Que levanten la mano, por favor, todos aquellos que se sintieron defraudados con un álbum como “Broken Crown Halo” (2014) y creyeron que la banda no encontraba la luz desde “Comalies” (2002) porque también me encuentro entre ellos. Pero tampoco hace falta ponerse dramáticos, todos encontrábamos alguna que otra canción que justificase la existencia de Lacuna Coil y excepto “Karmacode” (2006) y “Shallow Life” (2009) muchos tampoco veían con tan malos ojos los últimos álbumes de la banda pero no me iré por las ramas; ni “Delirium” es tan malo como podría entenderse la zozobra de sus últimos años ni tampoco es el álbum que les aupará definitivamente a la primera línea pero sí el que alimente las ilusiones de todos los seguidores. Contiene buenas canciones y han “progresado adecuadamente”, es sensiblemente mejor que “Broken Crown Halo” y seguramente sea su disco más duro y sólido desde el citado “Comalies” pero lo mejor de “Delirium” no es lo que ofrece sino las posibilidades que plantea a la corta a los italianos abriéndoles un nuevo camino.
El primer paso para “Delirium” fueron las deserciones del guitarrista Marco Biazzi y el batería Christiano Mozzati que fueron rapidamente sustituidos por Diego Cavallotti y el ya conocido Ryan Blake Folden con lo que del núcleo principal de Lacuna Coil tan sólo quedaban Andrea Ferro (al que recuerdo pocas veces dejándose la garganta como sí que ocurre aquí, en “Delirium”), Marco Coti Zelati y la famosísima Cristina Scabbia. Obvio que el cambio en la formación tiene que notarse, siendo Cavallotti y Blake Folden dos piezas importantes que inyectan de savia nueva a la banda. El segundo paso ha sido el del proceso de composición en el cual Marco Coti Zelati ha querido romper moldes e intentar reinventar a la banda evitando sonar como Lacuna Coil, echando un vistazo a lo que suena actualmente y no a las referencias clásicas con las que Ferro, Scabbia y él crecieron. Y, a todo esto, las ansias de la propia Scabbia (que en algún momento se hace protagonista indiscutible de varias de las canciones, por encima de Andrea Ferro) de romper también con todo y creer que “Delirium” no es sólo un capítulo más en la historia de la banda sino un punto y aparte, un punto de inflexión con el que comenzar una nueva vida. Scabbia se mostraba segura de que el disco -por entero o canción por canción- atraería por completo la atención de los fans e incluso captaría a un nuevo público porque en este álbum de Lacuna Coil se “podía vivir” y llegar a hacer propio. Desde luego, sonaba ambicioso…
“The House of Shame” abre con un Ferro auténticamente fuera de sí hasta que entra Scabbia, mucho más melódica, en una canción que mezcla elementos de metal más antiguos de Lacuna Coil con el apropiado uso de sintetizadores para crear atmósferas cuando canta Scabbia o bien en los puentes, además del clásico regusto más puramente hard y accesible de sus últimos discos o el bonito solo de Marco Barusso. “Broken Things” es muchísimo más pesada y Ferro vuelve a convertirse en un verdadero monstruo que contrasta aún más con la voz, esta vez menos operística y más baja de tono que en la anterior, de Scabbia. Pegadiza y con un tratamiento más denso en sus guitarras, excepto en el estribillo con los teclados y esas acústicas que suavizan demasiado la mezcla.
Pero igual que hay aciertos, también hay desaciertos como la propia “Delirium” que les acerca peligrosamente al pop metal más facilón con esas atmósferas del principio tan propias del nu metal, por no hablar del sonido del bajo de Zelati del que daremos buena cuenta más adelante en el ejemplo más flagrante, o “Blood, Tears, Dust” con demasiado arreglos por parte de Zelati en los sintetizadores y en la que echa una mano Mark Vollelunga con las guitarras pero es que todo el álbum será un constante ir y venir de guitarristas invitados para quizá así suplir la ausencia de Marco Biazzi o reforzar a Cavalloti y dotar al álbum de más robustez en su sonido.
Como ocurre en “Downfall” con Myles Kennedy de Alter Bridge como invitado que, sin embargo, pasa inadvertido ya que es la canción menos “gruesa” del álbum y sí la más adornada por sintetizadores y arreglos que lo único que hacen es dotarla de más atmósfera que no más pesadez como podría imaginarse que desean. Punto y aparte es Scabbia, absoluta protagonista y doblándose la voz a sí misma con un resultado bastante notable. “Take Me Home” es directamente prescindible y me sorprende muchísimo la incorporación del sonido nu metal con el dubstep que hará las delicías de los fans de KoЯn y aquel “The Path of Totality” (2011), que a mí sí me convenció, pero que aquí chirría por lo infantiloide de la canción en sí misma y por escuchar a un músico como Zelati copiando, sin sonrojo alguno, el personalísimo sonido de “Fieldy”.
Como también se siente muy forzada “You Love Me 'Cause I Hate You”, un medio tiempo en el que, sin embargo, es imposible no destacar esa magnífica unión entre Ferro y Scabbia que sigue funcionando tras décadas y se convierte en uno de los atractivos y “marca de la casa” de cualquiera de sus canciones. “Ghost in the Mist” vuelve a aprovechar el tirón de un sonido más actual y esos ‘staccatos’ que se han puesto tan de moda en el metal de nuestros días como ocurre en la flojita “My Demons” y no será hasta “Claustrophobia” que nos encontremos con una canción que “respira” cierta libertad con una estructura mucho más clásica y libre del encorsetamiento por sonar modernos que se ha impuesto a sí mismo Zelati. De nuevo con un guitarrista invitado como es Alessandro La Porta y que hace que me pregunte el porqué; si es simplemente un capricho o la solución a un problema. Y “Ultima Ratio” que nos termina de confirmar que Lacuna Coil, con todos mis respetos, no deja de ser una banda de rock que utiliza estructuras plenamente pop y así componen las canciones para luego revestirlas de guturales, riffs en diferentes afinaciones y una estética levemente gótica.
¿Por qué digo esto? Es cierto que “Delirium” es un esfuerzo notable y, como señalaba al comienzo de esta crítica, su principal valía es la nueva brecha que abre para Lacuna Coil (convirtiéndose en un álbum de transición en toda regla) pero lejos de los nervios e histerismos por su encumbramiento prematuro a manos de los seguidores de la banda que se han lanzado a escribir ríos de tinta virtual alabando el nuevo capítulo de la banda, lo que reside en el corazón de “Delirium” son canciones sencillitas y escritas sin demasiado esmero y sí mucho trabajo por revestirlas de un sonido más potente y endurecido con el que justificar los cambios en la formación y las críticas negativas a anteriores trabajos para sí auparles a un mayor nivel de popularidad cuando no escalar posiciones en los festivales veraniegos. En definitiva, una escapada hacia delante con una nueva estética sonora pero con los mismos defectos de sus últimos trabajos y esto no es una crítica negativa sino la constatación de que, a pesar de ese esfuerzo de Zelati, esto no es una nueva encarnación de Lacuna Coil ni el brusco cambio de dirección que muchos, entre ellos Scabbia, se empeñan en hacer creer al resto sino tres músicos que quieren salvar a su banda pese a todo y eso no es malo, para nada, mientras no se nos haga creer lo que no es...
© 2016 Albert Gràcia