De golpe y porrazo, para que no duela; la evidencia de que el rock ya no es lo que era es que bandas como Green Day sean ahora masivas. Ya está, ya lo he escrito pero es que recuerdo con añoranza mis días de instituto; cuando Nirvana y Pearl Jam reinaban por todo lo alto, Metallica eran odiados por usar rímel y Offspring y Green Day tocaban en Madrid en la sala Revolver. Aquello era poco más que un bar que, sin embargo, en los noventa vio pasar por su escenario a lo más florido del metal y el rock alternativo y Green Day eran habituales de aquel garito pero todo cambió tras la publicación de “Dookie” (1994) y es que, en menos de un año, pasaron de tocar en una sala para unos cientos de personas a llenar el Palacio de Deportes de la Comunidad en un concierto del que tuvimos que devolver las entradas después de que Billie Joe cancelase aquella gira por enfermedad y es que al líder y guitarrista de Green Day se le hizo cuesta arriba la agenda de festivales y conciertos, se le atragantó el éxito y no se le ocurrió otra cosa que rebajar el estrés y la ansiedad con un par de botellitas de alcohol. De aquello hace ya veinte años y todavía conservo las entradas pero, lo más gracioso, es que muchos de los que hoy se enfadarán leyendo esta crítica o me discuten la valía de Green Day como cabeza de festivales, pabellones o estadios, por aquel entonces no habían ni siquiera nacido. ¡Pero no pasa nada! Benditos ellos que pueden bajarse toda la discografía a golpe de ratón o leer esto que yo les cuento a través de la todopoderosa Wikipedia o no… Porque no es lo mismo vivirlo en primera persona a que te lo cuenten o, mucho mejor, escuchar a una banda durante veinte años, ser testigo de su evolución y ser tú mismo quien juzgue su carrera sin que ningún medio digital te diga lo contrario.
Green Day, como muchos otros artistas, pertenecen a salas, son bandas que deben disfrutarse cerca y no, no son gigantes por muchas pantallas que ahora puedan llevar, plataformas, confeti y algunas personas os hagan creer que son puramente punk que no, que tampoco lo son. Green Day estaban mejor encuadrados en los noventa; allí no había dudas, vendieron mucho con “Dookie” y su posición en festivales ascendió pero eran incomparables a aquellas bandas que no habían tenido un solo disco millonario sino varios y, sobre todo, que defendían su valía sobre el escenario. Green Day eran divertidos, se habían colado en las listas pero no pertenecían a ellas, Tré Cool se perdió haciendo autoestop de gira por España, Billie Joe era gracioso y Mike Dirnt era simplemente un bajista más, no era Paul Simonon pero a nadie se le ocurría semejante comparación, en una época en la que Offspring les ganaron la mano publicando el notable “Ixnay on the Hombre” (1997) –cuyo concierto en el Pabellón del Real Madrid fue inolvidable, creédme; inolvidable con The Vandals corriendo desnudos entre el público- mientras que ellos se apresuraron a exprimir la vaca de “Dookie” con un disquito como “Insomniac” (1995) que eran claramente las sobras del anterior (y fue vapuleado por la crítica, ninguneado por los fans y si convencía a algunos era porque aquellas canciones fueron compuestas en su mejor momento) e intentaron arreglarlo con “Nimrod” (1997) y el concierto prometido en Madrid (con el consiguiente descenso de público con semejantes fiascos bajo el brazo y después del archifamoso “Dookie”, celebrándose finalmente en La Riviera; pasábamos de un recinto con capacidad para más de una decena de miles a mil y poco, que sirva como evidencia de lo que digo) junto a D-Generation en el que Billie Joe acabó tan bebido que se atrevió a reírse de Marilyn Manson versionando “The Beautiful People” pero de eso hace mucho, mucho antes de que Offspring perdieran la frescura y las ganas por la música en pos de la buena vida y la comida basura y Green Day fuesen ascendidos al estatus de ‘gran banda’ al que nunca han pertenecido por una generación a la que se le vende lo que uno quiere y que todo esto que cuento le sonará a chino o a batallas de alguien que podría ser su hermano mayor…
Pero es que Green Day llevan veintiún años sin superar “Dookie” (1994) y el único repunte que han tenido fue ese oportunista “American Idiot” (2004) que les llenó las cuentas de nuevo e hizo recuperar la fe de sus fans para perderla con el inconsistente “21st Century Breakdown” que era mediocre a rabiar (no hablamos de un par de singles sino del conjunto) y un innecesario ejercicio de fertilidad creativa como “¡Uno!”, “¡Dos!”, “¡Tré!” que demostró que aquello era tan sólo humo para salvar de las críticas la fragilidad emocional de una banda en punto muerto pero que evidenciaban justo lo contrario y que incluso ahora mismo ellos dudan que fuese una buena idea tras las críticas recibidas y la poca repercusión a lo largo del tiempo (os recuerdo que quedan ideológica y moralmente muy lejos de The Clash y que las comparaciones de aquel momento con “Sandinista!” de 1980 fueron tan, tan gratuitas y ridículas como siguen sonando hoy en día cuando entendemos que, a parte de los galones y el talento, Green Day coló a sus fans un disco triple de morralla dividido en tres sencillos, un recopilatorio y un dvd mientras que The Clash se pegaron con la discográfica para ofrecer su álbum triple de material completamente nuevo bajo coste).
