SETLIST (Myrkur): Den Lille Piges Dod/ Hævnen/ Onde børn/ Jeg er guden, i er tjenerne/ Mordet/ Dybt i skoven/ Skøgen skulle dø/ Skaði/ Song to Hall Up High (Bathory)
SETLIST (Deafheaven): Brought to the Water/ Luna/ Baby Blue/ From the Kettle Onto the Coil/ Come Back/ Gifts for the Earth/ Sunbather/ Dream House/
No seré yo quien se aventure a hacer un pronóstico apresurado de cómo evolucionará la escena musical en unos años ahora que, irónicamente y contra todo pronóstico, dos bandas casi desconocidas son capaces de congregar en una sala a unos pocos cientos de aficionados del black metal, o el shoegaze, el post-metal, el post-rock y pop más nostálgico de los ochenta ahora que ya han pasado décadas desde que todos estos subgéneros alcanzasen su cima creativa y de popularidad. Y así se mostraba la sala Shoko de Madrid, llena y con máxima expectación por ver cómo la danesa Amalie Bruun (Myrkur) y George Clarke y Kerry McCoy trasladaban el sonido de sus álbumes al directo. Pero fue comenzar Amalie a cantar la introducción de “Den Lille Piges Dod” (no “Frosne vind” como aseguran otros medios) que me percaté de que no todo el público estaba allí por los mismos intereses cuando la mitad de la sala se dedicó a socializar hablando, bebida en mano, creando un murmullo constante durante toda la actuación, prestando escaso interés a los artistas y estropeando la experiencia del resto. Y es que, nos guste o no, el metal extremo ha encontrado en internet al aliado perfecto; si antes muchas bandas sólo encontraban su público a través de fanzines o someras y escuetas secciones en la prensa especializada, ahora todo el mundo tiene acceso al mismo material y el quid de la cuestión no es tachar o no de dignos o de ‘posers’, farsantes, a todo aquel que en pleno 2016 no acuda a la cita maquillado con el ya ridículo corpsepaint o, mucho peor, denostar por edad o sexo sino por algo tan sencillo como es el respeto; respeto al artista que está expresándose sobre el escenario y respeto por aquellos que sí queremos escuchar.
El proyecto de Amalie Bruun consiguió atraer a demasiados curiosos para tan sólo haber publicado un EP, "Myrkur" (2014) y un álbum "M" (2015) pero es que la mezcla folkie y celta con black metal de Bruun, así como su misteriosa a la vez que etérea presencia en escena, sin resultar innovadora sí que funcionan. Tras la hipnótica “Den Lille Piges Dod” con ella al piano y su brutal cambio de ritmo, llegó una pesadísima y densa “Hævnen” de “M” en la que pronto nos dimos cuenta que Bruun es capaz de hacernos pasar del embrujo místico en la niebla a la agresión más oscura. Como curiosidad, el soporte del micro como una horquilla de madera sujetaba dos micrófonos; uno para las partes más melódicas con un ligero y bonito reverb y el de su izquierda con distorsión para las más guturales y rasgadas, fallo del técnico de sonido el no estar más pendiente de cuando abrir y cerrarlos ya que Bruun, en un par de ocasiones, quiso gritar y no había señal en el correspondiente y es que, dependiendo de las canciones, uno u otro eran habilitados. A pesar de ello, una de mis favoritas, la épica “Onde børn” sonó perfecta como “Jeg er guden, i er tjenerne” con sus cambios de ritmo o “Mordet” con ese furioso riff con el que se abre y con la que Bruun se deja la garganta. Cualquier actuación de un artista con tan sólo un álbum y un EP se sentiría coja, no es el caso de Myrkur, cuyo debut es uno de los más sólidos de los últimos años y uno de los mejores álbumes de metal del año pasado, “Dybt i skoven” consiguió sonar lírica y sensible a pesar del insoportable ruido de fondo en la sala, así como la maravillosa “Skøgen skulle dø” consiguió transportarnos a su universo, una auténtica delicia. Para acabar y con pocas palabras entre canción y canción, Bruun aulló en “Skaði” y nos regaló su ambiental versión de “Song to Hall Up High” de Bathory. Resulta imposible hablar de “telonero” cuando lo que vimos sobre el escenario es a una artista con empaque que todavía tiene mucho recorrido y, de no ser por “New Bermuda”, habría robado todo el protagonismo al plato fuerte de la noche.
