Concierto: Neil Young (Ámsterdam) 09.07.2016

SETLIST: After the Gold Rush/ Heart of Gold/ The Needle and the Damage Done/ Razor Love/ Mother Earth (Natural Anthem) / Out on the Weekend/ Hold Back the Tears/ Human Highway/ Unknown Legend/ Someday/ Words (Between the Lines of Age)/ Winterlong/ Alabama/ Love to Burn/ Powderfinger/ Mansion on the Hill/ Change Your Mind/ Don't Be Denied/ Western Hero/ Seed Justice/ Revolution Blues/ Monsanto Years/ Rockin' in the Free World/ Love and Only Love/ Like an Inca/ Here We Are in the Years/

Es curioso cómo la vida escapa a nuestro control y, a veces, nos empeñamos en perseguirla a la carrera mientras ésta nos regatea. Siendo Neil Young uno de mis artistas favoritos y aquel que me encuentro escuchando siempre que quiero disfrutar y reencontrarme, volvía a esquivarme y esta vez en mi propia ciudad. Atrás quedaron, hace muchos años, un imposible concierto en Las Ventas junto a Smashing Pumpkins, Sonic Youth y The Posies que nunca llegó a celebrarse o la cancelación de su anterior gira europea a causa del ya célebre accidente doméstico suyo preparándose un sándwich y que resultó tan absurdo que, inequívocamente, tenía que ser verdad viniendo de alguien como él. Y, aunque diez años más tarde, me desquitaba con Young en Madrid en aquel deslavazado Rock In Río en el que mientras escuchábamos unas sentidísimas interpretaciones de “Old Man” o “Heart Of Gold”, atronaba música disco en la carpa de Pachá o atravesaban la pista treintañeros en tirolina ante la atónita mirada del canadiense que pareció vengarse con una larguísima y contundente versión de “No Hidden Path”; esta vez, un Neil Young septuagenario (atravesando quizá su mejor momento de creatividad en décadas) tocaba a cinco minutos de mi casa, en mi propia ciudad, y no podría verle de nuevo con las entradas y el viaje ya organizado para ver a Black Sabbath en su gira de despedida en Francia… “Maldito cabrón” -pensaréis muchos de mí (¡por lo que se queja!) pero, no me lo pensé dos veces, y decidí que me escaparía a Ámsterdam para ver a Young en una gira que, admitámoslo ya, habría sido todo un pecado perderse.

Es verdad que Neil es un tipo muy particular y cuya actitud muchas veces se ha visto cuestionada en el tiempo por sonoras contradicciones; desde su insospechado apoyo a la política de Reagan y su posterior desmarcaje, su irregular discografía y sus constantes bandazos, sus eternas discusiones con Crosby, su resurgimiento en los noventa como padrino del rock alternativo y encumbramiento definitivo con “Mirror Ball” (1995) con una banda de apoyo como los Pearl Jam ‘post-Vitalogy’ al borde de la mismísima desintegración, la publicación de una obra maestra como “Greendale” (2003) compartiendo espacio con otras menores, un criticado “Le Noise” (2010) en alianza con Lanois que se ha convertido ya en un disco mítico, el enorme “Psychedelic Pill” (2012), el experimento con Jack White de “A Letter Home” (2014), su cruzada contra Apple con el reproductor Pono, el boicot a Starbucks o Monsanto y la concienciación a la audiencia de la importancia de la tierra y el verdadero oro de ésta; la semilla. Todo en él resulta chocante y contradictorio pero increíblemente atractivo cuando nos encontramos a un artista que no teme levantar la voz, equivocarse como cualquier ser humano, zozobrar con su propia vida y resistir los temibles envites de su salud desde que era un crío pero que conserva una lucidez admirable y su creatividad y genio intactos. Personalmente, me siento increíblemente afortunado de compartir el mismo mundo que Neil Young; de haber sido testigo de varios conciertos suyos, haberle tenido enfrente y haber disfrutado de su música durante más de veinticinco años.

