el resentimiento empozoñando sus canciones. Mientras uno acusa a sus excompañeros de la ruptura de Agalloch y apunta diferencias creativas o la escasa relación de amistad entre él y Don Anderson como pilares de la ruptura, los futuros Khorada parecen mucho más plácidos y felices consigo mismos, deseándole lo mejor a Haughm y cediéndole todo el espacio y nombre de Agalloch que necesite. Pero qué difícil es tener que renunciar a tu propia banda cuando son tus seguidores los que no aceptan que la continúes sin el resto de de tus compañeros…

Por otro lado, ¿qué sería de un disco de black metal sin rabia y dolor? “Archaen Divinity” se baña en esas osuras aguas junto con una pizca de doom que le sienta maravillosamente bien mientras que la folkie “The Vestige Of Thorns” pronto adquiere más cuerpo gracias a la electricidad; hay calma pero una intranquila, de esas que tanto nos gusta a los seguidores del metal extremo. “Forged Iron Crucible” es otra de las joyitas de un álbum repleto de detalles y oscuridad en la que uno siente la placidez de escapar de la luz mientras Haughm se deja la garganta, más arenosa y rasgada que nunca, y nos quema a todos en esa “A Stygian Pyre”.

El punto de ruptura en “Obsidian Arc” llega con “The Sentient Arcanum” y esa introducción para la final “Dark Is The River Of Man” en la que sí reconocemos más que nunca a Agalloch (aunque detalles no nos faltarán a lo largo del álbum) en ese desarrollo más cercano al post que al black y un final épico de los que no se olvidan y te obligan a pinchar de nuevo el álbum.

Un grandísimo disco en el que echaremos de menos al resto de la banda y lo que podrían haber sido estas canciones junto a las que Don Anderson afirma guardar en su ordenador y que habrían formado parte del sexto álbum de los de Portland. ¿Algo más? Sí, por supuesto; si aseguras amar a una banda, compra sus discos, asiste a sus conciertos y apóyales, no te olvides nunca de que los artistas también necesitan comer de su trabajo, tanto como tú.


© 2017 Jim Tonic