Es cierto que muchos aficionados desconocen la famosísima Ley de KoЯn, defendida por estudiosos a lo largo de los años, y que describe a la perfección la mezcla de sensaciones cuando escuchamos siempre sus últimos discos y cuyo enunciado viene a ser el siguiente; “Todo entusiasmo tras ser testigo de una actuación de KoЯn en directo es inversamente proporcional a la misma tras escuchar un nuevo álbum de estudio de la banda” Porque KoЯn han sabido envejecer con dignidad, suenan potentes y la veteranía se nota en sus tablas, rara vez saldrás defraudado de uno de sus conciertos y conozco casos de gente que les odiaba o daba por muertos y han sido reconvertidos tras cualquiera de sus actuaciones pero, siempre el “pero”, esa sensación que transmiten en directo suele convertirse en desilusión cuando escuchamos su último disco y, sin rondar la mediocridad, no terminan de cuajar como sí ocurría hace muchos años cuando el chándal y las rastas reinaban por todo lo alto tras el dramático final del grunge.
Seguramente me busque muchos enemigos o descreídos si digo que me subí al carro de Jonathan Davis y los suyos muy pronto, allá por 1994, y he resistido contra viento y marea cuando, tras “Issues” (1999), pegaron aquel bajón creativo y fueron desdeñados por el gran público; ese mismo que no le concede a KoЯn el valor que tienen y, sin embargo, se matan por una entrada a un concierto suyo o han llorado lágrimas de sangre cada vez que una de sus muchísimas giras ha pasado de largo de nuestro país. El olvidado por muchos “See You On The Other Side” (2005), el desconcertante y transicional “Untittled” (2007) que sirvió para que el simpático Ray Luzier entrase en la banda o “KoЯn III: Remember Who You Are” (2010) no eran malos discos, tenían sus momentos, pero se sentían demasiado aburridos y por eso celebré “The Path Of Totality” (2011) que muchos aseguran que es el peor trabajo de la banda pero en el que, gracias a su asociación con Skrillex, dieron un brusco golpe de timón y supieron mezclar su sonido con el denostado dubstep ante un público que nunca lo entendió ni valoró su atrevimiento (la gira de la que fui testigo fue sencillamente espectacular) y les llevó a una rápida recuperación ‘in extremis’ con “The Paradigm Shift” (2013) con el que pretendían dejar atrás cualquier experimento.
Pero seguramente, lo que mejor le haya sentado a KoЯn (que no a la salud emocional del siempre frágil Jonathan Davis) ha sido la gira de aniversario de su debut, “KoЯn”, en la que interpretaron cada noche aquel disco con el que irrumpieron en 1994 y nos dejaron a todos boquiabiertos, un disco duro de escuchar pero esencial para entender la segunda mitad de los noventa y que, como pude comprobar de boca del mismísimo Brian "Head" Welch hace un par de años, les hacía mucha ilusión tocar íntegro en directo, horas antes de su actuación en el ya mítico Hellfest. Y digo que ha sido lo mejor que les ha podido ocurrir en vista del resultado del nuevo álbum, “The Serenity of Suffering”, en el que KoЯn no nos sorprenden porque es bastante complicado que una banda o artista lo haga varias veces a lo largo de su carrera y su sonido es tan inconfundible como para que se sientan los suficientemente orgullosos de su marca, pero sí que han conseguido con unas canciones muy inspiradas que, lejos de las inevitables comparaciones con su propio repertorio, pueden estar entre lo mejor de su carrera. Por tanto, ¿es el mejor disco de KoЯn? No, claro que no, pero sí que es lo mejor desde “Issues” (1999) y eso ya es todo un logro.
