Concierto: Paul McCartney (Madrid) 02.06.2016

SETLIST: A Hard Day's Night/ Save Us/ Can't Buy Me Love/ Letting Go/ Temporary Secretary/ Let Me Roll It/ I've Got a Feeling/ My Valentine/ Nineteen Hundred and Eighty-Five/ Here, There and Everywhere/ Maybe I'm Amazed/ We Can Work It Out/ In Spite of All the Danger/ You Won't See Me/ Love Me Do/ And I Love Her/ Blackbird/ Here Today/ Give Peace a Chance/ Queenie Eye/ New/ The Fool on the Hill/ Lady Madonna/ FourFiveSeconds/ Eleanor Rigby/ Being for the Benefit of Mr. Kite!/ Something / Ob-La-Di, Ob-La-Da/ Band on the Run/ Back in the U.S.S.R./ Let It Be/ Live and Let Die/ Hey Jude/ Yesterday/ Hi, Hi, Hi/ Birthday/ Golden Slumbers/ Carry That Weight/ The End/

Cierto es que de las veces que he podido ver a Paul McCartney sobre un escenario, quizá esta última haya sido justo la que no me ha pegado ese pellizco en el corazón que sí me ocurrió en anteriores ocasiones pero también que el compositor más famoso del siglo pasado, al que muchos comparan con Mozart, cumplió con creces su parte del contrato; fueron tres horas de un concierto espectacular, perlado de clásicos y alguna que otra concesión para los más fans y que, creedme, supimos disfrutar. Claro que faltaron grandes canciones y otras quizá no tan famosas y que los fans llevamos en el corazón pero es que, para nuestra desgracia, Paul nunca tendrá suficiente tiempo para interpretar todas las canciones que forman ya parte de la historia y del corazón de muchos de nosotros. A veces creo que somos tremendamente ingratos con él; nos ha proporcionado grandes canciones que nos han servido de banda sonora en nuestros momentos más personales y servirán de fondo, por y para siempre, para entender una época y la historia de la música y, sin embargo, no se le respeta como debiera, como decía un conocido periodista de nuestro país cuando aseguraba que Paul parecía estar ‘maldito’ cuando se le escapa el reconocimiento de John, e incluso ahora el de George, y hasta Ringo parece ganarle en simpatía con los fans, a pesar de no ser tan cercano como él, por el mero hecho de estar sobreviviendo a casi todos, tanto vital como creativamente hablando...

Pero es que Paul siempre ha sido y será así y no entenderle es no conocerle en absoluto. Paul es divertido, parece ajeno a toda crítica negativa, rara vez se niega a colaborar (lo que le origina extraños compañeros de viaje como Kanye West o Rihanna), no ceja en su empeño y sigue publicando discos –algunos todavía geniales o enormes y otros más prescindibles- como buscando la pareja perfecta (ahora con Nancy Shevell) tras el fiasco de una tipa como Heather Mills (que, risas de fondo, afirmaba no saber que se trataba de un ex-beatle cuando se acercó a él por primera vez) después de que Linda falleciese y no se olvida de ninguno de sus amigos interpretando cada noche “Love Me Do”, ”Here Today” o “Something” como sin con ello les rendiese de verdad sus respetos por estar llenando un estadio de cuarenta mil personas con casi setenta y cuatro años. Pero, tras sus payasadas, sentido del humor y poca contención en el estudio, pocos de aquellos que le critican parecen saber o valorar su extraordinario talento sobre las partituras, de su genio sinfónico, su maestría en la producción, como arreglista y letrista, como compositor de incalculable talento que, pese a su edad, parece no perder ni un ápice de lucidez. Podemos quedarnos en la superificie o bucear en su legado, depende de cada uno de nosotros.

La tercera visita de Paul a la capital (siendo la primera en 1989, con dos noches, y la segunda en el 2004) pintaba como una velada histórica y así quedará para siempre. Acompañado de su banda de los últimos años con Rusty Anderson y el artificial Brian Ray a las guitarras, esa simpática apisonadora que es Abe Laboriel Jr. y el eterno Paul Wix Wickens a los teclados que lleva a su lado desde finales de los ochenta, el concierto comenzó con una sesión de DJ en la que este tuvo el gusto de pinchar canciones de toda la carrera del de Liverpool ("Matchbox" o "Blue Suede Shoes" de Carl Perkins, "Ram On", "Mrs. Vandelbilt", "Let'Em In" o la olvidada "Rocky Racoon") pero, sin embargo, el dudoso talento de mezclarlas con bases electrónicas. Tras unos minutos de espera de la hora marcada, por fin apareció la banda en el escenario con Paul en primer lugar, vestido de manera sencilla con chaqueta, vaqueros y su icónico bajo Hofner.

