Nunca me cansaré de repetírselo a todos aquellos pusilánimes que claman al cielo aquello de “ya no se hace buena música, como la de antes”; que el problema no está en que ya no haya grandes artistas que graben excelentes discos sino que éstos ya no llegan a través de las vías convencionales por lo que han cambiado las reglas del juego y ahora somos nosotros los que tenemos que molestarnos en buscar en un cajón de sastre tan vasto como es Internet en el cual podemos encontrar de todo, en el mejor y en el peor de los sentidos. Así, el debut de la banda que nos ocupa, King Goat, no nos llega a través de un anuncio de televisión o las listas, situado entre artistas pop con una obsolescencia programada, sino que son ellos mismos los que se lo han tenido que financiar. Tras dos años de espera desde su EP homónimo, “Conduit” nos golpea con fiereza; cinco canciones en más de cuarenta minutos del cuarteto de Brighton que se etiqueta a sí mismo como metal doom progresivo y, veréis, no es que no haya elementos de todos esos subgéneros en su música (que sí y a raudales) sino que esa categorización se les queda pequeña cuando uno pincha “Conduit” y lo que se encuentra son canciones con vida propia que pulsan por salir de cualquier límite con que queramos, nosotros o ellos, etiquetarlas.
King Goat suenan rotundos, pesados e incontrolables pero también frescos y dinámicos en una época en la que el prog y el doom han vuelto a ponerse de moda y el seguidor medio comienza a sentirse saturado por todas esas bandas que se han subido al carro y han cambiado su imagen y teñido su música para pasar por el aro. Con King Goat, afortunadamente, pasa lo contrario; no esperes encontrarte largas y aburridas canciones basadas en monolíticos riffs forzando la saturación y pesadísimas baterías low-fi, aquí no hay lugar para Sabbath, Pentagram, Saint Vitus, Sleep o Electric Wizard y, sin embargo, hay ingredientes de todas estas bandas mezclados con elegancia con otros muy diferentes de artitas tan dispares como A Perfect Circle e incluso Candlemass pero lo que diferencia, en gran medida, a King Goat del resto de bandas de medio pelo con rocambolescos ambigramas por logos, estúpidas simbologías y geometrías religiosas en sus portadas, títulos largos en sus canciones y desarrollos aún más extensos en todos sus temas con la excusa de la profundidad y su habilidad técnica o math -cuando no aburrida- son unas canciones redondas que evidencian el mimo que los de Brighton han volcado en la composición. Además, la voz de Trim es espectacular y lejos del alarido incomprensible o de la guturalidad más primitiva, canta en un registro cercano al mejor Mike Patton en sus giros e inflexiones, en sus momentos más operísticos y engolados para, en un santiamén, tornarse agresiva e interpretar un pasaje más oscuro.
“Flight Of The Deviants” abre “Conduit” con un bajo gordo y sinuoso como una pesadísima serpiente, doom de profundidad con un punto épico y las guitarras de Joe y Petros que suenan con un pequeño toque bluesy hasta que en el solo parecen tener más que ver con los suecos Ghost y Trim se deja la voz en el estribillo con una fuerza más propia del groove que del tradicional doom hasta que nos damos cuenta en su parte central que es el magnífico bajo de Reza el que articula toda la canción y con su distorsión dota de ese ambiente tan asfixiante a la base rítmica.
Con “Feral King” entraremos de lleno en la galaxia de King Goat y entenderemos que la voz de Trim es vital para entender la propuesta de la banda, la música es brillante pero es el vocalista el que se lleva todo el protagonismo con unos rugidos de tal fiereza que contrastan por completo con lo exhibido en “Flight Of The Deviants” y nos descubre a un cantante tan versátil como genial.
“Conduit”, la canción, es otro ejemplo del asombroso talento del cuarteto para componer y la de Trim para parecer Patton en las estrofas y convertirse en un monstruo gutural y cavernoso en menos de un segundo, recordándome esa capacidad que antiguamente exhibía Mikael Åkerfeldt de Opeth cuando los suecos no se habían empeñado en convertirse en un revival prog de los setenta. El trabajo de Joe y Petros en los riffs de “Revenants” es sublime y cómo se compenetran una y otra guitarra en una canción que atrapa por lo pegadizo de ésta (siempre dentro de unos cánones en los cuales nunca se sacrificará la calidad en pos de la facilidad de la melodía) y una estructura atractiva por sus constantes cambios de estado de ánimo. ¿Es prog? No me atrevería a llamarlo así por lo poco ortodoxos que resultan King Goat pero, desde luego, conozco a decenas de bandas que lucen con orgullo esa bandera y poseen menos capacidad para articular sus canciones que King Goat.
Y, para cerrar el álbum, “Sanguine Path”, la segunda canción más extensa de un trabajo en el que ninguna bajará de los siete minutos, y que vuelve a jugar con ese contrapunto de momentos más contundentes y desgarradores con otros de una calma tan violenta (valga el contrasentido) en la que deberemos no confiarnos porque es con esos pasajes con los que construyen la tensión de muchas de sus canciones. Además, “Sanguine Path” (quizá una de las más agresivas dentro del groove de la banda), nos demostrará que los ingleses no elaboran largos temas por sistema sino que son canciones coherentes que necesitan de ese minutaje para ir expandiéndose, habiendo crecido naturalmente dentro del tremendo ejercicio compositivo que no me cansaré de alabar en ellos.
Sencillamente apabullante, demoledoramente genial, masivo en su sonido y propuesta, innovador dentro de unos parámetros y hecho con un cuidado que resulta difícil no creer que es uno de los mejores y más inspirados discos del año. Lo que ocurra en el futuro con King Goat dependerá sólo de ellos pero, desde luego, “Conduit” es uno de los debuts más prometedores de los últimos años, cuesta creerse que tan sólo sea el primer álbum de, esperemos, los muchos que de ellos queden por llegar.
© 2016 Jack Ermeister