Y, claro, escribo todo esto porque a Billie Joe se le ha llenado la boca anunciando este “Revolution Radio” como un retorno a sus raíces (¿cuántas veces más vamos a tener que escuchar esto en todos los artistas, cuando realmente lo que significa es que su carrera está tocada de muerte? Justo antes de que terminen llamando a Rick Rubin o Danger Mouse como productores y resucitadores, tiempo al tiempo…) y sus amigos, benditos amigos a los que deberían mantener lejos, esos que habían escuchado el nuevo álbum y aseguraban que Green Day sonaban “más punk que nunca” y “Revolution Radio” era un digno sucesor de “Dookie”. Lo primero que debemos hacer al leer semejantes declaraciones es echarnos a temblar y lo segundo recomendarle a Billie Joe que cambie de amistades antes de que le lleven a hacer el más clamoroso de los ridículos como una versión punky de Florence Foster Jenkins porque “Revolution Radio” suena a chicle, suena blando y tontorrón, inocente y baboso, suena a pop poco inspirado, facilón e instranscendente y está a la misma altura que la horrorosa triada anterior o el pésimo “21st Century Breakdown”. ¿Eres de aquellos a los que le gustaron aquellos? ¡No pasa nada, entonces este es tu disco pero que no se te ocurra mancillar el nombre de “Dookie” porque fue grande y no, no te vi en las primeras filas de aquellos conciertos como para que me digas lo contrario!
La autoindulgencia ya tiene álbum, este que abre con algo tan fofo y aburrido como “Somewhere Now” con Billie Joe y su guitarra cantando más ñoño que nunca, una canción que no despega y en la que hasta a Tré se le siente sin fuerza tan por debajo de sus posibilidades que aburre desde los primeros segundos (porque Tré Cool es un batería explosivo, completamente desaprovechado en Green Day), un álbum producido por ellos mismos en el que “Bang Bang”, por increíble que parezca, es el single más obvio y el único en el que Green Day intentan recordarnos lo que alguna vez fueron y nunca más han sido capaces de superar, en el que “Say Goodbye” podría ser un descarte de “Warning” (2000) en la que Billie Joe tira de su agenda de amigos y hace que su banda suenen como los peores U2 (escuchar para creer), nos inducen al sueño desde la cuarta canción con ese soterrado plagio a ABBA en “Outlaws” (en el que más de uno sentirá el deseo de cantar el estribillo de “The Winner Takes It All”) y se convierten en su mejor banda de versiones con la cincuentera “Bouncing Off The Wall” en la que las palmas y los artificiales “hey!” suenan tan sobados y manidos como sus propias quintas.
El segundo single, “Still Breathing”, fue una gran decepción y las críticas no se hicieron de rogar, desde el principio dijimos que la voz y el tipo de composición eran más propios de Owl City que de Green Day y que ese estribillo era la muerte de un diabético pero dentro del contexto del álbum es aún peor porque nos hace testigos de la caída antes de tiempo de “Revolution Radio” y es que, tras “Still Breathing” y su pestazo a radiofórmula adolescente, llega “Youngblood” que suena a maqueta por los cuatro costados, “Too Dumb To Die” con Billie Joe cantando desde el fondo de una tinaja durante sus primeros segundos (algo que hará varias veces a lo largo de disco porque seguramente el efecto a él, que es el productor, le resultará muy molón) y la mejor de la segunda cara (lo cual no es decir demasiado) que es “Troubled Time” en la que Billie repite efecto en su voz, como en “Forever Now” (por favor, que alguien le aleje de los controles) y un final con una limpia y cristalina “Ordinary World” que nos obligará a bajar el volumen y con ella descubrimos dos cosas; el masterizado del disco es un jodido horror, algo tan evidente que está al alcance de todo el que lo escuche, y no hay recurso suficiente en el mundo que disimule el declive creativo de aquel que compuso la bonita y emotiva “Good Riddance (Time Of Your Life) hace diecinueve años.
En definitiva, Green Day siguen su imparable ascenso de popularidad entre la muchachada mientras pasean el cadáver de lo que alguna vez tuvieron y nunca han sabido recuperar ante un público que como no fue testigo de épocas pretéritas no tiene con qué compararlos excepto con Blink-182 o, mucho peor, Sum 41 que ahora resulta que también son veteranos e injustamente reverenciados. ¿Y para esto han dejado pasar cuatro años? No te gastes el dinero en esto, repito; no te gastes un sólo duro en esto, podrían haberlo bautizado “¡Cinco!” y haberse quedado tan a gusto…
© 2016 Jack Ermeister