A Jeff Buckley le bastó tan sólo un álbum, “Grace” (1995), para pasar a la historia e influir a cientos de artistas que imitarían su portentoso registro con desiguales resultados y en géneros tan dispares como el indie, el hard rock o el metal. No fue por casualidad, Jeff había heredado de su padre, Tim Buckley, una garganta de oro de registro imposible con la que era capaz de alcanzar el alarido más afilado como llegar al tono más íntimo e incluso coquetear con el soul. Dio, Robert Plant y Jimmy Page, Chris Cornell, Leonard Cohen, Bono o Van Morrison mostraron su admiración por Jeff mientras Radiohead tomaban buena nota de sus actuaciones en directo durante la grabación de “The Bends” (1995) y Matthew Bellamy intentaba alcanzar su tono mientras tocaba con unos desconocidos Muse en su Devon natal. Y, de pronto, como si hubiese sido poseído por el espíritu de Ofelia o Virginia Woolf, Jeff Buckley se adentraba completamente vestido en el río Wolf (afluente del Mississippi) cantando “Whole Lotta Love” de Led Zeppelin y abandonaba este mundo. A finales de los noventa, tenía una buena amiga que había estudiado en Nueva York, cerca de St.Mark’s Place, y había tenido la inmensa suerte de acudir a un par de sus actuaciones en bares y me contaba que era un tipo peculiar en las distancias cortas capaz de transmitir una tristeza infinita, estaba convencida de que su muerte, a finales de mayo del 97, había sido un suicidio y no un accidente.
Independientemente de la naturaleza de su triste desaparición, el terremoto de Buckley fue inversamente proporcional a su impacto. Si en sus primeros días y meses, la noticia convulsionaba al mundo de la música y aquí en España tan sólo la publicación Popular 1 le dedicaba las palabras que se merecía, el verdadero sismo tendría lugar con el paso de los años en los que Buckley dejó de ser un artista de culto para convertirse en un bello maldito que siguió la dramática suerte de su padre abandonando demasiado pronto este mundo y “Grace” se erigiría como clásico que gusta a todo tipo de público con algo de sensibilidad como único requisito.
Es inevitable no querer más música de aquellos que nos han dejado y tocado muy adentro. ¿Quién no querría nuevas canciones de Jeff Buckley o Elliott Smith? ¿Dónde habrían llegado y cómo habrían evolucionado sus carreras? En el caso de Buckley no tengo la menor duda de que habría hecho grandes discos y habría tocado palos como el hard rock, la música étnica paquistaní, la canción francesa o el soul más accesible, estoy convencido de ello porque todo eso y más bullía en su cabeza y sabía transformarlo con su inmenso talento. Por desgracia, del aluvión de material que se ha publicado tras su muerte me quedo únicamente con algún recopilatorio, directo y poco más porque cada vez entiendo menos el gusto por el dinero de aquellas personas que disfrutan saqueando las arcas de material de artistas que, de estar entre nosotros, nunca habrían visto la luz. Hace unos meses, Frances Bean (hija de Kurt Cobain) aliada con Brett Morgen protagonizaba el acto más funesto de arqueología funeraria familiar publicando sin ninguna sensibilidad material casero de dudosa calidad y menos gusto del que fuese su padre. Kurt Cobain nunca habría visto con buenos ojos el espolio y se habría horrorizado de que su intimidad se publicase para el consumo de masas y Jeff Buckley, el perfeccionista Jeff, desde luego tampoco habría autorizado este “You And I” que nos ocupa ni muchos del material publicado anteriormente.
Grabado en el estudio de Steve Addabbo y tras haber firmado Jeff con Sony las canciones que integran este álbum tenían la única intención de transmitir lo que era capaz de interpretar Jeff en directo y mostrar su talento, nunca llegar a ser un álbum a publicar. Diez cortes de los cuales ocho son versiones y dos hembriones de su propio repertorio (“Grace” y "Dream of You and I") y nada nuevo que llevarnos al oído porque todo, absolutamente todo, ya había sido publicado previamente y el único reclamo que supone "Just Like a Woman" de Bob Dylan ya circulaba por la red hace mucho tiempo.
Es la versión de Dylan la que abre esta absurda recopilación, la capacidad de Buckley para transformar canciones de otros y dotarlas de nuevo significado gracias a su voz es impresionante. "Just Like a Woman" suena emocionante y vibrante en su requiebros y la sensibilidad que derrochan sus seis minutos. La funky “Everyday People” de Sly And The Family Stone se convierte en algo íntimo mientras que “Don't Let the Sun Catch You Cryin” de Joe Green es directamente una golosina que disfrutar lentamente con el rasgueo jazzy que arranca de su telecaster de golpeador de espejo.
¿Quién podría resistirse a “Calling You” que popularizó Jevetta Steele en la voz de Jeff? La interpretación es magnífica y sobrecoge el hecho de pensar lo que habría sido escucharla en directo en un bar cualquier ade un barrio de Nueva York, el problema es que ya la habíamos escuchado. La querencia de Buckley por Morrissey y The Smiths ya era conocida y aquí se traduce en la inclusión de “The Boy with the Thorn in His Side" y “I Know It's Over” que son todo un sobresaliente en el ejercicio que supone arrancarlas de la tremendamente característica voz del mancuniano y dotarlas de vida lejos de los giros y la engolada pronunaciación de éste.
Como interesantes son la tradicional “Poor Boy Long Way from Home” en la que Buckley se desenvuelve asombrosamente bien (con ese slide de toque polvoriento y pantanoso del delta) y que pertenece por derecho propio a Bukka White o “Night Flight” de sus amados Zeppelin .
“You And I”, se trata de un producto ideado para esquilmar, aún más, los bolsillos de los más completistas y cumplir con el lanzamiento periódico que de Buckley se lleva haciendo ya hace tiempo. Suerte que cada vez haya menos material que saquear y con lo que hacer dinero. No me extraña que Buckley se sumergiese en el río harto de todo, tenía razón Guillaume Apollinaire; “Al final, uno se cansa de este viejo mundo”
© 2016 Jim Tonic