Si hace años alguien me hubiese dicho que me encontraría nervioso ante el nuevo disco de Mike Oldfield, me habría reído en su cara. Y no porque no respete y haya disfrutado a lo grande de la música del de Reading sino precisamente por ello. Porque he rayado discos como “Tubular Bells” (1973), “Hergest Ride” (1974) y, por supuesto, “Ommadawn” (1975) y porque soy de los que creen que lejos de la gloria, Oldfield es un maestro que siempre nos ha regalado grandes momentos incluso en sus obras más irregulares. Es por eso que “Return To Ommadawn” no tenía todo el sentido que el propio Oldfield se empeñaba en explicar cuando aseguraba que sus tres primeros álbumes seguían siendo los favoritos de muchos de sus seguidores y se planteaba un supuesto regreso a una tierra conocida por todos nosotros pero mis miedos se confirmaron con la ausencia de noticias del proyecto y, de golpe y porrazo, cuando la extraña portada de “Return To Ommadawn” vio la luz. Gustándome por su fantasía y lo evocador de la ilustración (reconozcámoslo, es bonita), obviamente esperaba algo muy diferente; poco tenía que ver con “Ommadawn” (1975) y, si me disculpan, aún menos con aquella segunda parte que debería haber sido “Amarok” (1990), para colmo volvíamos a una larga suite por cada cara. Oldfield es un genio -en eso estamos todos de acuerdo- pero también es bien conocido por todos los que le seguimos desde hace más de dos décadas que a veces es demasiado autoindulgente y complaciente con su propio material, que ha echado el resto cuando debía y nos ha regalado auténticas obras maestras pero también trabajos más flojos o indignos de su talento; ¿sería capaz de no defraudarnos con este regreso a Ommadawn? La respuesta es sí, Oldfield no sólo no nos ha decepcionado sino que, sin ser una obra maestra, posiblemente haya firmado su mejor disco en los últimos quince años y eso ya es todo un tour de force que sus fans deberíamos apreciar y valorar como la golosina que es.
Naturalmente, aquella magnífica mezcla entre rock, rock progresivo e incluso pop con influencias celtas ya no resulta tan innovadora como hace décadas y es verdad que a excepción de Oldfield, en mayor o menor medida, hemos tenido a artistas de cualquier pelaje (e infinito menos talento) que han saqueado la mística del folklore en pos de unos pocos billetes y ni siquiera el sonido de este álbum sorprenderá a los paladares más habituales del inglés pero tampoco hace falta porque para disfrutar de “Return To Ommadawn” tan sólo hace falta tener un mínimo de sensibilidad y sí también paciencia porque por mucho que odie semejante tópico; sí que es cierto que es un álbum que entra poco a poco y con muchas escuchas pero no porque no demuestre sus ases a la primera sino porque son cuarenta minutos divididos en dos partes que requieren su tiempo si uno quiere disfrutarlas a otro nivel.
La primera cara, “Return to Ommadawn, Pt. I”, se construye poco a poco gracias a esa percusión sobre la que las guitarras se irán creciendo sobre un colchón de mandolinas. Un bodhran marca el galope mientras una suave percusión africana sube la intensidad. Puede que Oldfield no posea la agilidad del pasado pero sinceramente no echo en falta ninguna exhibición a velocidad meteórica en ninguno de sus solos, fraseos y licks cuando cada una de sus guitarras derrocha más sentimiento que cualquiera de los ahora denominados ‘corremástiles’ cuyas hazañas se quedan tan sólo en un simple ejercicio gimnástico. Oldfield es sabio y sabe cómo instrumentar sus composiciones; hay energía pero también ternura y recogimiento, hay belleza pero también arreglos vocales repletos de épica y aunque el solo final no llegue a las cotas de intensidad que se podría esperar tras diecisiete ensoñadores minutos, la primera parte de “Return to Ommadawn” es tan notable como heroícas las flautas y la mandolina con las que se cierran.
Quizá la segunda parte, “Return to Ommadawn, Pt. II” posea más belleza y sensibilidad en cada uno de sus pasajes que la primera parte y tras muchas escuchas encierre alguno de los mejores momentos de todo el álbum o, por lo menos, aquellos que llegan más hondo. Cristalinas acústicas sobre arreglos de viento y una eléctrica que parece querer encabritarse y, sin embargo, Oldfield domará o un final que prometía ser tan poco contenido que el cambio de tercio folkie nos romperá por la mitad en su último minuto pero también nos dejará con ganas de más, de mucho más.
Honradamente, sé que no es la gran obra que incomprensiblemente muchos siguen pidiéndole a Oldfield –quizá ajenos a que ya las ha firmado, ya no tiene ningún tipo de obligación con nada ni nadie más que con él mismo, y quedarán en nuestra memoria para siempre- pero es imposible no emocionarse con “Return to Ommadawn”, metértelo en la mochila y dejar que te acompañe en las frías noches de invierno. Oldfield sigue siendo Oldfield aunque Ommadawn, teniendo ecos de aquel y otras de sus obras, ya no sea el mismo lugar en el que muchos nos refugiamos pero tampoco nos importe demasiado porque sigue siendo música de altura.
© 2017 Jim Tonic