Concierto: Kvelertak (Madrid) 27.11.2016

Una gélida y desangelada noche de domingo nos traía a los noruegos Kvelertak de nuevo a España y una discretísima entrada (apenas  dos tercios de la sala con la segunda planta  cerrada) evidenciaba su poco poder de convocatoria por muchas razones, luego no nos llevemos a engaños; Kvelertak nos han visitado hasta en nueve ocasiones, contando con este último bolo de Madrid, en los últimos cinco años, bien con Slayer dando forma a un cartel con Anthrax, el Azkena, el Primavera Sound o nuestro querido Resurrection Fest allá por 2011, cuando muchos promotores no sabían siquiera de su existencia y el público menos aún, en Viveiro los trajeron en su mejor momento. También es verdad que el atractivo de este nuevo paso por España era el de su primera visita por salas como protagonistas absolutos de su propia gira, haciéndose acompañar de Skeletonwitch (que tampoco llenaron en su anterior visita en su gira Hell Has Arrived Over Europe, a nadie debería sorprender, por tanto, el pinchazo), y la presentación de su tercer trabajo, “Nattesferd”, que siendo un buen álbum –seamos honestos- no está a la altura de “Meir” (2013) o su homónimo debut del 2010, marcando una clara línea descendente que es quizá fruto de un éxito basado en el boca a boca que no les ha permitido tomarse un buen descanso sino que en los últimos seis años han tenido que dejarse la piel sobre los escenarios de medio mundo, siendo habituales de cualquier festival europeo que se precie. Y lo que en un principio puede verse como un añadido para afianzarse y soltarse en el directo ha terminado por pasarles factura a la hora de sentarse a escribir.

“Nattesferd”, su nuevo disco, como decía unas pocas líneas más arriba no es malo, ni mucho menos, pero es claramente un disco transicional en el que parecen haber subido el volumen allá donde la inspiración no llegaba, con una producción, a cargo de Nick Terry, que hace que echemos muchísimo de menos al salvajísimo y descarnado Kurt Ballou de Converge porque “Nattesferd” suena poco arriesgado, conservador y domesticado; si te gusta Kvelertak –como es mi caso- disfrutarás de cada una de sus canciones pero, al acabar, pensarás; ¿Y ya está? Lo cierto es que Erlend Hjelvik, con el inevitable búho, y los suyos volvían a España para intentar convencernos de las bondades de su última entrega, siendo suficientemente generosos y arriesgados como para que la mitad de su repertorio se componga de las canciones de esta, lo que demuestra la seguridad o fe que tienen en su colección de temas.

En mi caso, siendo la cuarta vez que les veo en dos años, no sentía hastío pero sí cierta sensación de repetición e indiferencia (lo cual es malo, muy malo…), que imagino que muchos habrán compartido conmigo, y ni siquiera la mal llamada evolución, que otros justifican para defender “Nattesferd”, suponía un aliciente para mí cuando, tras verles de nuevo, he podido comprobar que en directo son exactamente la misma banda de hace cinco años (lo cual no es tan malo si mantienes también el nivel en el estudio) con el mismo sonido, la misma puesta en escena y los mismos clichés pero quizá más cansados, más agotados (algo innegable cuando vemos el estatismo de Landa u Ofstad, Nyggard en segundo plano y Erlend representando su papel de nuevo Hank Von Helvete, luciendo tripita sin complejo alguno) algo inconcebible en una propuesta musical como la suya, y es que tras las primeras canciones el sonido (por cierto un horror el de la sala, hasta bien entrado el concierto no pudimos percibir a todos los instrumentos con claridad y la voz no se escuchaba como debería) que eran capaces de sacar de sus instrumentos y nos arrojaban los bafles no parecía corresponderse con la actitud de los seis músicos del escenario (por otro lado, demasiado pequeño para dejarles respirar y moverse). Supongo que para muchos chavales, siendo su primera vez, estarían encantados y está bien, así debe ser, pero a las bandas hay que pedirles más; ¿dirán lo mismo estos críos cuando dentro de cinco años hayan presenciado varios conciertos de Kvelertak y se encuentren más de lo mismo pero con unos músicos aún más agotados?

Posiblemente, el problema de Kvelertak sea que son una buena banda pero no la gran formación que muchos nos han intentado vender; han grabado dos grandes discos y resultan divertidos en los festivales y funcionan, por supuesto que sí. Kvelertak en directo –a pesar de lo dicho más arriba y el agotamiento de cinco años sin descanso en la carretera- son tan cafres y divertidos, tan rock ‘n’ roll y con tanto nervio como pocos de su generación, acudir a un concierto de los noruegos es todo un acierto, se mire por donde se mire, y las canciones de “Nattesferd” la verdad es que no destacan; con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Lo bueno porque “Dendrofil For Yggdrasil” o el single que es “1985”, son una buena apertura y forman un todo con las canciones de “Kvelertak” y “Meir” pero tras “Berserkr” u “Ondskapens Galakse” nos percataremos de que esa supuesta homogeneidad se transforma en aburrimiento cuando hemos sido testigos de cómo la pista se vuelve loca con “Bruane Brenn”, la propia “Kvelertak” e incluso “Utrydd Dei Svake” pero recibía con frialdad la irregular “Nattesferd” en la que las guitarras, por lo menos, le daban todo el empuje que le faltaba.

“Blodtørst” u “Offernatt” fueron una auténtica descarga de adrenalina, salvajes y arrolladoras mientras que “Svartmesse” apaciguó demasiado los ánimos siendo un recio medio tiempo como es y, como decía, el trío “Bruane Brenn”, “Kvelertak” y “Utrydd Dei Svake” terminó por caldear un concierto que tuvo una canción para todos los presentes pero no todos salieron de allí con la misma cara de felicidad.

Una actuación con una gran cantidad de sentimientos encontrados cuando no hay reproche alguno; Kvelertak han cumplido su parte del trato y no podemos salir decepcionados pero es inevitable olvidarse de la sensación de que algo se ha perdido por el camino. Quizá sea que nuestra capacidad de sorpresa es cada vez menor, igual que la suya al no haber crecido como se esperaba de ellos (como, por poner un ejemplo, Baroness) y han dejado de ser la irreverente sorpresa mejor guardada de la fría noruega para convertirse en una banda más de las muchas que visitan nuestros escenarios. El búho de Erlend Hjelvik no es tan fiero como lo pintan o necesita un descanso…


© 2016 Jim Tonic