¿Cuántas veces hemos escuchado a un artista asegurar que su nuevo trabajo es lo más duro que habían grabado en toda su vida? Podemos contar por miles las veces que nos han jurado que sería lo mejor que escuchásemos, lo más duro, lo más oscuro o esas temibles vueltas a unas raíces que habitualmente no son más que refritos. Pero en este caso, ni “Head” (ya plenamente integrado por la gracia divina) ni “Munky” mentían y su ánimo por experimentar con diferentes tipos de afinaciones (lo cual tampoco es algo tan nuevo en el universo de KoЯn) y la inspiración de un Jonathan Davis que aseguraba no poder interpretar una sola vez más el debut de la banda y haber sufrido cada noche rememorando los momentos que le inspiraron a escribir aquellas canciones, sí que han parido de alguna forma las nuevas composiciones. Lejos de Ross Robinson (o el manto de productores de los que se han sabido rodear en cada trabajo), la banda ha decidido trabajar con todo un experto veterano como Nick Raskulinecz, a cuyo currículum pocas quejas se le pueden poner, que ha sabido lograr un sonido brillante pero robusto y quizá esto pueda parecer una ironía ante la obviedad ya que podremos sacarle todas las pegas que queramos a KoЯn pero pocas bases rítmicas pueden presumir de semejante robustez con un bajista como “Fieldy”. El sonido de “The Serenity Of Suffering” es rico en matices pero sólido y barroco en su concepción, no hay lugar para la desnudez, pinchar el disco a todo volumen es sentirse apabullado por lo masivo de su sonido pero también por lo directo y es que, ahora sí; quizá sea su disco más pesado y duro hasta la fecha y el papel de Nick ha sido vital cuando les ha pedido recuperar la energía en la voz de Davis (¡quiero escucharte gritar de verdad!-le dijo) o les ha instado a “Head” y “Munky” a juguetear con sus guitarras y recuperar aquellos tonos angustiosos, extraños y atmósferas enrarecidas que sólo ellos supieron colar en las listas hace dos décadas.
“Insane” es un single en potencia y funciona como tal, la guturalidad de Jonathan Davis nos sorprenderá a todos a las primeras de cambio, como su versatilidad (a pesar de los años de constantes giras) para cambiar a un tono mucho más melódico pero quizá sea su garganta y la brutalidad del inicio o los ‘scratches’ de C-Minus lo que nos rompan y hagan que subamos el volumen, descreídos, hasta este momento, de que el nuevo disco de KoЯn nos haría recuperar la fe en ellos en estudio. Como “Rotting In Vain” y las injustas críticas por la constante comparación con “Falling Away From Me” no serán suficientes como para evitar que nos ilusionemos ante la energía recuperada; unas guitarras sólidas y Davis haciendo ‘scat’ al más puro estilo de “Twist” (”Life Is Peachy”, 1996) en la que parecía convertirse en un perro rabioso que veinte años después sigue mordiendo con la misma rabia.
Esas guitarras sonarán aún con más contundencia en la dolorosísima “Black Is The Soul” que posee uno de los mejores estribillos de toda su carrera o la visceralidad en estado puro que es “The Hating” y de nuevo un acierto pleno en la melodía. El famoso dúo con Corey Taylor (Slipknot, Stone Sour) funciona a la mil maravillas porque, a pesar de esas comparaciones con canciones anteriores, las dos voces se fusionan perfectamente y el estribillo es tan pegadizo o más que la propia “Take Me” y esa hiriente guitarra heredera de la rabia de “Blind”. “Everything Falls Apart” es “puro sonido Life Is Peachy” y “Die Yet Another Night”, aunque más juguetona y menos pesada, resulta gracias al brutal contraste entre estrofas y estribillos en una segunda cara en la que la percusión y programación parece adquirir un papel predominante sobre las guitarras, muestra de ello es la rítmica “When You're Not There” o “Next In Line” y ese “staccato” de su riff.
“Please Come For Me” es la más accesible de todo el conjunto mientras que “Baby” parece una jam de “Rotting In Vain” hasta que coge cuerpo gracias al riff principal, uno de los más rotundos del álbum, y “Calling Me Too Soon” nos despide entre los aullidos de las guitarras de “Munky” y “Head” mientras Davis desgrana esas melodías a medio camino entre el nu metal, el trip hop y canciones de cuna envenenadas.
“The Serenity Of Suffering”, estilísticamente hablando, podría situarse en el tiempo como la continuación de “Untouchables” con la inspiración de “Issues” o “Life Is Peachy” y la crudeza de “KoЯn” pero lo más importante es que nos demuestra aquello que ya sabíamos los que les hemos disfrutado en directo y seguido a lo largo de dos décadas y es que están en un tremendísimo estado de forma que no se ha correspondido con los últimos trabajos entregados y este les vuelve a situar en primera línea. Suenan exactamente como nunca deberían haber dejado de sonar y a nosotros nos hacen sentir adolescentes de nuevo desde la primera a la última canción del disco, pasando por la deliciosa portada de Ron English, “The Serenity Of Suffering” es todo un caramelo al que poco más hay que añadir, otra cosa es que nunca te haya gustado el sabor de KoЯn. En marzo tenemos una cita con Davis en el backstage de KoЯn y esperamos decirle en persona lo mucho que hemos disfrutado de “The Serenity Of Suffering”, eso seguro…
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