Sería injusto afirmar que al nuevo disco de Nick Cave en 1988 lo vertebraba “The Mercy Seat”, esa canción que muchos creen que es la cima de una carrera ‘de dientes de sierra’ con tantas cimas como uno esté dispuesto a encontrar pero la verdad es que la canción por antonomasia del australiano, aparte de convertirse en pieza inevitable de sus conciertos, logro lo imposible y quizá lo que más agradecerá de por vida el propio Cave y es que ‘el hombre de negro’, el mismísimo Johnny Cash la interpretase “American III: Solitary Man” (2000); no creo que haya habido mejor reconocimiento o regalo para un tipo que siempre amó a Cash, puede que si Presley hubiese vivido lo suficiente y hubiese reparado en alguna de sus composiciones, Cave se habría sentido aún más halagado pero dudo mucho que el de Tupelo y su fortísima personalidad, además de creencias, encontrase de su agrado algunas de las morbosísimas letras de Cave. El éxito le había sonreído por fin, sus dos últimos trabajos habían atraído a numerosos fans y con “Tender Prey” no haría sino consolidar aún más su carrera y lograr el favor de una crítica que se había rendido ya ante la evidencia a pesar de que él no diese nunca más su brazo a torcer. Pero “Tender Prey” no nació de la noche a la mañana, el Nick Cave de aquella época tenía una estricta dieta a base de alcohol, heroína y speed, dormía pocas horas cada semana y estaba opositando firmemente a abandonar este mundo en un torbellino de noches berlinesas que verían su fin con este álbum.
La relación parasitaria con Jeanette Blecker, una simple groupie que le engatusó asegurándole que podría conseguir para él una tarjeta de residencia en Berlín además de buscarle más de un problema cuando se hizo pasar por agente musical y logró el desastre más absoluto en las pocas fechas europeas que contrató a los Bad Seeds, las infernales sesiones de grabación ante la desesperación del sello Mute que veía todo aquello como un pozo sin fondo en el que se les estaba yendo demasiado dinero sin obtener resultado alguno, peleas internas en la banda hasta tal punto que Cave llegó a calentarle la cara a su amigo íntimo de correrías, Tony Cohen, que terminó abandonando la ciudad rumbo Melbourne antes de que aquel ritmo de vida le llevase a la tumba, el firme compromiso de acabar por fin su libro, la grabación de la banda sonora de la película “Ghosts… Of The Civil Dead” y su participación en la cinta interpretando al desquiciado Maynard, el disco en solitario de Anita Lane, “Dirty Pearl” y la participación en la gran película de Win Wenders, “El cielo sobre Berlín” (“Der Himmer Über Berlin”) de 1987 con él y los Bad Seeds interpretando “The Carny” y “From Her To Eternity” en el decadente Explanade Hotel, además de una pequeña y desastrosa gira por Atenas fueron demasiada presión para un Cave que fue detenido cuando compraba Metadona con receta en una farmacia y, tras el cacheo, le encontraron una cantidad muy superior de heroína de la que podía llevar encima. Por triste que parezca este hecho, no sólo marcó la grabación de “Tender Prey” (ya que se compremetió a internarse en un centro de rehabilitación para evitar la condena en prisión) sino que quizá fue el punto de inflexión para un Cave que, de seguir por ese mismo camino, no habría llegado con vida a nuestros días.
Sin embargo, la génesis de “The Mercy Seat” es sinuosa y no tan clara como podría parecer a simple vista; una canción que fue garabateando de manera intermitente en su propia libreta a lo largo de seis meses de noches en vela, intoxicaciones y peleas; Cave era un yonki y vivía como tal junto a Christoph Dreher que, horrorizado ante el trajín de idas y venidas de indeseables en el piso que compartía con Cave, decidió también largarse y abandonarle a su propia suerte.
