Para escuchar un disco de Devilment, lo primero que hay que hacer es librarse de los prejuicios; de cualquier pensamiento negativo acerca de la prostitución de la oscuridad de la que Dani Filth ha hecho gala a lo largo de sus últimos veinte años y una carrera irregular tras “Cruelty And The Beast” (1998), gira en la que tuve la inmensa suerte de poder verles en directo. Una carrera de la que tan sólo puedo salvar “Midian” (2000), “Damnation And A Day” (2003) en menor medida y un “Hammer Of The Witches” (2015) que ha sabido a gloria a todos aquellos que disfrutamos en su momento de Filth y pensábamos que las deserciones en el seno de la banda afectarían en mayor medida a la consistencia del proyecto. Y es que Devilment supone una cara mucho más accesible que la intención original de Cradle Of Filth y, sin que esto pueda significar algo malo, sí que es verdad que a veces sonroja levemente escuchar algunas canciones de Devilment y encontrarse las edulcoradas voces de Lauren Francis cuyo concepto de oscuridad se limita al esmalte negro de sus uñas y disfrazarse pero supongo que la idiosincrasia de un tipo como Filth, capaz de vivir en una mansión isabelina, pero también entregarse a los placeres más burgueses de nuestro siglo son la cara y la cruz que han llevado a Cradle Of Filth a convertirse en un chiste sin gracia y a Devilment en un proyecto paralelo en el que debemos de aceptar que la intención de Filth es engordar sus ganancias y elevar a la enésima potencia todo aquello que hizo de Dimmu Borgir unos superventas sin llegar a traicionar los postulados de Cradle Of Filth y que sus fans, nosotros, nos echemos encima del inglés por mancillar el nombre de aquellos que una vez supieron y quisieron firmar “The Principle of Evil Made Flesh” (1994), “Dusk... and Her Embrace” (1996) y el anteriormente mencionado “Cruelty and the Beast” (1998).
Es verdad que “The Great and Secret Show” (20014) fue una agradable sorpresa pero también que “II - The Mephisto Waltzes” es quizá superior a aquel por la cantidad de elementos que saben desplegar en sus canciones. Por el contrario, ello también supone un obstáculo para las mentes más cerradas o tradicionales (o quizá no tanto) que no entenderán esa ligereza a la hora de pasar del groove más cabezón al goticismo de baratillo, del metal más acelerado al pop bailable. ¡Qué demonios, a mí mismo me cuesta digerir que tras un pesadísimo riff al más puro estilo groove de Virginia se atrevan a coquetear con bases más bailables mientras Filth vuelve a gritar como una bruja y Lauren Francis como Katy Perry!
“Judasstein” es un comienzo comedido en esa ensalada de influencias en la que acaba trasformándose “II - The Mephisto Waltzes”. Grandeza y ampulosidad en un desarrollo épico y repleto de arreglos que convierten la mezcla en una densísima amalgama de oscuridad y contundentes riffs. No pasa nada, “Hitchcock Blonde” y el humor de su letra hacen buenas migas con ese toque bailable en el que Filth parece querer convertirse en Rob Zombie como Francis transformará a los Cradle Of Filth ralentizados de “Under the Thunder” en una versión remozada de Evanescence en la alternancia de voces entre Filth y ella. Cierto también es que en “Full Dark, No Stars” será en donde contemplemos el experimento al completo y Francis brille con luz propia, pena que la canción fracase por el histrionismo vocal de Filth y porque, seamos honestos, es la canción que nunca habríamos querido escuchar en una banda liderada por él.
“Shine on Sophie Moone” y “Life Is What You Keep from the Reaper” son dos de los grandes momentos del disco y cuyo único defecto bien podría ser la excesiva duración de unas composiciones que no necesitan de tanto minutaje cuando lo único que demuestran es la repetición de estructuras. “Shine on Sophie Moone” resulta por su lúgubre ambiente y la contundencia de sus guitarras pero también el romanticismo que derrocha en el puente mientras que “Life Is What You Keep from the Reaper” y su toque oriental funcionan hasta que la voz de Francis vuelve a hacer su aparición y le da su toque pop.
Lo mismo que “DEA Della Morte” (más de lo mismo) o “Entangled in Our Pride”, las mismas ideas de todo “II - The Mephisto Waltzes” pero sin que estas les lleven a ningún sitio diferente y quizá con menos inspiración como demuestra ese dueto entre Francis y Filth que es puro azúcar. Tintes épicos en “Hell at My Back” que son tan breves como chocantes los intentos de Dani Filth por convertirse en el Justin Timberlake de las tinieblas en “The Seductive Poison” o una carta de despedida tan forzada como “Father Dali” que, muy a mi pesar, es lo mejor de su segunda cara.
He leído a algunos seguidores y plumillas que aseguran que “II - The Mephisto Waltzes” es una gran obra y la senda por la que debería transitar Dani Filth con su proyecto principal. Por favor, no nos equivoquemos y confundamos aún más a Dani y sus fans más jóvenes por un par de absurdos comentarios hechos con todo el esnobismo del mundo para atraer las miradas de los lectores casuales. “II - The Mephisto Waltzes” es superior a “The Great and Secret Show” pero no al notable “Hammer Of The Witches” y, habiendo mamado la música de Cradle Of Filth durante dos décadas, ni por todo el oro de Erebor querría verles convertidos en todo lo que Devilment representan. Es por eso que Dani –bastante más inteligente que todos aquellos que escriben sin haberle escuchado lo suficiente siquiera sin conocer su obra- decidió hacer los experimentos con gaseosa y no con Cradle Of Filth que es con lo que paga sus deportivos y esa mansión gótica en la que vive. Por lo tanto, lo nuevo de Devilment es resultón pero es tan sólo un divertimento y, como tal, debe ser tratado o, por lo menos, por el momento. Son tan sólo una mezcla de Filth con Evanescence y la purpurina de las fiestas de Halloween más petardas; esa que por la noche divierte y al día siguiente pica hasta el alma con su simple recuerdo.
© 2017 Jack Ermeister