Con el dúo austríaco tengo una duda interna que me corroe y no encuentro mejor lugar donde exponerla que en la crítica de éste, “III: Trauma”, su tercer álbum. ¿Merecen Harakiri For The Sky mayor reconocimiento o, por el contrario, lo que ellos mismos buscan es no dar nunca el salto y permanecer en ese “bendito” underground para muchos? Cada vez disfruto más de su música y me encuentro escuchándoles en muchas ocasiones pero su escasa presencia mediática a pesar de las buena críticas recibidas (por no hablar de esa entrevista apalabrada con el propio Matthias Sollak que ni siquiera llegó nunca a responder ni una sola pregunta de las que le hicimos), ese arte en no prodigarse demasiado en el directo o la dificultad para comprar sus lanzamientos (sé de lo que hablo, tengo una de las maravillosas cien cajas de madera, hechas a mano con las cintas de "Harakiri For The Sky" y "Aokigahara" con, por ridículo que parezca; agujas de pino y plumas de cuervo de los bosques de Austria…), hacen que me pregunte si lo de Harakiri For The Sky es de verdad o es la clásica impostura de todas las bandas que practican cualquier género que tenga que ver con el reverso más oscuro del metal. Ahí tenemos a Shinning (los suecos, por favor) con un más que cuestionado, estéticamente hablando, Niklas Kvarforth al que, por desgracia, sus desbarres han pasado factura y superado a su fama como genial compositor, a los famosos Deafheaven a los que nadie perdona que Pitchfork les adore o a los veteranos Darkthrone que prefieren publicar álbumes desde la tranquilidad de sus trabajos como profesor de instituto y funcionario del servicio noruego de correos. Tres bandas muy diferentes pero igualmente cuestionadas por el sector más trve (auténtico) del sector y que estilísticamente poco o nada tienen que ver con Harakiri For The Sky excepto una actitud tan premeditada como la de este dúo.
Vayamos por partes, Harakiri For The Sky son geniales, sus dos primeros discos son notables y el que nos ocupa, “III: Trauma”, es posiblemente su mejor álbum hasta la fecha pero tampoco debemos desnortarnos. El género que practican (el famoso blackgaze que tan de moda se ha puesto) no es más que post black metal con algún momento de ensimismamiento o, lo que es lo mismo; post rock (sí, sí, el mismo que el de Simon Reynolds) mezclado con el desgarro y parte de la melancolía del black metal europeo y un poco del shoegaze ochentero y su deformación hasta nuestros días; algo así como unos Alcest menos poéticos y ñoños en busca de esas hadas (más quisiera Neige haber grabado “III: Trauma” en vez de su "Shelter" del 2014…)
La ídea de dúo –suponiendo que sea tal y no un condicionante- no es nueva como tampoco la de un letrista J.J. que tan sólo escribe para el músico, Matthias Sollak, teniendo que entender que al final, Harakiri For The Sky, es el proyecto de una única persona. De los dos álbumes anteriores, sin duda, me quedo con el primero porque "Aokigahara", aunque también estupendo, estaba un poquito más forzado e incluso la referencia al bosque japonés de los suicidios es lo menos ‘trve’ que he visto en mi vida (más que incluso el fariseísmo de esa estúpida caverna que critica a Darkthrone por dejar de ser una banda de death metal para subirse al carro del black en tan sólo unos meses, allá por 1992) y, por último, aunque adoro el ‘artwork’ de la banda y me gusta mucho el de “III: Trauma”, a manos de Tristan Svart (estoy a la espera de su vinilo y una nueva caja hecha a mano con el cassette en su interior), la ilustración inevitablemente me lleva a la portada del ya inmortal “The Mantle” (2002) de Agalloch (esa banda que se convirtió en trending topic cuando hace poco anunciaron su separación pero que ahora nadie parece recordar como se merece…) y vuelvo a darle vueltas a la cabeza porque me doy cuenta que la imaginería de Harakiri For The Sky es finita y, por desgracia, demasiado familiar para cualquier seguidor de cualquier subgénero extremo del metal por lo que vuelvo a plantearme si no hay más riesgo y huevos en un “Sunbather” (2013) de Deafheaven con su portada rosa/salmón en una escena como es la del metal underground a más y más cérvidos, bosques, otoños, mujeres con cuernos o calaveras e imposibles pechos (y con esto último no me refiero a los austríacos, claro).
Como me ocurre con las letras, me debato entre lo humano y lo divino; me gustan pero están tan, tan manidas y repletas de las mismas ideas, imágenes y supuestas explosiones de ira y/o melancolía que me gustaría que J.J. expandiera su mundo literario de una vez por todas y dejase, por ejemplo, al criticado Kvarforth (maestro de la agonía existencial y la decadencia del cuerpo, mal que le pese a muchos) la tarea de escribir sobre trascendentales cuestiones y debates consigo mismo sobre la futilidad de la vida y del suicidio como solución estética que no práctica porque, por ejemplo, ese “Fuck this life!” de “Calling the Rain” compite en ridiculez con Dark Funeral y su “Welcome to the Temple of Ahriman, the infernal torture chamber no one survive…” de su mediocre último disco, tonterías que nunca podré tomar en serio. Y, ahora, te preguntarás… ¿Me gustan Harakiri For The Sky? Mucho, no lo dudes; pero no he perdido la cabeza.
Aunque “Calling the Rain” sea, desde luego, para perderla con ese comienzo mágico y el maravilloso trabajo de Sollak en las guitarras y construcción de ensoñadores riffs. Doce minutos de canción que pasan a toda velocidad gracias a los constantes cambios de ánimo y los bonitos arreglos del álbum como épica resulta “Funeral Dreams” en la que abusan de la contención para crear un tempo más épico y un desarrollo central o puente con el que construirán una emotiva segunda parte en la que, tras un último estallido, la calma se va instalando en sus últimos segundos.
En “Thanatos” echa una mano Davide Straccione de Shores of Null o Zippo y la verdad es que la voz melódica le sienta estupendamente bien a un tema mucho más directo que lo que Harakiri For The Sky suelen grabar y me gusta mucho el contraste entre la voz de “Dave” y Sollak, además de hacerla subir puntos como composición. “This Life As a Dagger” es quizá el punto de inflexión de “III: Trauma”, su evolución es bastante lenta y, por suerte, las guitarras de Sollak aligerarán la carga de un base tan pesada gracías a sus riffs. Pena que “The Traces We Leave” me recuerde tanto al trabajo de Juha Raivio y nos haga esperar por el segundo gran momento del disco que no es otro que “Viaticum”; repleta de emoción y dramatismo a partes iguales.
El clímax tarda en llegar en “Dry The River” aunque me encanten esas guitarras en segundo plano con tantísimo ‘reverb’ y los últimos dos minutos sean un auténtico vendaval con la repitición del título y la batería persiguiendo al galope a esa guitarra. La despedida a la altura con toda la intensidad de “Bury Me” conforma una segunda cara incluso aún más regular y potente que las primeras cuatro canciones del álbum, logrando que “III: Trauma” posea una coherencia y un sentimiento de unión mayor que incluso "Aokigahara" aunque, por contra, hayan simplificado más que en los dos anteriores las estructuras de las composiciones y a veces resulten un poco planas; cosa que salvan gracias a su pericia como músicos y la fantástica mezcla y masterización de Daniel Fellner. Sólo falta que Pitchfork o The Quietus hablen maravillas de ellos para que sus fans les den la espalda, al tiempo…
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