Seamos sinceros, cualquier artista de este mundo vendería su alma al diablo por un repertorio así y arrancar un concierto con el clásico acorde abierto de “A Hard Day's Night” o revolucionar la pista con “Can't Buy Me Love” y esos versos que, aunque ahora parezcan inocentes, siguen sonando actuales y frescos. Hasta la más reciente “Save Us” encontró su hueco y la marcianada olvidada que es “Temporary Secretary” (una de las canciones quizá más odiadas y olvidadas de su carrera y que en “McCartney II” de 1980 suena a chiste) consiguió arrancarnos una sonrisa y entender que lo que hace treinta y cinco años podía parecer una salida de tono ahora no lo es tanto cuando una banda como Nine Inch Nails recupera su espíritu en “Copy Of A”.

Un público amable y entregado (entre el que se encontraba el mismísimo Elvis Costello que, tres noches más tarde, interpretaría "Veronica" de su álbum "Spike" de 1989 en homenaje a Paul que le ayudó en aquel álbum) que hasta cantó “I can't tell you how I feel. My heart is like a wheel…”, el puente de ese medio tiempo que es “Let Me Roll It” hasta convertirla en una himno de estadio y se puso histérico con “I've Got a Feeling” o siguió con entusiasmo, tras la inevitable dedicatoria de “My Valentine”, la sorpresa que es “Nineteen Hundred and Eighty-Five”. Pero, claro, fue sonar “Here, There and Everywhere” o la desgarrada interpretación de la inmortal “Maybe I'm Amazed” con fotos de Paul y Linda ampliadas en la pantalla que tenían tras de sí los músicos y el estadio entero se vino abajo. Cuando quisimos darnos cuenta, llegaba la parte acústica con “We Can Work It Out” y, de nuevo, todos cantando y viajando en el tiempo eso de “Life is very short, and there's no time for fussing and fighting, my friend. I have always thought that it's a crimeSo I will ask you once again…”

Tras la curiosidad de “In Spite of All the Danger”, “Love Me Do” con Wix tocando la armónica de Lennon con imágenes de ellos y George Martin amplificadas de nuevo en la pantalla y la bonita “And I Love Her” o, una de mis favoritas, “Blackbird”, con Paul sobre la plataforma principal del escenario que se elevaría a varios metros por encima de nuestras cabezas. El momento más intenso fue con la siempre cruda y sincera “Here Today” con Paul recordando a su amigo John y ese verso en el que relata la frustración juvenil de sus tiempos en Hamburgo con ambos llorando en mitad de la noche y los versos de “Give Peace a Chance”.

Las más recientes “Queenie Eye” o “New” funcionaron entre el público a pesar de compartir momento con “The Fool On The Hill” y Paul sentado en su psicodélico piano o “Lady Madonna” que puso a bailotear a todos allí. “FourFiveSeconds”, esa extraña canción en la que Paul comparte protagonismo con Rihanna o Kanye West pasó desapercibida y nos demostró que funciona infinitamente mejor a solas en sus manos que con West, y nos olvidamos por completo de ella con la eterna “Eleanor Rigby”, su historia y esos emocionales arreglos de cuerda que son capaces de dejar tocado a cualquiera. Sorprendente también ha sido la inclusión de “Being for the Benefit of Mr. Kite!” y que sería la última “concesión”, si es que le se puede llamar así, en un concierto que cerró –atención a la traca final- con la bonita “Something” en recuerdo a George y su pasión por los ukeleles, “Ob-La-Di, Ob-La-Da” con miles de manos elevando su bebida y bailando esa horterada tan genial del álbum blanco de los Beatles. “Band on the Run” con toda la grandeza de los Wings o “Back in the U.S.S.R.” y la anécdota de cuando, por fin, cumplió su sueño y la tocó en La Plaza Roja de Moscú. Todo el estadio convertido en una iglesia repleta de velas (eso sí, digitales) gracias a los móviles en “Let It Be” y la explosión de “Live and Let Die”.

¿Algo más? Sí, por supuesto, “Hey Jude” por Julian o “Yesterday” luciendo la bonita Epiphone Texan con la mítica pegatina de los Detroit Red Wings con la que apareció en el programa de Ed Sullivan en el 65 y, para acabar, “Hi, Hi, Hi”, “Birthday” o una triada final con una de mis canciones favoritas de los Beatles, “Golden Slumbers”, y ese medley de “Abbey Road” con “Carry That Weight” y “The End”, despidiéndose de todos nosotros con esa gran verdad que es; “And in the end, the love you take is equal to the love you make”

Tres horas de un músico irrepetible que se muestra tan simpático, accesible y cercano que nos hace creer que es posible echarse a dormir y levantarse componiendo “Yesterday” o saltar al escenario de un estadio con cuarenta mil personas gritando tu nombre como hace cincuenta años y que no se te suba a la cabeza. Nunca más veremos a otro artista con semejante colección de canciones frente a nosotros; tras él parece que está todo inventado.


© 2016 Jim Tonic