Curioso que este pasado fin de semana estuviesen en Madrid dos de los mejores compositores de las últimas décadas y, para colmo, amigos. Elvis Costello asistió al concierto de Paul McCartney en el Calderón y se asombró de cómo el público cantaba todas las canciones, tres días más tarde, homenajeaba a su amigo interpretando “Verónica” de su álbum “Spike” (1989), aquel en el que McCartney participó como Costello hizo también en “Flowers In The Dirt” (1989). Pero hasta ahí llegan las coincidencias porque ambos espectáculos no podrían ser más diferentes; “One On One” es el reencuentro definitivo del de Liverpool entre el catálogo de los beatles, el suyo propio y todos aquellos seguidores que se citan con su pasado mientras que “DeTour” de Elvis Costello es el reencuentro de un músico consigo mismo. Siempre recordaré cómo Costello explicaba el legado de los Beatles cuando, hace muchos años, se subió al escenario a interpretar “All My Loving” con McCartney y, desde la primera nota, el público cantaba cada palabra, él explicaba que en aquel momento entendió que la canción había dejado de ser de Paul McCartney para convertirse en propiedad, por derecho propio, de todos aquellos que la había logrado hacer suya a lo largo de todos aquellos años.
En el caso de Elvis Costello lo que hace en esta gira es recuperar esas canciones que ya nos pertenecen a todos y otas más desconocidas y que sólo son suyas para contar así su propia historia, esa que narra con maestría en sus memorias, “Música infiel y tinta invisible” (publicadas por Malpaso). Mientras que uno necesita el espacio abierto de un estadio de fútbol en el que cuarenta mil personas chillan y cantan sus éxitos, Costello tan sólo dispondrá de unos pocos metros en un teatro completamente a oscuras, presidido por un imponente televisor de aspecto retro (seguramente muy parecido al que habría en su casa, cuando niño, como él mismo cuenta), con una bufanda del Liverpool sobre él, en el que proyectar sus propios videoclips antes de comenzar la función o enseñarnos fotos de sus padres, abuelos o amigos como el difunto Allen Toussaint que falleció tras su concierto en esta misma ciudad y con quién nos visitó hace muchos años para presentar “The River In Reverse” (2006) y a quien, por supuesto, homenajeó con tanto respeto como cariño como al mismísimo Muhammad Ali y su lucha contra el parkinson.
Un ejercito de guitarras tras de sí y a su lado el piano de su esposa Diana Krall, además de unos sillones, fueron lo único que necesitó Elvis Costello para zambullirse en sus propios recuerdos en un escenario que parecía el salón de una vivienda y por el cual se movía con la misma comodidad. Es verdad que “DeTour” es un espectáculo íntimo y al que el aficionado de Costello, con un nivel alto de inglés para seguir el hilo y disfrutar de las anécdotas con las que salpica y presenta cada tema, disfrutará con vehemencia mientras que aquellos que no conozcan demasiado su carrera puede resultar una tarea difícil en un teatro como el Monumental que no está preparado para albergar un concierto de música y cuya acústica, como visibilidad y comodidad, son un completo horror.
Así, el público recibió con entusiasmo “Accidents will happen”, la personalísima versión propia de “Everyday I Write Book” y, por supuesto, la de Aznavour, “She”. Como le dedicó “Ascension Day” a Toussaint tras contarnos cómo era compartir el estudio con él y, entre imitaciones de su voz y loas a esos discos del de Luisiana que “no sonaban como los del resto”, contó la surrealista anécdota de cómo le invitó a comer brócoli cocinado por su mujer y rápidamente hilvanó su recuerdo por aquellos que lo perdieron todo en Nueva Orleans y “Freedom For The Stallion”.
Pero también hubo mención para los Attractions y criticas veladas a Trump, recuerdos a la colaboración con Burt Bacharach en la maravilla que es “Shipbuilding” y los años en que Costello buscaba trabajo de lo que fuese mientras su familia lograba sobrevivir, homenajes al cine negro y sus mujeres fatales, esas que el propio Costello esperaba encontrarse al llegar a norteamérica, lánguidamente exhalando largas volutas de humo de sus cigarrillos con boquilla y un Colt del 38 en la liga de sus medias con “Church Underground” y, por supuesto, “Watching The Detectives” ayudándose de un pedal ‘looper’ (el único lujo que se permitió durante una actuación cruda y directa) y un megáfono con sirena mientras esa televisión retro escupía carteles de películas clásicas del cine negro.
En los bises, el clímax llegó con su interpretación de “Alison” bajándose al patio de butacas y cantándola, sin micrófono alguno, entre los asistentes, dejando claro que su voz pasa del chicle pop New wave y el punk al aterciopelado vibrato jazzy que tan bien le ha funcionado durante los últimos años, ahora que ya no puede cantar con tanta potencia como cuando era más joven –como él mismo cuenta y ni falta que le hace-, o una sentidísima interpretación de “Toledo”.
Pero, por increíble que parezca, aquel que logró levantar a todo el teatro y hacerle dar palmas no fue el propio Elvis Costello sino su padre, Ross McManus a ritmo de “If I Had A Hammer” que inyectó de vida y vitalidad durante el descanso a todos los allí asistentes, desde ese enorme televisor del escenario antes de los bises y de la bonita versión de “Alison”, para demostrarnos que de casta le viene al galgo. ¿Algo más? Sí, por supuesto, “I Want You” con toda su viscerilidad y turbulencia sonó como nunca en Madrid y nosotros sólo podemos darle las gracias a Elvis Costello, quién no paro de agradecernos también un recibimiento tan caluroso, por otra noche histórica de su mano...
© 2016 Jim Tonic