No engañaré a nadie, Ámsterdam es una ciudad que conozco bien tras muchas visitas y por la que me encanta pasear pero he visto plantas de interior con más señales de vida que el público holandés (les faltó aplaudir en la lengua de signos para que ya ni se les sintiese) con lo que no me extraña que el propio Neil Young se pasease por sus calles junto a su pareja, la actriz Daryl Hannah, para almorzar en un restaurante vegetariano y nadie, absolutamente nadie, le reconociese o se acercase. Por contra, también he de reconocer que el recinto en el que Young actuaba, el famoso Ziggo Dome, es un espectacular pabellón (denominado ‘arena’ fuera de nuestro país) en el que la acústica es sencillamente perfecta como que Promise Of The Real son una banda que ha parecido rejuvenecerle y se han adaptado estupendamente al repertorio de Young con un Lukas Nelson (hijo del mítico Willie Nelson) que se erige como auténtico maestro de ceremonias cuando no está presente el todopoderoso Young que con su simple presencia es capaz de eclipsar a cualquier músico que ose pisar el escenario al mismo tiempo que él.

Y así entra en el escenario; acústica y armónica, paseando por las tablas mientras interpreta una frágil y desnuda “Heart Of Gold” tras haber abierto fuego, sentado a su piano, con una sentimental interpretación de “After The Gold Rush”. ¿Cómo es posible abrir un concierto así? ¡Es ganar el partido antes de haber salido siquiera a jugar! La continuación no podría haber sido mejor, “The Needle and the Damage Done” cae con toda su intensidad mientras “Razor Love” nos tranquiliza y calma los ánimos antes de la plegaria en que se convierte “Mother Earth (Natural Anthem)” con Young sentado a su órgano de tubos y cerrando la primera parte del concierto, esa faceta acústica que tanto nos gusta a muchos y aquí pasa en un santiamén.

Promise Of The Real entraban en escena para acompañarle en “Out on the Weekend” y uno comprender la querencia de Young por esa banda que funciona tan bien y es capaz de desaparecer en favor de las canciones, poniendo toda su pericia al servicio de Young (aunque se les sienta infinitamente más cómodos ante la faceta más eléctrica del repertorio). La sorpresa fue “Hold Back the Tears” de su “American Stars 'n Bars” (1977) una canción que no es habitual y con la que muchos comenzamos a entender que la noche sería histórica como resultó siendo. “Human Highway” con Neil soplando de nuevo su armónica, “Unknown Legend” o “Someday” no son precisamente novedades en esta gira pero sí sonaron fantásticas, como la intensa interpretación de “Words (Between the Lines of Age)” de “Harvest” (1972) o la emocionante “Winterlong” antes de cerrar de nuevo con “Alabama” y Young sacando a pasear su mítica Gretsch White Falcon del 69 que compró al mismísimo Stills.

Pero era el momento de enseñarnos su cara más eléctrica y qué mejor amiga que su inconfundible y baqueteada Gibson ‘Old Black’. Su sonido sucio y grueso, con esa pastilla de Firebird en el mástil, le sienta como un guante a las versiones de Crazy Horse y “Love To burn” fue la elegida para abrir fuego con sus casi veinte minutos de duración o la grandísima versión de “Powderfinger”. Por desgracia, “Mansion On The Hill” de “Ragged Glory” (1990) incomprensiblemente sonó sin demasiada fuerza o no sin esa explosión que es su estribillo, como la elegía que es “Change Your Mind” (curiosa elección del noventero “Sleeps With Angels” junto a “Western Hero”) que se hizo excesivamente larga en una jam estéril que rompió el clímax de un concierto, hasta ese momento, perfecto.

Estrenó “Don't Be Denied” de su “Time Fades Away” (1973) en la gira europea y “Revolution Blues” (de esa obra maestra que es “On The Beach” del 74) nos hizo sentir privilegiados como la vehemente “Rockin’ In The Free World” tras la más obvia “Monsanto Years” o la sorpresa que también fue “Here We Are in the Years” (de su primer álbum en solitario del 68) en unos bises como “Like An Inca” o “Love and Only Love” que, pese a su grandeza, evitaron que el público terminase de creer lo que acaba de ver y alcanzase el éxtasis cuando Young podría haber cerrado de manera aún más grande. Pero, como resaltaban todos los periódicos locales y foros, imposible quejarse y no sentirse únicos; el concierto de Ámsterdam ha sido el más extenso de la carrera del canadiense con veintiséis canciones y dos bises en tres horas y media. Neil Young no es de ese tipo de artistas que necesitan demostrar su grandeza en excesivos conciertos de carácter gimnástico de más de tres horas pero se le sintió cómodo, con ganas y demostrando que a sus setenta años sigue conservando carácter y ganas; bien sea a lomos de interminables solos de distorsión recordándonos a Crazy Horse o delicadas baladas acariciando las teclas de su piano. Que sea por mucho tiempo y los demás lo veamos, maestro…

© 2016 Jim Tonic
Fotos © mojo.nl