Como aficionado me siento incapaz de absorber con un mínimo de atención cada uno de los lanzamientos de Joe Bonamassa si quiero seguir disfrutando de una dieta musical saludable basada en la variedad; debería dedicarme en cuerpo y alma, en oreja y oído, por entero a la producción del bluesman porque éste, cada pocos meses, publica un nuevo título, un nuevo proyecto, una nueva colaboración o un nuevo álbum doble y mentiría si dijese que en alguno baja el nivel porque no es así. Bonamassa dinamita las excusas de miles de músicos actuales que aseguran no grabar porque la música ya no vende como antes (están en lo cierto) y prefieren girar interpretando sus discos más clásicos, haciendo un refrito de sus éxitos o espaciando sus propios lanzamientos cada cinco años. También es verdad que Bonamassa todavía disfruta de una discreta posición intermedia que le permite salirse por la tangente; ocupar la portada de las revistas o ya las primeras posiciones de los festivales y, sin embargo, poseer la libertad del artista minoritario al que sigue un férreo escuadron de incondicionales que aplaudirá cada movimiento suyo, Bonamassa está entre dos aguas y aprovecha lo mejor de cada una pero es una artista que ha hecho del trabajo su mejor bandera, todo el respeto hacia alguien tan joven como él con una discografía tan nutrida y una magia en los dedos así.
En tan sólo dos años ha publicado "Different Shades of Blue" (2014), "Live in Amsterdam with Beth Hart" (2014), los cuatro “Tour De Force; Live from the Borderline, from the Shepherd’s Bush Empire, from the Hammersmith Apollo, from the Royal Albert Hall” (2014), "Ooh Yea - The Betty Davis Songbook" (2015), "Muddy Wolf At Red Rocks" (2015) y "Live at Radio City Music Hall" (2015) y ambos en diferentes formatos y ediciones con todo tipo de merchandising relacionado, el disco que nos ocupa, “Blues Of Desperation”, y un “Live At Carnegie Hall” que publicará este año y del que todavía no se sabe fecha exacta de salida, más aquellas canciones que cede a homenajes y regalos navideños en su web. Todo esto en tan sólo veinticuatro meses, como fan suyo es un auténtica locura.
Obviamente, todo este trabajo le está “pasando factura” y Bonamassa ya no es aquel chaval con talento y obsesionado por el blues, ahora es un auténtico monstruo versátil como pocos que es capaz de tocar casi cualquier estilo sin despeinarse y su único talón de aquiles –si es que alguna vez lo tuvo- como es la voz, ha conseguido caldearla con cientos de actuaciones, mejorando con cada grabación.
¿Y qué nos encontramos en “Blues Of Desperation”? La continuación lógica de “Different Shades of Blue”. Aquí Bonamassa vuelve a ser el auténtico protagonista del disco componiendo todas y cada una de las canciones pero no hay exhibición de ello como si ocurría en el anterior, sino simplemente el trabajo de un autor que se hace acompañar por James House, Gary Nicholson, Tom Hambridge o Jerry Flowers y Jeffery Steele en "Livin' Easy" para crear un álbum en el que, a pesar de lo que se podría intuir por su portada (de hecho, tan sólo la mencionada “Livin' Easy” va de ese palo), no tiene nada de tradicional a excepción de algunas letras y se siente especialmente pesado, sólido y duro. Bonamassa no ha hecho un disco de hard pero su sonido se acerca, por momentos, bastante al de unos Zeppelin cuando abrazaban el blues más bruto.
Mal que “This Train” abra el álbum porque no es representativa de éste y, personalmente y después de haber escuchado toda su discografía a lo largo de los últimos quince años y haberle visto en directo, esté ya un poco cansado del traqueteante efecto del tren del que Bonamassa suele abusar demasiado, por lo menos el piano es una maravilla y, por supuesto, su guitarra. “Mountain Climbing” y apreciamos ese aire hard de los setenta con una férrea batería que le deja respirar en las estrofas y frasear tras cada verso, un diez para los coros y cómo se apoya en ellos. Sorprendente es la mestiza y cálida “Drive” que denota un trabajo mucho más fino del que se le podría presuponer a un músico que cada dos o tres meses publica álbum pero en ella nos encontraremos a un artesano que disfruta investigando e invierte tantas horas en el directo como en el estudio.
Mi favorita, “No Good Place For The Lonely”, como no podía ser de otra forma, es una canción de casi nueve minutos que no por ello cansa y, desde su comienzo más tradicional a la catársis soul -de nuevo con esos coros- encierra unos maravillosos arreglos de cuerda de los que James Brown estaría orgulloso y la joya de la corona de “Blues Of Desperation”, casi cuatro minutos de un enfurecido Bonamassa que nos empuja con su Les Paul hacía una vertiginosa sucesión de solos que queman de verdad.
La canción homónima al álbum, es otra sorpresa con ese tinte oriental y esa locura de parte central que nos llevará a otra suerte de orgasmo sonoro como en la anterior. Ya sabemos cómo se las gasta Bonamassa en acústico pero “The Valley Runs Low” es tan sólo pop con un poquito de especias; blues, soul y r&b de onda media. Volverá a ponerse serio con la rocanrolera y divertida “You Left Me Nothin' But The Bill And The Blues” y sonará más Bonamassa que nunca en “Distant Lonesome Train” en la que su guitarra vuelve a arder en sus últimos minutos para encontrar cierto sosiego en la complaciente “How Deep This River Runs”, sonar –ahora sí- más tradicional que nunca en “Livin' Easy” y despedirse de nosotros con ese derroche de clase que es “What I've Know For A Very Long Time”, un medio tiempo en el que los metales suben de volumen cuando la intensidad de la canción lo requiere y Joe parece tocar una semihueca.
“Blues Of Desperation” no es que sea su álbum más flojo de los últimos cinco años es que, si en “Different Shades of Blue” (2014) quería demostrar a toda costa su talento como compositor y como bluesman adulto y solvente para acallar a todos esos feroces y reaccionarios críticos que todavía a estas alturas son incapaces de creerse a un intérprete blanco de blues después de Stevie Ray Vaughan o Gary Moore, este álbum da toda la sensación de estar grabado para él mismo y su disfrute. Lo que ocurre es que tanto talento termina por desbordar y, claro, termina calándonos. Bonamassa es enorme y lo demuestra con cada paso que da pero un poquito de contención haría que le echasemos más de menos y nos sorprendiera un poquito más con cada nueva grabación y esto es lo único que le podemos echar en cara…
© 2016 Jim Tonic