SETLIST: Can't Stop/ Dani California/ Scar Tissue/ Dark Necessities/ If You Have to Ask/ Right on Time/ The Getaway/ Ethiopia/ Californication/ Go Robot/ Suck My Kiss/ Sick Love/ Soul to Squeeze/ By the Way/ Jam/ Goodbye Angels/ Give It Away/
Habitualmente recibimos muchas críticas por escribir lo que de verdad sentimos acerca de un disco o después de haber asistido a un concierto; lo que es curioso en un momento como el que vivimos en el que la gente se supone que busca la verdad y reclama su derecho a la libertad de expresión y de prensa. Pero con la música es diferente, porque la música nos remueve las entrañas, la sentimos muy adentro y no nos gusta que otros critiquen lo que nos conmueve o afecta emocionalmente. Y, siendo algo tan subjetivo como lo son las opiniones, es verdad que la experiencia es un grado pero, de todo lo que nos echan en cara, lo más divertido es cuando el lector nos ataca desde el fanatismo. En el caso de Red Hot Chili Peppers, de todo el Palacio de Deportes de Madrid estoy seguro que pocos son los que les vieron en Las Ventas hace más de dos décadas y, menos aún, los que ronden la docena de conciertos de ellos y hayan llorado la ausencia de John Frusciante e incluso defendido a Josh Klinghoffer tanto como yo pero lo que he visto hoy en el escenario es a una versión de segunda de la banda que un día resultaba fresca, divertida e irreverente.
Es verdad que los últimos años no han sido los mejores para Red Hot Chili Peppers, diversos problemas sentimentales de Kiedis (que lo menciono porque, según él, le han pasado factura), la lesión de Flea que les hizo retrasar todo el proceso de “The Getaway” con un recibimiento gélido por parte de crítica y público que entienden eso del homenaje al funk más petardo de los setenta de la mano de Danger Mouse pero no perdonan la falta de excitación que producen sus últimas canciones (esas mismas que han terminado por situar a los Peppers en el punto de mira porque uno puede perdonar el que pasen los años pero no que se enmascare la falta de ideas) y, por otra parte, está Josh Klinghoffer, aquel que sustituyó al gigante Frusciante y en el que creímos ver a un maestro de la modulación del sonido a base de pedales con los que teñir la señal de sus guitarras cuando lo que de verdad parece es una excusa para ocultar una mediocridad con las seis cuerdas y una escasa presencia escénica que sólo magnifican más y más las diferencias entre él y John en directo.
Y así nos plantábamos en Madrid, con ganas de Peppers pero pocas de “The Getaway”, dos noches con todo el papel vendido en Madrid y Barcelona respectivamente y un público fundamentalmente jovencísimo que seguramente sea esta su primera o segunda gira de la banda, lo que por supuesto afecta a su criterio pero no a su entusiasmo. La salida a escena es sencilla pero efectista, poco necesita un músico tan enorme como Flea; uno de esos bajistas que, como Les Claypool de Primus, se les queda pequeño cualquier calificativo. Flea es pura etnia, es jazz, es mestizaje, es imaginación, Flea es un maestro al que los Peppers se le quedaron pequeños hace mucho y, tras la salida de Frusciante, aún más; minúsculos e inofensivos. A ritmo de jazz, Flea y Chad (un batería básico pero con gran instinto y pegada) se arrancan, se une Josh y tarda en aparecer Kiedis tras una de las muchas jams con las que nos obsequiarán a lo largo del concierto. “Can't Stop” suena contundente pero hay problemas que se dejan ver en una noche que no empezaba con el mejor de los sonidos posibles, en “Dani California” logarán domarlo y dejar atrás los acoples y la pista (llena tan sólo a tres cuartos de su capacidad) se convierte en un mar de saltos que se calmará con la bonita “Scar Tissue” y aquí llega la primera pega de las muchas; Josh es incapaz de hacer el solo…
No, no me estoy equivocando, no es que no clave nota a nota el de Frusciante, es mi quinto concierto de Josh Klinghoffer (sé que le gusta hacer suyas las canciones y cambiar los arreglos) pero es que en “Scar Tissue” se equivoca en su propio solo y termina pisando uno de sus cientos de pedales que convierten su guitarra en una licuadora para salir al paso; como tampoco entiendo qué necesidad hay de cambiar un solo a slide tan bello como aquel que firmó Frusciante y que daba tantísimo sabor a la canción. Llega el momento de “Dark Necessities” y he de reconocer que suena mejor en directo que en el disco pero inevitablemente calma los ánimos del público, como a contrapelo pilla a todos el inesperado rescate de “If You Have to Ask” y es que el concierto está entrando en un valle del que les costará rescatarnos y que “The Getaway”, la aburrida “Ethiopia” (¿qué ha pasado con ella?) o “Go Robot” no ayudarán a pesar de que con “Right On Time” lo intenten.
El colmo llega en “Californication” (tras una interesantísima jam que logra levantar a más gente de su silla que las anteriores canciones y el coqueteo con “D’yer Maker” de Led Zeppelin) y, de nuevo, Josh destrozando el solo o una versión en automático y sin ninguna gracia de “Suck My Kiss”. Un concierto que necesita recuperar a un público comatoso más allá de las primeras filas con una imagen dantesca y es la de cientos de personas con la cara azulada, consultando su teléfono móvil desde la grada, y que si logra revivirles es gracias a “By The Way”. Pero llegan los bises con los Peppers envueltos en otra de esas jams que tanto les gustan (con las que Frusciante alcanzaba el éxtasis hace años) mientras Flea anda con las manos y nos meten a calzador ese “Goodbye Angels” antes de despedirse con “Give It Away” en comunión perfecta con un público que no dudará en levantarse y mostrar sus mejores andares raperos, quitarse la camiseta o grabarlo en móvil para atestiguar en redes sociales que han estado y ha sido ‘épico de la vida’
Mucha gente no entenderá que no me deshaga en elogios con los Peppers actuales pero lo que he visto esta noche, tras una docena de actuaciones suyas, es a una banda fuera de contexto con un músico como Flea que se come al resto de compañeros, Chad siguiéndole, Kiedis lejos de la actitud con la que todos le identificábamos, parodiándose a sí mismo y entrando y saliendo del escenario en cada jam y un Josh Klinghoffer más preocupado de posar que de sentir y, por supuesto, interpretar. Así no me extraña que se planteen una gira de grandes éxitos y se cuestionen su estado actual. No es que se hagan mayores, es que se han convertido en unos dinosaurios y parecen haber perdido la chispa; son pimienta mojada…
© 2016 Jack Ermeister