Crítica: Rival Sons "Hollow Bones"

Somos una sociedad carroñera que disfruta devorando productos de segunda y sucedáneos en busca de nuevos ídolos que reemplazen a los caídos en combate; así escuchamos a Airbourne sin rubor alguno porque AC/DC hace tiempo que están agonizantes, toleramos en su momento que se nos comparase a Prince o, agarrémonos fuerte: Lenny Kravitz con Jimi Hendrix debe ser que tan sólo por su color de piel, llevamos veintidós años anunciando a los “próximos Nirvana” como si la fórmula fuese tan sencilla como mezclar unas Converse All Star con un poco de camomila, compramos los vaqueros ya rotos y las guitarras perfectamente desgastadas de fábrica porque, indudablemente, ‘molan’ más, nos gusta Bonamassa a falta de Gary Moore, preferimos escuchar a Gary Clark, Jr. o Wolfmother y si tenemos que elegir es mejor ver sobre el escenario a una banda tributo que tener al mismísimo Axl Rose en persona porque nosotros, sin duda, sabemos lo que es bueno y “Guns N’ Roses sólo tienen un álbum que merezca la pena”.

Cada vez que alguien me menciona a Rival Sons como la gran promesa del rock, esos tipos grises salidos de un anuncio de Levi’s y la barbería Murdock de Londres o la Bullfrog Modern Electric Barber de Milán que no tienen el empaque suficiente para entretener al público abriendo los conciertos de unos respetables y todavía gloriosos septuagenarios en retirada como Black Sabbath, me dan ganas de arrancarme la piel a tiras pero, claro, luego miro a quien tengo enfrente, asiento y me largo. Si lo tuyo son las camisetas vintage, los bigotes italianos y las Gibson Firebird más horteras, si lo que te gusta son ese tipo de bandas que tiran del más puro revival desde el logo hasta las botas que calzan y crees que Vintage Trouble o Black Stone Cherry son genuinos y no son productos con una obsolescencia programada y una imagen tan estudiada que roza el disfraz ¿qué le vamos a hacer? Rival Sons es tu banda, disfrútalos...

A su favor, también alegaré que “Pressure And Time” (2011) me parece un buen disco; que la voz de Jay Buchanan posee la suficiente calidad como para poder cantar las canciones de Bad Company y emular a Rodgers, que podría estar en una banda tributo de The Black Crowes sin despeinarse demasiado, que Scott Holiday toca magníficamente el slide (no sobresaliente que para eso tenemos a Derek Trucks aunque éste no pose y no sepa vestir) y que la producción de Dave Cobb es sobresaliente como la portada de Martin Wittfooth que luce maravillosa en vinilo pero también que, cada vez que coincido con Rival Sons en un festival, prefiero irme a comprar algo de comida.

¿Es así como se hacen los discos? ¿como una receta? No tardarán en surgir esas voces procedentes de algún inframundo que aprovecharán el anonimato de internet para, como morlocks, defender a Rival Sons y asegurar que el que escribe no tiene ni idea porque sea quizá una de las pocas voces que se atrevan a escribir, lejos del halago gregario, del piropo gratuito que Rival Sons me aburren y no necesito ser un fan para escribir sobre ellos o sus discos pero tú, como seguidor, si deberías cuestionarte si lo que se te está vendiendo es lo que aseguran y si te gusta per se o porque te recuerda a otras bandas. Por qué prefieres escuchar a Rival Sons en lugar de Led Zeppelin o Free, Lynyrd Skynyrd, Johnny Winter, Canned Heat, Savoy Brown, John Mayall, Blind Faith, Jeff Beck, The Allman Brothers e incluso los más recientes y también ya difuntos The Jon Spencer Blues Explosion o si, por el contrario, ensalzas la discografía de los de Long Beach y desconoces las de los artistas mencionados pero luego manejas términos como rootsy, bluesy y demás gilipolleces por el estilo, porque creo conocerte…

