Partamos de la base de que ya no soy un adolescente, en clara alusión a las declaraciones de Ihsahn en las que afirmaba no entender por qué había un amplio sector de su público que todavía clamaba por la reencarnación definitva de Emperor como si ellos, como músicos, siguiesen aferrados a esa adolescencia que él sí parece presuponer en aquellos que esperan tal noticia; esa que les lleve no sólo a girar sino a grabar y publicar material nuevo, que la espinita de verle sobre un escenario presentando su último disco en solitario ya me la quité hace años y, por suerte, también la de presenciar la gira veinte aniversario de “In the Nightside Eclipse” (1994) con lo que pude disfrutar de Ihsahn y Samoth sobre el escenario interpretando "Into the Infinity of Thoughts", "Cosmic Keys to My Creations and Times", "Inno a Satana" y, sobre todo, mi favorita "I Am the Black Wizards" por lo que ya no lloro por ver de nuevo a Emperor sino de disfrutar de las respectivas carreras en solitario de ambos pero es que, ahora más que nunca debido a que el destino –caprichoso él- ha querido que ambos publiquen disco en el mismo mes (Ihsahn, su magnífico “Arktis.” y Samoth este impresionante “In These Woods, from These Mountains”) resulta inevitable pensar qué ocurriría si Samoth e Ihsahn uniesen fuerzas de nuevo en el estudio.
A Ihsahn, en los últimos años, le ha sonreído la fortuna y, aunque ha publicado dos discos más experimentales como “Eremita” (2012) o “Das Seelenbrechen” (2013), ambos notables pero lejos de “angL” (2008) o “After” (2010), sí que le han servido para ser “redescubierto” por ese público, sin duda más esnob, que es el que degusta a toda esa caterva de bandas prog de metal (más postmetal que prog, todo hay que decirlo y que ahora, según sopla el viento, muchos están evolucionando hacia el doom más aséptico de estudio; ese que enmascara su auténtico sonido con sintéticas reverbs de ProTools), lejos de las coordenadas de los aficionados más extremos que, a veces, no terminaban de ver con buenos ojos la inclusión de un saxo o sus devaneos más melancólicos con su mujer Ihriel (Heidi Solberg Tveitan) en Peccatum.
Pero a Samoth el reconocimiento parece escapársele fuera del circuito más underground (queramos entenderlo así o no) a pesar de su participación en álbumes míticos y ni con Zyklon o la superbanda Scum ha conseguido llegar a un público más amplio, quizá sea mejor así y es lo que él mismo busca; con el paso del tiempo, Ihsahn ha coqueteado con decenas de estilos y hecho la música que le place alcanzando cierto equilibrio, tanto personal (no hay más que escuchar o leer sus entrevistas) como artístico mientras que Samoth sigue conservando esa aura de peligrosidad e innacesibilidad propias de la escena black de los noventa.
Pero, la verdad, es que con The Wretched End parece haberse superado a sí mismo; debemos tener en cuenta que esto no es un proyecto unipersonal de Samoth sino más bien un supergrupo con él como guitarrista, Cosmo (Mindgrinder/Windir) también a la guitarra y también a las voces y Nils ‘Dominator’ Fjellstrom (Dark Funeral) en la batería que, por suerte, se olvidan de cualquier postulado “blacker” que constriña su música y convierten a The Wretched End en una apisonadora que mezcla por igual black, death y thrash sin ningún complejo. Aquí no encontrarás arreglos de cuerda o metales, guitarras acústicas o rastro de electrónica como ocurren en los discos de Ihsahn o, peor aún, maquillaje y muñequeras de clavos con divertidas fotos en los fiordos; sólo una banda solvente de metal y, en este caso, se agradece.
La carrera de The Wretched End parece estar en clara línea ascendente, y tras “Ominous” (2010) e “Inroads” (2012) llega este “In These Woods, from These Mountains” en el cual se deshacen sabiamente de ese toque death de Zyklon e invitan a amigos como Attila Csihar (Mayhem), Einar Solberg (Leprous) –al cual, aunque valoro como músico, no termino de soportar su forzadísima voz- y a Lars ‘LRZ’ Sørensen de Red Harvest, todo ello bajo la elegante presentación de los noruegos Trine Paulsen y Kim Sølve (Ulver, Arcturus, Enslaved) que, como siempre, nos presentan un ‘artwork’ sobrio a la que vez que inspirador y elegante, gracias a esa bonita foto y tipografía.
“Dead Icons” comienza con ese riff que parece entrar al galope y, mientras Cosmo gruñe la letra, Samoth arpegia por todo el black metal de los noventa; otra cosa muy diferente es el puente en el que aceleran hasta convertirse en una banda de thrash y llegamos a un estribillo que de tan pegadizo sorprende que sea un álbum de metal firmado por Samoth (mención aparte de los dulzones alaridos de Solberg; habrá a quién le guste pero en una banda, a veces tan recia como The Wretched End, no hay cabida para ellos, como sí en Leprous). En “Primordial Freedom”, ganarán aún más densidad logran un ambiente irrespirable gracias a esa bajada de tempo y las capas y capas de guitarras que logran oscurecer aún más, si es que eso es posible, la crudeza de su propuesta mientras que en “Old Norwegian Soul”, la participación de Attila Csihar, le añade aún más fuerza a una canción con unos suntuosos coros en la que apreciamos el enorme contraste entre la voz rasgada de Cosmo y Attila sobre ellos; increíble cómo logran solapar ambos registros.
“Generic Drone”, tras los primeros segundos, termina por convertirse en una bestia indómita con uno de los mejores solos del álbum a pesar de acabar de manera más dulzona y con uno de esos “fade-out” tan pasados de moda y que tanto odio; no me gusta nada que las canciones se desvanezcan poco a poco, me gusta escuchar cómo el grupo resuelve el final. “Misery Harbour” ahonda aún más en esa vertiente más pesada de la banda en la que ya no hay rastro de death o black, tan sólo y cómo única reminiscencia de ello la guitarra de Samoth, y otro magnífico solo –esta vez doblado- como principal atractivo.
“Atheos”, como “Dead Icons”, es otra de esas grandes ganadoras, no sólo porque es como un chicle y se pega a la primera escucha, sino por la mala leche de sus aceleradísimas guitarras y el magnífico trabajo de Fjellstrom tras los parches, un auténtica exhibición, en la que quizá sea la canción con más mala leche de todo el álbum. De “The Decline and Fall” me gusta, especialmente, la mezcla traqueteante entre el riff y la batería, en la que parecen estar tocando géneros diferentes y resulta realmente atractiva, así como el solo, con ese toque más oriental; algo que de nuevo se repetirá en la ensoñadora “Burrowing Deep” y, para rematar de manera sorprendente, una versión del “Dewy Fields” de Bel Canto (resulta escalofriante citarles en la crítica de un álbum de Samoth) con la ayuda de Lars ‘LRZ’ Sørensen que acaba convertida en una solemne e inusual despedida industrial de este “In These Woods, from These Mountains”, lejos del synth-metal-pop empachoso de opereta que practican los noruegos.
Un disco sobrio, robusto, poco hecho; casi crudo y, a veces, como el café del agente Cooper; “negro como una noche sin luna”. The Wretched End han firmado un grandísimo álbum que, por desgracia, pasará de puntillas para el gran público pero no para aquellos que le den una oportunidad; justo lo que Samoth buscaba y nosotros necesitábamos.
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