“Todo comenzó cuando me sacaron de mi casa y me sentaron en el corredor de la muerte por algo de lo que soy totalmente inocente, ya sabes, lo diré una vez más; no tengo miedo a morir”, “The Mercy Seat” quizá sea la obra cumbre de Cave pero a los Bad Seeds no les resulto nada fácil entenderla desde un punto de vista formal; se trataba de un poema en el que el ritmo se basaba en la repetición y, como tal, lo musicaron como si de un bucle se tratase. Harvey programó el bajo y la batería, además luego Wydler tocaría sobre ella, Blixa la guitarra y las cuerdas correría a cargo de Audrey Riley, Chris Tombling y Gini Ball que, al más puro estilo Seed, crean una desquiciada atmósfera sobre la que el in crescendo de la canción se arma como un torre de alta tensión, toda una pesadilla que, aún a día de hoy, todavía recuerda el propio Flood como un calvario del que casi no salen vivos con Cave completamente desquiciado en su propio mundo que entendía que la canción trataba la vida de San Juan Bautista y aseguraba poder morir tranquilo si conseguía grabarla. “El asiento de la misericordia está esperándome, creo que mi cabeza está ardiendo y de alguna manera anhelo acabar con esta forma de medir la verdad del ojo por ojo, diente por diente, de cualquier forma dije la verdad y no tengo miedo a morir…” el pobre de Christoph Dreher fue el encargado del videoclip y, aunque su toque nunca ha sido de mi gusto, hay que reconocer que sabe capturar una época y una ciudad, Cave es un presidiario, un heroinómano que espera en su celda en un crudísimo blanco y negro; quizá sea tan explícito que pierda la gracia y el misterio pero hay que reconocer que fue un acierto y con el paso del tiempo se ha convertido en todo un clásico indivisible de la obra.
“Up Jumped The Devil” tiene el difícil papel de mantener un clímax imposible tras “The Mercy Seat” por lo que, de manera muy inteligente, Cave decide salirse por la tangente con una canción que podría haber formado parte de “Your Funeral... My Trial” (1986) por el tono siniestro de cabaret como ocurre con la propia “Deanna”, la visión remozada "Oh Happy Day" de Edwin Hawkin Singers que trata sobre una amiga de la infancia del propio Cave que solía robar en las casas hasta que fue pillada ‘in fraganti’ y los dueños decidieron arreglar dándole una paliza para ella volver poco después y vengarse de ellos asesinándoles, la canción serviría para aligerar la carga de profundidad que había supuesto el primer single de “Tender Prey” y fue publicada el 5 de septiembre del 88 junto a "The Girl at the Bottom of My Glass". La ternura que irradia “Watching Alice” (que habría funcionado muy bien en la garganta del de Pómona) no tiene ni punto de comparación con la siniestra belleza de “Mercy” con Cave de nuevo interpretando a San Juan Bautista; “Parado en la aguas, en mitad del mes de invierno, mi piel de camello era un tortura, en un estado salvaje con el viento que, señor, era horrible. Estaba tan solo que, como había predicho, mis seguidores se habían largado y lloré por piedad, ten piedad conmigo e hinqué mis rodillas…” de nuevo esas referencias bíblicas salpicadas de dramatismo en lo que parece el medio oeste que tan buenos resultados siempre le han dado a un Nick Cave que parece pintar lúgubres paisajes de un mundo tenebroso que construye a la justa medida de su propio personaje; allá donde se desdibujan la persona real del papel y sus poderosísimas imágenes.
De vuelta al blues con “City Of Refuge”, inspirada en la canción de Blind Willie Johnson, "I'm Gonna Run to the City of Refuge", mezcla con sabiduría las raíces negras, la armónica y el Hammond de Cave con las guitaras de Blixa y Kid Congo Powers, la castigadora batería de Wydler y toda una caterva de amigos que, junto a los Seeds, se reunieron para los coros y crear ese ambiente comunal en una canción que todos podemos hacer nuestra mientras que la nocturna “Slowly Goes The Night”, a pesar de la programación de la batería, rompe un tanto el clímax al que parece estábamos llegando y que rompe y rasga tantísimo el álbum que “Sunday's Slave” o “Sugar Sugar Sugar” nos sumergirán en un oscurísimo círculo vicioso del que tan sólo será capaz sacarnos “New Morning” de lo que parece una pesadísima resaca en el que un más que apropiado Cave da las gracias por ver la luz de un nuevo día en el que promete que no habrá más tristeza o pena.
Irónicamente, “Tender Prey” fue publicado cuando Nick Cave aún estaba internado desintoxicándose y fue recibido con los brazos abiertos por una crítica que lo entendería como un clásico contemporáneo ante la sonrisa, con el colmillo goteante, de Cave que luchaba por algo más importante que por un tardío reconocimiento; su propia vida. Saldría limpio tan sólo tres días después de la publicación, justo para su cumpleaños, el 22 de septiembre del 88 y debería enfrentarse no sólo a entrevistas y promoción sino a una gira con las venas todavía agujereadas y hambrientas, suplicándole heroína por cada poro de su piel.
© 2017 Jesús Cano