No hay nada que disfrute más que cuando una
banda acepta su lugar en el mundo y hace lo que mejor sabe sin complicaciones.
Y esa podría ser la presentación a “Dead Dawn”, el nuevo álbum de Entombed A.D.
con el que parecen tomar el testigo de su propia mano (allá cuando todavía no
había disputas legales con el nombre) y, sin molestarse en innovar, en sonar
diferente, nos hacen recuperar la fe de aquellos que creímos dar por muerta su carrera tras “Wolverine Blues” (1993) o,
si me apuran, “Clandestine” (1991) con la excepción, claro está, de aquel
“Morning Star” del 2001. Pero es que también hay que entender que Entombed A.D.
(o lo que es lo mismo; Olle Dahlstedt, Nico Elgstrand y Victor Brandt), como
proyecto, es así gracias a Lars Göran Petrov -con la ausencia de Alex Hellid y
libres de aquella supuesta pasividad o dejadez con la que tachaban al
músico- y ese intento permanente de reverdecer los laureles del death sueco en
un álbum como “Dead Dawn”, para el que casi no se han tomado un respiro, y en
el que se mezclan punk, hardcore y thrash casi en las mismas dosis. En él no
hay grandes sorpresas y los seguidores más veteranos encontraremos guiños a
álbumes como “Left Hand Path” (1990) o ”Clandestine” (1991), aunque lo que
predomine sea su sonido más accesible de la parte central de su carrera, a
partir de “Wolverine Blues”, pero
lo que más me gusta del álbum es la forma en que ese punto también más
‘old-school’ se da la mano con el metal más actual, logrando que las canciones
suenen frescas pero, paradójicamente, con ese sabor añejo a los Entombed de
toda la vida y que se traduce en melódicas composiciones sustentadas sobre la
base rítmica Dahlstedt y Brandt, a la que hay que sumar la magnífica producción
de Jacob Hellner (Rammstein, Apocalyptica o Clawfinger) y el propio Nico Elgstrand que no sólo parecen
haber encontrado el punto exacto a una batería bruta pero cristalina en su
sonido sino que han conseguido que sus propias guitarras se claven con fiereza en
el oyente con ese sonido grueso tan caractéristico de Entombed.
La rapidez con la que nos despacha “Midas In
Reverse” nos hace entender que, a pesar de ese “back to basics” tan buscado, la
canción nos llevará al elemento más thrash de los suecos con Petrov completamente
fuera de sí y esos puentes tan sobresalientes, por no hablar del desarrollo
central, magnífica. La misma “Dead Dawn” nos recordará a “Evilyn” de
“Clandestine” (1991) pero será tan sólo esa parte de ese componente nostálgico
que todo el álbum exuda porque pronto la canción tomará cuerpo y nos dejará
noqueados por sus propios méritos.
Otro punto a favor del disco es que nos sorprenden con cada
canción, dejándonos con ganas de saber qué es lo que vendrá
después. Si tras de una descarga de adrenalina como “Midas In Reverse” o la
contundencia de la homónima “Dead Dawn” podemos esperarnos algo, desde luego no
es la guitarra acústica de “Down To Mars To Ride” que nos descolocará aún más
en una canción que, cuando se desencadena (con la ayuda de Anders Wikström, Treat), es capaz de convertirse en un torbellino allá donde la escuches, deseando que
sea un concierto para hacer un poco de moshing y, además, posee uno de los
estribillo más pegadizos y accesibles de “Dead Dawn”.
Es “As The World Fell”, de nuevo con Wikström,
en la que pisarán el freno sin abandonar la robustez del propio álbum y será, otra
vez, Nico Elgstrand el que hará que su guitarra surque la composición dotándola
de aún más melodía sobre esos hipnóticos y pesados riffs que sirven como contrapunto
perfecto para un Petrov que cambiará su tono más cavernoso y desagarrado por uno
profundo y resonante.
Esa cualidad de “Dead Dawn” por la cual
aseguraba que cada canción es una pequeña sorpresa en sí misma, se hace patente
en “Total Death” y ese toque tan hardcoreta en la que no inventan la rueda -con
un esquema clásico- pero en la que la caja de la batería de Olle Dahlstedt
parece un metrónomo durante toda la canción y así lo demuestra cuando, un
minuto antes de acabar, es él quien marca la entrada de Brandt y Elgstrand antes
de que éste se marque un acelerado y magnífico solo y acometer un último verso
para quedarse la voz de Petrov resonando en nuestro oídos.
O, también, somos testigo de ello en la
desenfadada “The Winner Has Lost” en la que abandonan el death, el thrash o ese toque punky/hardcore para hacer algo más
cercano al hard rock y resultar creíbles como en “Silen Assassin” vuelven a
pasarse al ámbito del hardcore sin complejos con un estribillo y riff cafres como
pocos dentro del álbum, siendo quizá “Hubris Fall” la única que lastre el
resultado final a esta segunda cara con ese toque, a medio camino, entre la
marcha funeraria y una victoriosa gracias ese ritmo pesadote más propio del
doom y esas líneas de piano acompañadas de samplers. No es que vare al álbum,
ni mucho menos, pero sí le hace perder altura y empaque porque simplemente no
está al nivel del resto de canciones y, además, su toque ligeramente gótico
hace que me recuerde en exceso a "Night Of The Vampire" de
"Unreal Estate" (2005).
Menos mal que tienen el acierto de situar tras
ella un cañonazo como “Black Survival” en la que parece que, para nuestro
deleite, las fronteras entre el
death y thrash vuelven a desdibujarse y, para rematar; “Not What It Seems” con
una intro un tanto truculenta que parece encerrar la melodía de aquel riff
gordo con el que abrían “Left Hand Path despidiendo “Dead Dawn” no de la mejor manera pero sí
dignamente.
Un disco en el que, sin arriesgar demasiado y
haciendo uso de sus señas de identidad, Entombed A.D. parecen disfrutar
retándonos a adivinar cuántos de sus viejos recursos han utilizado en cada de
sus canciones para atrapar de nuevo a los seguidores de siempre y a ese sector
más generalista que se subió al tren tras 1993 o los abandonó creyendo que
habían muerto a principios de la nueva década y ahora se encuentran con dos
discos que recuperan la fuerza y la melodía de aquellos. Puede que no logren
que cambies de idea después de “Dead Dawn” pero su propuesta sigue siendo tan
honesta como para asegurarte un buen rato tanto en álbum como en directo con
Petrov rugiendo y recorriendo el escenario de un lado a otro. ¿Qué importan las
siglas que acompañen al nombre? Nada en absoluto.
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