Con el décimo álbum de Obituary tengo cantidad de sentimientos encontrados; por un lado me gusta porque me siento en terreno conocido, todo está como debe estar, sus riffs son tan familiares como los alaridos de John. Pero, por otro lado, quiero que me guste por el cariño que les tengo y la huella que siempre dejan en mí cuando les veo en directo pero mi cerebro me indica que “Obituary”, desde su nombre, es un disco aburrido y predecible hasta la náusea en el que los de Florida han decidido tirar por la calle de en medio y dar a sus fans más cazurros lo que quieren; esos mismos que en directo prefieren escuchar una vez más “Slowly We Rot” (nada que objetar, me sentiría ligeramente extraño si no la escuchase en uno de sus conciertos) o cualquiera de “Cause Of Death” en lugar de una canción nueva en la que Tardy y los suyos de verdad se arriesguen. Es la senda en la que parecen sentirse cómodos desde “The End Complete” (1992) y en la que, sin parir malos discos, nunca han vuelto a estar a la altura de su propia leyenda. “World Demise” (1994) era correcto, como “Frozen In Time” (2005) mientras que “Darkest Day” (2009) marcaba el punto más bajo de una discografía que parecería repuntar ligeramente con “Inked In Blood” (2014) o este “Obituary” (2017) en el que, mejorando lo que hicieron hace tres años, suena como una banda homenajeando a los Obituary que todos amamos.
Grabado en los estudios RedNeck Studios, Gibsonton de Florida con la obra de Andreas Marschall como portada, lo cierto es que siempre he dudado de los discos cuyo título son el propio nombre de la banda y más aún cuando no se trata de una banda joven que esté dando sus primeros pasos. En el caso de Obituary, qué significa que llamen a su décimo disco con su propio nombre; ¿falta de ideas o es que acaso este es el auténtico élan vital de la banda? Podríamos devanarnos los sesos con todo tipo de elucubraciones pero la única verdad es que “Obituary”, aunque funciona a un alto volumen si la predisposición del oyente es buena y hay ganas, no es ni lo mejor ni lo peor de la banda, tan sólo un disco más con el que sumarse a todas esas bandas que, conscientes de lo que sus seguidores demandan, deciden grabar una y otra vez el mismo álbum con la, por otro lado, sana intención de lanzarse a la carretera.
Y es que ninguna de las canciones que componen el décimo álbum de la banda destacará ni para bien ni para mal en un repertorio cuajado de clásicos; supongamos, por ejemplo, lo que podría ser la actuación de la banda en un festival de este próximo verano, de una actuación de cuarenta y cinco minutos interpretarán al menos unas catorce canciones, entre “Redneck Stomp”, “Infected”, “Bloodsoaked”, “’Til Death” o “Dead Silence” podrán colar “Brave” o “End It Now” como un pedito silencioso y nadie notará que son temas compuestos sin rastro de originalidad alguna porque no destacarán especialmente, es más estoy seguro de que habrá quien agite su larga cabellera a ritmo del pegajoso estribillo de “End It Now” y estará tambien bien, por qué no... “Obituary” es tan sólo una excusa para aparecer en el ‘rooster’ de cualquier promotora o cartel de un buen festival que se precie porque Obituary en directo siguen siendo una apisonadora a tener en cuenta y su nombre vende.
“Brave” suena a su debut de 1989 y no pasa absolutamente nada, me parece correcto el autoplagio en los riffs si el resultado es tan contundente. Las canciones de “Obituary” suenan potentes y Tardy asegura que tanto Ken Andrews como Terry Butler han tenido su espacio para aportar en la composición; como los primeros segundos de “Sentence Day” hacen presagiar algo grande que termina diluyéndose conforme la canción avanza y nos damos cuenta de que, a pesar de las buenas maneras y el atropellado ritmo de Donald Tardy, esta composición es el más claro síntoma de un álbum que se hace plano. La bajada de tempo en “A Lesson in Vengeance” funciona a la perfección a pesar de lo inteligible en la voz de John como pegadiza es “End It Now” aunque no aporte absolutamente nada a Obituary y sí a un álbum en el que empezábamos a necesitar urgentemente algo a lo que aferrarnos.
El autoplagio vuelve a hacer acto de presencia en “Kneel Before Me” (como si su hedor alguna vez se fuese de este décimo disco) al igual que en “It Lives” que se hace tan pesada y aburrida que asusta, algo similar a lo que ocurre con “Betrayed”. El solo de “Turned to Stone” nos hará levantar la ceja y es que son quizá los segundos más agradecidos de la segunda cara junto a la que posiblemente sea la mejor canción de “Obituary”; “Straight to Hell” y que demuestra que todavía podrían seguir creando material interesante si se arriesgasen un poco más o se exprimiesen las neuronas con más ganas.
“Ten Thousand Ways to Die” no es ninguna sorpresa para todos aquellos que disfrutamos de su EP, como “No Hope” añadirá algo de sangre a un álbum en el que echamos de menos más frescura, más ganas y un poco de valentía, un poco de esa bilis que tan bien le funciona a Immolation y que no supone la traición de los prefectos del death pero sí parece ser el resultado del hambre de una banda que no puede comer de esto, como a diferencia de Obituary.
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