Hay algo que me resultaba tremendamente atractivo en el debut de Gone Is Gone, uno de esos muchos proyectos que sirven como válvula de escape a músicos que no pueden expandir su visión artística en sus bandas de orígen o que no tienen bastante y están lo suficientemente vivos como para involucrarse en otros proyectos con resultados, como siempre, bastante desiguales y que ha hecho que escuche este disco con más ganas de las habituales. Y es que, si buceamos en las bandas de las que proceden los músicos que integran Gone Is Gone nos encontramos a Troy Sanders de Mastodon, Troy Van Leeuwen de Queens Of The Stone Age, a Tonu Hajjar de At The Drive-In y al multiinstrumentista Mike Zarin. Pero tampoco mentiré, no le he prestado demasiada atención a Gone Is Gone, como tampoco a Killer Be Killed, Bloodsimple, Yakuza, Metal Allegianze, Dozer, Social Infestation, Sweethead o, siquiera y para mi propia sorpresa, a la reunión de At The Drive-In a pesar de lo mucho que siempre he disfrutado de su música y, por supuesto, de The Mars Volta o el disco de Antemasque. Esto es debido a que, como antes señalaba, los proyectos paralelos de algunos músicos hiperactivos no siempre son del gusto del seguidor por no seguir las coordenadas estilísticas de las bandas y álbumes que les han hecho alcanzar el éxito. Pero algo ocurrió con Gone Is Gone y es que, a pesar de no ser ninguna maravilla, “Violescent” tiene todos los ingredientes para gustar al fan de Mastodon; no estamos hablando de una canción a la altura de “Blood And Thunder” o “March Of The Fire Ants” sino de una versión descafeinada de la banda de Atlanta que, aún así, posee todo ese encanto crujiente, a veces stoner, y la voz de Troy Sanders.
Y así fue, al pinchar el disco uno acaba convencido sin llegar a escuchar el resto de temas que lo completan. Pero es que el debut de Gone Is Gone podría haber resultado porque en él hay calidad y suficiente genio y talento como para haber parido, al menos, una docena de canciones que realmente funcionasen pero no, la cruda realidad es que este álbum (o EP, como queramos considerarlo en función de su duración) es irregular y tan aburrido como frustrante cuando reconocemos en él algo que nos gusta y nos animamos porque creemos haber encontrado algo grande para, segundos después, venirnos de nuevo abajo a medio camino entre el aburrimiento y la mencionada frustración por lo que podría haber resultado y los cuatro músicos parecen haber sido incapaces de trasladar al estudio.
La música de Gone Is Gone es difícil de describir porque son varios mundos colisionando en los pocos minutos de cada canción; hay encanto stoner en sus guitarras, hay atmósferas y momentos más hipnóticos propios del shoegaze y también algo de psicodelia pero todo teñido con un toque de metal que a veces es tan tibio que da hasta reparo mencionarlo y si así ocurre es tan sólo por lo rasgadas de las voces o algún que otro pasaje.
“Starlight” es un cortafuegos para todo aquel que se haya entusiasmado mínimamente con “Violescent”. Ya pudimos escuchar ambas como adelantos y la verdad es que ganan dentro del contexto del álbum, junto al resto de canciones, pero tampoco demasiado y si la primera promete, en la segunda nos daremos cuenta de que durante la próxima media hora nos aburriremos constantemente con los mismos ingredientes en una receta indigesta y anormalmente pesada. Las guitarras tejen una atmósfera parecida a la del shoegaze, cierto, pero también mortalmente tediosa y ni siquiera el centrigufado del último minuto (que lo único que hace es ralentizar aún más la composición además de alargarla innecesariamente) ayudará a mejorar el resultado final.
Si esperas algo de energía o alguna canción más visceral con la que recuperar la tensión, desde luego no es “Stolen Form Grace” en la que la contención hace de ella el buen ejemplo de cómo, con un poquito de nervio y ganas, podríamos estar hablando de una canción con más gancho. ¿Alguien se imagina si, en vez de una atmósfera tan densa y un tempo tan pesado, Dailor le imprimiese su fuerza y Hinds maullase mientras Sanders hace los coros y Kelliher se ocupase de las guitarras? “Stolen Form Grace” suena como si a Mastodon se le estuviesen acabando las pilas y se ralentizase la grabación.
Como “Character” es completamente prescindible y no aporta nada al disco, convirtiéndose en un interludio que nos corta el cuerpo cuando suenan los primeros compases de “One Divided” y nos encontramos de nuevo esa farragosa lentitud de la que Gone Is Gone hacen gala. Volvemos a lo mismo, la melodía no es mala y las guitarras tampoco si tuviesen algo de vida. Pero la confirmación de que este disco no es más que una anécdota tanto para los músicos como para los aficionados es “Praying from the Danger” tras un minuto de introducción totalmente incomprensible y absurda para un tema en el que terminaremos de perder la paciencia y en el que desearemos un cambio de ritmo, un estallido de júbilo o un poco de agresividad, algo que nos demuestre que hay algo de vida o sangre en las venas de un proyecto que parece todo un pasatiempo para los músicos involucrados y al que, más allá del completismo, pocos seguidores se acercarán o encontrarán las ganas suficientes para investigar en las discografías correspondientes en el caso de no conocerlas ya.
Si “Character” o la introducción de “Praying from the Danger” eran un trago que Gone Is Gone nos deberían haber ahorrado, “Recede And Enter” carece de todo sentido e incluso nos enfurecerá porque en sí misma no es una canción a la que podamos considerar como, de nuevo, la larga introducción de un minuto para “This Chapter” en la que, a pesar de algún que otro bandazo, se hace tan larga en los cinco minutos resultantes que nos exasperará tanto como nos ilusionará por ser la última y haber sido capaces de aguantar estoicamente escuchando un EP que se hace tan largo como un álbum o un álbum que debería haberse quedado como un EP con su consiguiente criba y lo dramático que resulta estar hablando de contención en una grabación de ocho canciones.
No es que me haya enfrentado a él esperando escuchar “Leviathan” (2004) de Mastodon, “Relationship of Command” (2000) de At The Drive-In o un “Songs for the Deaf” (2002) de Queens Of The Stone Age es que la nómina de músicos promete tanto como desanima lo conseguido y nos demuestra que la química entre artistas a veces es tan secreta e inexplicable como la fórmula de un refresco y los ingredientes que funcionan, como por arte de magia, en sus respectivas bandas no resultan cuando forzosamente se mezclan. Gone Is Gone es de difícil digestión y tan instrascendente que lo único que logra es que tengamos aún más ganas de que Sanders y Van Leeuwen sigan en el estudio grabando sus propios discos y se diviertan en secreto y sin necesidad de publicar lo que graben en un futuro sino están seguros o no tienen ganas siquiera de terminar una inspirada colección de canciones.
© 2016 Jack Ermeister