Con el tiempo he ido perdiendo cierta sensibilidad en algunos momentos en los que los de mi alrededor, sin embargo, han ganado en volatilidad y no me avergüenza admitir que la última vez que vi a los fineses en directo (en la pasada edición del Hellfest) me llevé una pequeña decepción mientras a mi alrededor sentía que había personas que creían estar viendo la actuación definitiva. Insomnium, técnicamente hablando, seguían enfrascados en la gira de “Shadows Of The Dying Sun” (2014) y digo técnicamente porque las sesiones de grabación de “Winter’s Gate” ya podían darse por concluídas a falta de los últimos detalles y me decepcionaron (si es que se puede afirmar tal cosa de los de Joensuu) porque lo que me encontré sobre las tablas fue a una banda más de death metal melódico; nada que ver con lo que había visto tres años antes en España y es que tenía la sensación de que toda esa cantidad de matices y ambientes melancólicos que tan bien saben manejar en el estudio y que les acerca, sin ningún tipo de rodeo, a un metal progresivo en el que incluso se permiten el lujo de trascender las propias fronteras del subgénero e inclinarse hacía el doom pero también al black, en directo se desdibujaba y perdía riqueza para ganar en contundencia.
Además, aunque “Shadows Of The Dying Sun” me parece un buen disco, tampoco me parecía redondo y tenía mis dudas, más cuando la sombra de “Above The Weeping World” (2006) se hacía alargada con la interpretación de sus temas en directo, ¿qué podríamos esperar de Insomnium y su esperado “Winter’s Gate”? Soy de los que, aparte de no empatizar con los orgasmos místicos de aquellos y aquellas que en directo creen ascender a los cielos con casi cualquier cosa con tal de cerrar los ojos, piensan que la prensa musical de nuestros días es un auténtico y jodido asco promocional en el que se ha perdido la completa sinceridad a favor de la venta, de la publicidad y cada vez que leo un titular, una crónica o una entrevista no puedo sentir menos que una enorme nausea cuando los artistas aseguran estar grabando o acabando de publicar su mejor disco en años y los periodistas se deshacen en elogios gratuitos con tal de llenarle la sala a su amigo promotor o no perder su pase de acceso pero, en el caso de Insomnium, la banda estaba en lo cierto cuando nos hacía partícipes de su entusiasmo y, pese a mis temores, no he podido más que suspirar aliviado y disfrutar del que es, sin duda, uno de los mejores discos de este año y quien me conoce o me lee sabe que no suelo ser dado a este tipo de afirmaciones y, menos aún, sin que el año pueda darse por concluído.
“Winter’s Gate”, producido por Teemu Aalto (“Shadows Of Dying Sun” pero también Omnium Gatherum) es todo un festín que no sólo gustará a los que aman de las buenas producciones (de esas que produce auténtico placer escuchar y uno no ha de preocuparse por el formato, la edición, la masterización del acetato e incluso el reproductor) con un resultado equilibrado y bello, repleto de matices, estados de ánimo, pasajes instrumentales de una sensibilidad incuestionable y detalles que merecen por sí solos la compra del álbum sino también una solidez y agresividad, una contundencia y rotundidad que, sumado a todo lo anterior, le dotan de una épica increíble. Sí, Insomnium pueden haber ganado en robustez en “Winter’s Gate”, como fui testigo de su directo hace cuatro meses, pero no por ello han perdido la habilidad para romperte el corazón por la mitad con sus arreglos y melodías más emocionales. La etiqueta de death metal melódico se les ha quedado pequeña desde hace mucho pero con este nuevo álbum le han dado una vuelta de tuerca más a su propuesta.
Publicar un disco con una sola canción, estructurada como una suite en siete piezas que pueden escucharse de manera independiente sin que ello afecte al resultado es todo un logro cuando lo que habitualmente nos encontramos son este tipo de exhibiciones por bandas que carecen de la inspiración suficiente para ello. Tras la melancólica introducción de “Winter's Gate, Pt. 1” que servirá para ambientarnos, serán las guitarras de Vanhala y Friman las que nos abran en canal gracias al nervio de la mano derecha de los dos músicos y Niilo entre justo cuando Markus Hirvonen apriete la canción y adquiera aún más intensidad vikinga que secunde la narrativa del propio Niilo, la transición entre las dos primeras partes es brillante y ensoñadora –no se puede describir de otra forma- pero Insomnium no ahondarán todavía en esa nostálgica tristeza propia de la añoranza del guerrero sino que aumentan aún más la épica y convierten “Winter's Gate, Pt. 2” en un canto heroíco fortalecido con los arreglos de cuerda y un pasaje acústico con coros de Teemu Aalto y un desenlace aún más explosivo gracias al doble bombo de Hirvonen.
De nuevo, el puente a “Winter's Gate, Pt. 3” está tan bien hilvanado que nos hace entender que “Winter’s Gate” es una pequeña obra de orfebrería en la que no sobra nada y cuya exactitud en su extensión no es fruto de la casualidad ya que encaja todo a la perfección. La progresión de “Winter's Gate, Pt. 3” es sorprendente porque hasta la mitad de la composición no será cuando parezca eclosionar con un riff más grueso en un medio tiempo que volverá a ser Hirvonen el que lo dote de agresividad sin perder ni un ápice de melodía. “Winter's Gate, Pt. 4” les sitúa más allá de los férreos designios del death y del metal, adentrándolos en las grandes composiciones acústicas de los setenta que de no ser por sus últimos tres minutos de distorsión y rasgado gutural de Niilo podría haberse convertido en todo un viaje a esa década, un detalle a tener en cuenta son esos teclados de Friman, Vanhala y Sevänen que nos acomparán durante todo el disco y que serán el bellísimo hilo conductor a “Winter's Gate, Pt. 5”, en un tono más crepuscular y triste que premiará al oyente en “Winter's Gate, Pt. 6” en donde la canción parece subir de intensidad y erguirse majestuosa hasta el torbellino que son los tres primeros minutos de “Winter's Gate, Pt. 7” en cuya segunda parte las guitarras acústicas derrocharán clasicismo hasta despedirnos con ese silbido invernal que nos hará darnos cuenta del largo viaje que hemos iniciado tan sólo cuarenta minutos antes.
Una suite que será capaz de helarte el corazón a través de una historia creada por el propio Niilo Sevanen con los mejores riffs que posiblemente hayan firmado los finlandeses en toda su carrera pero también con unos arreglos, jalonados por una base rítmica sólida y brillante, que te hará querer invadir un país o tomar los mares cuando se lanzan al galope. Por discos como este merece la pena esperar hasta otoño; bello, adictivo, profundo e inspirado, no se puede decir más, tan sólo queda escucharlo una vez más…
© 2016 Jim Tonic