Y es que Deafheaven se han convertido, de la noche a la mañana, en todo un fenómeno. Era mi segunda vez con ellos y cada vez tengo más claro que esa extraña mezcla de público que puebla sus concierto es debida al crisol de influencias que ellos mismos vierten en sus canciones. Camisetas de Joy Division, Depeche Mode y The Smiths se mezclaban alegremente entre la pista con Darkthrone, Bathory, Einstürzende Neubauten o Behemoth pero es ver tomar el escenario a un Kerry McCoy que tiene más que ver con Johnny Marr y a George Clarke moviéndose entre la pulsión nerviosa, el ataque epiléptico y la raya de coca, vestido con una camisa negra y el pelo engominado para entender que lo que vamos a ver no es un grupo de metal más. Los de San Francisco han sabido trascender más allá de las etiquetas y géneros, basando su élan vital en las guitarras del black, los largos desarrollos hipnóticos del shoegaze y los pasajes más post para, acto seguido, romperte el cuello de nuevo con el metal más bruto del norte de Europa. Las letras de sus canciones no se centran en el paganismo, aquí no hay decadentes dioses nórdicos, tampoco hay espacio para los de Cthulhu y ni una sola mención a la literatura gótica en general o al gore y los aspectos más desagradables del hombre como animal carnicero, Deafheaven han renovado el manido discurso del metal y lo cierto es que resulta tan refrescante como para que se hayan puesto en boca de todos y consigan atraer a aficionados de todo tipo de pelaje.
Basando su actuación en “New Bermuda” (2015) y los bises en “Sunbather” (2013), olvidándose por completo de “Roads to Judah” (2011), arremetieron con “Brought to the Water” que sonó nítida y magnífica pero con el empuje de esos riffs y partes más calmadas de sus desarrollos mientras el binomio Clarke/ McCoy atraía todas las miradas; uno por sus movimientos y constantes interacciones con las primeras filas y el otro –como su idolatrado Marr- por su hieratismo, como si el concierto fuese ajeno a él, pero sin descuidar ni una sola nota y transportándonos con la melancolía de sus fraseos entra tanto robusto riff. Fue la cabalgante guitarra de éste en “Luna” la que nos hizo entrar en calor mientras Clarke agitaba las manos y sacudía la cabeza, mientras nos apuntaba a todos y cada uno de nosotros regodeándose en cada uno de los versos.
“Baby Blue” calmó los ánimos en sus primeros compases evocadores de los mejores ochenta hasta que se rompe en mil jirones y las guitarras aullan y se se arrancan con un solo con wah más propio del hard que del metal. Un pequeño descanso en el viaje que supone “New Bermuda” y Clarke presenta "From the Kettle Onto the Coil" que publicaron como single en el 2014 y sirve para agitar aún más la pista. El comienzo tranquilo de “Come Back” nos lleva de vuelta a su último álbum con la canción más furiosa y arquetípicamente black de éste para cerrar con la bonita “Gifts for the Earth” y los bises de “Sunbather” en la que Clarke echa aún más fuego animando a la pista en una explosión de euforia sin igual en la que parece que hubiesen abierto una botella de champán y la saturadísima y acelereada “Dream House” para acabar una actuación con los oídos zumbando e “Irresistible” sonando por los altavoces a modo de despedida.
No, desde luego que no seré yo quien se aventure en emitir juicio sobre Myrkur o Deafheaven e intentar adivinar si su propuesta encontrará el apoyo que se merece y evolucionará hacia nuevos y excitantes terrenos haciéndoles crecer aún más como músicos pero lo que sí que tengo claro es que tanto Bruun como Clarke y McCoy están actualmente en un grandísimo momento y me siento afortunado de haber estado entre esos pocos que fueron testigos, con sus propios ojos, de la presentación en directo de dos discos ya imprescindibles como son “M” y “New Bermuda”, en una noche perfecta.
© 2016 Jim Tonic