Que los álbumes de Weezer son tan buenos como uno esté predispuesto a pasárselo bien con ellos sin esperar nada a cambio o, mucho mejor, un “Blue Album” (1994) o un “Pinkerton” (1996) de nuevo es tan cierto como sentarse y escuchar "Everything Will Be Alright in the End" (2004) o este “White Album” que nos ocupa y simplemente disfrutar sin muchas expectativas, pero es que si el anterior era un claro perdón a todos aquellos que nos sentimos a la deriva tras “Green Album” (2001) y tuvimos que aguantar mediocridades como “Raditude” (2009), “Hurley” (2010) o “Death To False Metal” (2010) resulta que aquel "Everything Will Be Alright in the End" (que, por desgracia, pasó de puntillas por culpa de una crítica especializada que no quiso dedicarle demasiado tiempo cuando, con el paso de los años, ha demostrado ser una excepcional colección de canciones) es quizá su mejor álbum en más de quince años y “The White Album”, aunque pierde algo de comba en comparación con aquel, como escribía al comienzo, uno lo disfrutará como tan predispuesto esté a pasar un buen rato, reencontrarse con ellos y perdonar cualquier traspiés. Porque tan sólo podemos hablar de alguna canción o momento más flojo cuando lo cierto es que Weezer parecen estar en racha y repiten la jugada con un disco optimista, delirante en ocasiones y lleno de buenas vibraciones californianas.
E ingenio no le falta precisamente al cuarto álbum sin nombre de Cuomo y al que podríamos asociar con todo aquello que conlleva el color blanco como la pureza o un nuevo comienzo; sonando en él además como si de una versión power-pop de los Beach Boys de Brian Wilson se tratasen; los Hare Krishnas o Charles Darwin, ninjas, las chavalas disponibles en Tinder e incluso el infierno de Dante se dan la mano en sus letras porque si hay algo que a estas alturas deberíamos tener más que claro es que Cuomo es un grandísimo compositor con un talento increíble y una capacidad para escribir canciones diferentes a las del resto de los mortales, tocando los más diversos temas con gran sentido del humor, lo que en otros resultaría ridículo y poco creíble.
No creo que exagere si aseguro que las canciones que abren este “White Album” son de lo mejor desde “Pinkerton”; en “California Kids” se convierten en los chicos de la playa convenientemente hipervitaminados, como si metiesen en la túrmix “Wouldn't It Be Nice” con sus propios ingredientes y pusiesen la directa con la adictiva “Wind in Our Sail” cuyo estribillo es brillante, jodidamente brillante, y es lo que esperábamos de Cuomo desde hace mucho, es pop de altura. Como la simpática y cafre “Thank God for Girls”, que ya habíamos escuchado previamente, gana enteros dentro del álbum y la acústica “(Girl We Got A) Good Thing” es puramente heredera de Brian Wilson, convirtiéndose en un pequeño caramelo.
También hay tiempo para las dislates como “Do You Wanna Get High?” en la que Cuomo nos relata lo divertido que es colocarse de pastillas con tu pareja o la ñoña “King of the World” cuyo estribillo coge algo de fuerza sin perder nada de diversión. Pero también hay música para ellos mismos, como “Summer Elaine and Drunk Dori” o el medio tiempo que funciona perfectamente como single “L.A. Girlz” y esas melodías vocales (sencillamente grande en versos como “I love your long hair but you just don't care. So please help me fathom this. World without music and by the way, when can we talk?”) sobre la gruesa y abstracta distorsión de la Strato de Cuomo y un solo sencillo pero efectista, doblado y quizá de lo mejor de todo el disco. “Jacked Up” en la que Cuomo ejercitará su falsete sobre un jugetón piano o la acústica y bonita “Endless Bummer” con la que cierran el álbum con las mismas buenas vibraciones con las que lo abrían y, de nuevo, un sólo sencillo –como no podía ser de otra manera en ellos- pero resultón, de esos que llegan al corazón de uno.
Un disco de diez canciones (once, si contamos "Prom Night" en su edición especial) del que han podido sacar, hasta la fecha, hasta cinco singles con los que sonar a lo largo y ancho de internet, además de colarse en los principales ‘late night’ norteamericanos. ¿Qué otra banda de los noventa puede actualmente presumir de algo así? Weezer vuelven a estar en lo alto aunque las gafas de pasta ya no se lleven y no sean los chicos que triunfaron con “Buddy Holly”, pusieron la sala Sol de Madrid patas arriba con “My Name Is Jonas” o no pararon de sonar en los anuncios con “Island In The Sun” pero ahora traen bajo el brazo “L.A. Girlz”, “Wind in Our Sail” o “California Kids” y no podemos decirles que no…
© 2016 Jim Tonic