Si “Pressure And Time” (2011) era bueno, con “Head Down” (2012) llegaban al clímax y con “Great Western Valkyrie” (2014) perdían consistencia con un disco disfrutable pero falto de la inspiración de los anteriores (las canciones, bien ejecutadas; no están a la altura) y, lo peor, el autoplagio; el saqueo a sí mismos que ya no de los demás. Pero el gran problema que se encuentra en “Hollow Bones” (y que parece haber enraízado en la banda) es que las canciones de éste suenan como un pastiche de Zeppelin, Sabbath y Purple. Seamos honestos, a estas alturas de la película es francamente difícil encontrar a un artista que no haya sido influído por alguno de los grandes nombres de la historia del rock pero hay una pequeña gran diferencia entre la influencia, el homenaje, la falta de ideas, el robo o el plagio más flagrante.

Eso algo que se siente en la apertura con “Hollow Bones Pt. 1” en la que sí es cierto que la energía se palpa conforme pasan los segundos y creemos estar en un concierto gracias a esa escalada de emoción pero, si has escuchado suficiente música; el sonido se te hará tan familiar y la estructura de la composición tan ramplona y previsible que te aburrirá sin excepción. Quizá lo peor de todo no es que el sonido de Rival Sons sea un robo mal perpetrado para fans desmemoriados sino que, por ejemplo, en “Tied Up” deciden asaltar el banco de Dan Auerbach y Patrick Carney sonando más a The Black Keys que los de Akron (algo que repetirán en más de una, dos y tres ocasiones en un álbum de, tan sólo, nueve temas...) ¿Nadie se ha dado cuenta de ello? ¿De verdad que, como oyente, eres incapaz de aceptarlo o no habías caído hasta ahora? Los arreglos y la guitarra de Holiday (el caso más llamativo) o la base rítmica de Miley y Bestle; todo está ya escrito y grabado con mejores resultados.

En “Thundering Voices” decidirán tomar prestado de su propio armario las mejores ropas para conformar una canción flojita como ocurre en “Baby Boy” y esos fraseos de Buchanan por Chris Robinson como en “Pretty Face” nos recordará, lejos de su tono más rasgado, incluso a Chris Cornell (aunque el de Seattle, estilísticamente, no pueda estar más alejado de las influencias de los californianos) pero el órdago de Rival Sons llega con “Fade Out” y ese robo sin ningún pudor al “I Want You (She's So Heavy)” de los Beatles (“Abbey Road” de 1969) y, por supuesto, a los casi olvidados y ahora ninguneados Kula Shaker y su “Winter’s Call” de “Pilgrims Progress” (2010) que tampoco eran/son un dechado de originalidad pero, visto lo visto, Crispian Mills sí poseía más que Jay Buchanan y Scott Holiday juntos.

“Black Coffee” es una versión y está magníficamente interpretada pero ¿qué sentido tiene volver a grabar una canción exactamente igual que otra versión? Resumiendo: ¿por qué debo alucinar con la de Rival Sons teniendo la de Humble Pie que sí es absolutamente orgásmica y llena de sentimiento? “Hollow Bones Pt. 2” suena robusta y Buchanan está impresionante (ojo, ¡nadie duda de su garganta, de su tono y de su fuerza!) pero la canción, como ‘reprise’, poco aporta a su primera parte y menos aún a un álbum que se despide con “All That I Want” y Buchanan sonando como Ryan Adams mientras Holiday y Miley se meten con calzador en el último minuto cuando deberían haber dejado a los arreglos de cuerda hacer el resto; nueve canciones, una versión y ocho robos.

Ni son malos músicos ni éste es un mal disco pero tampoco son el grupo más infravalorado del mundo por no llenar estadios o no ser más conocidos. Son otra banda más, tirando del mismo carro que Wolfmother, White Stripes, Black Keys, Clark Jr, Blues Traveler o Healey y con menos cuidado por disimular sus huellas en la arena. Podrían llegar lejos, muy lejos, si encontrasen su propio camino pero no creo que les preocupe cuando no les va tan mal haciendo lo que hacen, cuando los que les escuchan parecen no recordar, no conocer o no les importa lo más mínimo estar escuchando a una banda de versiones de lujo que a ellos, con la misma retención que un pez de colores, escuchan siempre por primera vez…


© 2016 Jim Tonic