Si al comienzo de esta crítica aseguro que soy de los hermanos Cavalera, muchos entenderán que no haya apreciado “Machine Messiah” como debiera y que el último esfuerzo de la banda que considere como una verdadera obra maestra sea “Roots” (1996) pero, siendo así en parte, no es del todo cierto. Veréis, mi problema es que viví los noventa y Sepultura, hasta mediados de aquella década, no fueron grandes sino enormes; quizá no llegaron a alcanzar el reconocimiento que de verdad se merecían pero sí se convirtieron en la banda brasileña de metal a tener en cuenta, eran valientes y arriesgados, innovadores y agresivos, contundentes y robustos, aquello era thrash y death, sonaban tan internacionales como étnicos, Sepultura eran únicos y mágicos pero tras la salida de Max algo se perdió y fue mucho más que la ausencia del vocalista y principal compositor. Reconozco que seguí con interés la carrera de la banda hasta “Nation” (2001) –lo que demuestra mucho estómago y paciencia tras haber vivido su mejor época (como me ocurre también con Max)- y recuperé ciertas ganas de volver a su universo con “The Mediator Between Head And Hands Must Be The Heart” (2013) quizá porque la ausencia también de Igor se me hacía imperdonable (tras “Dante XXI”), quizá porque “Roorback” (2003), “Dante XXI” (2006), “A-Lex” (2009) se me hacían infumables a pesar de algún que otro momento y con “Kairos” (2011) pensé que habían encontrado algo del norte perdido. Sepultura, como muchas otras bandas, deberían dejar de llamarse Sepultura y dedicarse a hacer la música que les plazca ya que técnicamente siguen siendo geniales y como músicos no hay duda alguna de su pericia pero el espíritu y la filosofía de la banda se fue definitivamente con los hermanos Cavalera (que, por otro lado, siendo también honesto han tenido tantos aciertos como traspiés, demostrándose que tanto Kisser como ellos se necesitan mutuamente para volver a parir un monstruo del calibre de cualquiera de sus obras anteriores)
Pero es algo que también se deja sentir en directo y es que si bien Derrick Green es imponente, sus últimas giras me han dejado un sentimiento agridulce con un vocalista excesivamente pesado e inmóvil (quizá damnificado por alguna que otra lesión, quizá…) y unos guturales en los que, por fin, no se le nota tan forzado como antaño pero en unas canciones en las que sigo sin encontrarle todo lo cómodo que debiera tras casi veinte años en la banda y unas canciones de los hermanos Cavalera que cada vez que son interpretadas suenan como la versión karaoke de una banda tributo homenajeando su legado. Reto a cualquiera de los lectores a escuchar en directo, in situ, la interpretación de “Territory”, “Slave New World”, “Roots Bloody Roots” o, mucho más evidente, “Ratamahatta” en manos de los Cavalera o los propios Sepultura para adivinar que los hermanos, además de llevarse el apellido, también se llevaron los cojones como cuando Lemmy fue expulsado de Hawkind.
“Machine Messiah”, la canción, es tan atípica como para que no echemos en falta a Igor o Max porque Casagrande suena compacto y con personalidad propia como Derrick en un registro muy alejado de lo que podríamos esperar de Sepultura y Kisser más cercano al hard rock con tintes bluesy llenos de sentimiento y dramatismo, dándonos una pequeña pista de por dónde tirará un álbum en el que los brasileños parecen ahondar en su faceta más progresiva; con largos desarrolloso y constantes cambios, mezclando sabiamente thrash, death pero también folk y rock.
“I Am The Enemy” es todo lo obvia que debe ser; sirvió como adelanto y suena fresca y excitante en sus primeros segundos pero pronto nos damos cuenta del pretendido regusto ‘old school’ que Kisser parece haber buscado en los Sepultura más clásicos. Sorprendente por sus arreglos orientales es “Phantom Self” y, aunque no termine de funcionar, hay que reconocer que es una de las más adictivas de un disco en el que precisamente faltan canciones que se alojen en tu memoria. “Alethea” es quizá la que más tenga que ver con la temática general del disco en la cual se nos cuenta la alienación del ser humano frente a la tecnología y el mundo virtual pero aunque conceptualmente hablando sea arriesgada y Kisser haya echado el resto en ella, la canción carece de la presencia que le presuponemos a un disco de Sepultura.
Sin embargo, por irónico que parezca, la mejor del álbum (lejos de las coordenadas del thrash más puro) es la instrumental “Iceberg Dances” en donde de verdad entenderemos el elemento progresivo de la banda en “Machine Messiah”, incluyendo fraseos de free jazz, palmas e incluso una sección flamenca y, por supuesto, mucho influjo setentero prog tras los sucísimos riffs de guitarra. Quizá la más valiente de todo “Machine Messiah” y la que nos demuestra que, aparte de grandes músicos, Sepultura siguen siendo una banda a tener en cuenta aunque poco o nada tengan ya que ver con lo que fueron.
“Sworn Oath” es la más épica del conjunto con Derrick devorando al oyente en cuanto tiene ocasión como “Silent Violence” y “Vandals Nest” añadirán la velocidad necesaria a un álbum que había perdido tempo a cada segundo mientras la irónica “Cyber God” despide “Machine Messiah” como lo habían abierto, a medio gas, de manera pesada e inusual. Como extras, “Chosen Skin” o la curiosa versión “Ultraseven No Uta” (un minuto) que como su naturaleza indica; no aportan demasiado al conjunto excepto servir de regalo.
“Machine Messiah” es un buen disco, uno muy ambicioso, tanto que pierde la fuerza por la boca y hace suya la célebre frase de la potencia sin control (de la ambición sin un objetivo claro) porque sin poder considerarse mediocre, queda lejos de “The Mediator Between Head And Hands Must Be The Heart” con unas canciones que te costará recordar porque ninguna es memorable ni destacable, con una amalgama de ideas que, como la impresionante y bonita portada de Dela Rosa ("Deus Ex-Machina"), llama poderosamente la atención pero cuesta quedarse con algo en particular, un detalle. Imposible acudir a la razón cuando hablamos de un gran músico como Kisser pero también imposible no dejarse llevar por el corazón y la decepción cuando lo que suena poco o nada tiene que ver con la genialidad que una vez fueron Sepultura. Aceptable pero no reseñable, un paso más, tan sólo eso, con todo lo bueno y todo lo malo que ello trae consigo, como le pasa a Max sin Kisser y a Kisser sin Max…
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