Cuando leí que los griegos estaban trabajando en la continuación de “Κατά τον δαίμονα εαυτού” (“Katá ton Daímona Eaftoú”) del 2013, de nuevo bajo la batuta del propio Sakis Tolis y repitiendo en los míticos estudios suecos Fascination Street de Jens Bogren, ya sabéis; lo primero que me vino a la cabeza fueron nombres como Emperor, Ihsahn, Opeth, Amon Amarth, Katatonia, Enslaved o Amorphis entre muchos otros. “Katá ton Daímona Eaftoú” fue un gran disco aunque no llegase a las cimas de "Theogonia" (2007) o "Sanctus Diavolos" (2004) y, aún con toda la inmensa oscuridad de “Rituals”, lo épico de sus guitarras y esos momentos “tan rotting christ” en los que uno cree estar de cuerpo presente en una ceremonia pagana en los albores del la civilización gracias a esa instrumentación tan característica suya y esos coros que repiten frases como mantras, la sensación general de que en “Rituals” bajan las revoluciones de sus canciones en pos de una mayor profundidad y densidad es la que termina opacando el resultado final. “Rituals”, a pesar de los estudios y la producción a cargo de Tolis, peca también de poco auténtico ya que esos coros y recitados que llegan a parecer oraciones se sienten demasiado forzados y resultan poco convincentes por no hablar del empacho que suponen en álbum en el cual esos ingredientes salpican constantemente las composiciones; lo que poco gusta por original, mucho cansa y Rotting Christ, para colmo, restan velocidad a un álbum que escuchado en repetidas ocasiones termina por desdibujar el inicio y el final de las canciones, teniéndose la sensación de estar escuchando constantemente la misma a excepción de cuando aparece un aislado pero agradecido riff de guitarra que nos recuerde que estamos escuchando un disco de metal y no uno folkie o religioso.
Por otra parte, en este álbum los griegos caminan por la cuerda floja y sin red en un subgénero como es el black metal en el que ya todo, de por sí, resulta demasiado teatral, kitsch e incluso ridículo (dicho esto siempre con todo el cariño por esos artistas se maquillan, visten complementos medievales, posan con armas, juegan con fuego, entran en competición entre ellos por ser los más malos y demoníacos en las sesiones de fotos o dejando arder entre llamas construcciones históricas y algunos llegando incluso a creerse tanto su papel que han malgastado sus propias vidas. Definitivamente, el black metal es tan atractivo como divertido si uno sabe verlo en perspectiva) forzando tanto su estética en “Rituals” que si Euronymous o Varg Vikernes sentían algún tipo de respeto por ellos cuando todavía su propuesta oscilaba entre el grind, el death y el black, ahora mismo serían tachados de cualquier cosa menos de auténticos. Y es que en “Rituals” la oscuridad está tan buscada que resulta un chiste en sí misma.
"In Nomine Dei Nostri" con la ayuda del serbio Nikola Nikita Jeremic en los arreglos y George Zaharopoulos (Morbid, Magus Wampyr Daoloth o The Magus) es un comienzo épico, en el mejor sentido de la palabra, con Themis Tolis golpeando si piedad los parches y la guitarra de George Emmanuel haciendo un gran trabajo pero en esta primera toma de contacto con “Rituals” ya nos damos cuenta de que la repetición constante de “In nomine Dei Nostri Satanas Luciferi Excelsi” la hace perder credibilidad y, lo peor de todo, aburrirnos: una vez habría sido efectiva, como estribillo magnífica, cantada más de una veintena de veces logra cansar y perder su fuerza, encanto y negrísimo magnetismo.
“Ze Nigmar” hunde sus raíces en esa lentitud que antes mencionábamos, toques orientales mientras Tolis baja aún más su tono y la convierten, definitivamente, en un mantra. Lo peor y lo mejor de “Rituals” es y serán esos coros en los que Tolis se apoya; Babis Alexandropoulos, Giannis Stamatakis y Thodoris Aivaliotis hacen un gran trabajo que en este disco se pierde por estar fuera de lugar. Con "Elthe Kyrie" recuperamos la velocidad y será Danai Katsameni quien ayude en las voces dotando de cierto realismo la arenga fanática o conjuro en las estrofas pero, de nuevo, la grandilocuencia con la que termina desenvolviéndose la canción y el uso de las gaitas de Giorgos Nikas y Konstantis Mpistolis la convierten en una caricatura a pesar, muy a pesar, del rapidísimo solo que se marca el griego George Emmanouil con su Les Paul.
La presencia de Michael Locher (o, como todos le conocemos, Vorph de Samael) le da empaque –fuerza- y más realismo a “Les Litanies De Satan (Les Fleurs Du Mal)” pero somos testigos de que Rotting Christ han perdido fuelle y ni con Vorph son capaces de remontar, sencillamente porque la canción no vale gran cosa, como ocurre con “For A Voice Like Thunder” en la que echa una mano en el recitado (¡otro recitado!) ni más ni menos que Nick Holmes de Paradise Lost no sin antes haber incluído los sonidos de espadas de una batalla o escaramuza y no será hasta que no entren las guitarras que estemos hablando propiamente de una canción en la que, para colmo, vuelven los relatos hablados y toda ella se convierte en un “interruptus” que acaba, cómo no, con los mismos sampleados de espadazos, simplemente terrible…
"Apage Satana" es una majadería en la que nada tiene credibilidad alguna y sentiremos estar escuchando la pieza de una banda sonora, en ningún momento podremos estar hablando de canción sino de pieza, corte o interludio. Para rematar, los alaridos finales le hacen a uno tener el gatillo fácil y pasar de canción a "Tou Thanatou" y otra vez las dichosas gaitas de Nikas y Mpistolis, más coros con los que sacrificar vírgenes, degollar alguna que otra gallina o brindar con grandes jarras de cerveza, un despropósito tras otro en el que ya nada parece tener sentido alguno excepto, de nuevo, el solo de guitarra; eso sí, metido con calzador.
De "Konx Om Pax" salvamos de nuevo la orquestación de Nikola Nikita Jeremic y de “Devadevam” su toque aborígen con las guitarras sonando como un didgeridoo o didyeridú mientras que “The Four Horsemen” es una version de Aphrodite's Child y su álbum "666" de 1970 que aquí pierde toda su esencia esotérica, mágica o psicodélica cuando los hermanos Tolis la hacen pasar por sus manos, demostrándonos que calzarse los zapatos de Demis Roussos no es tarea al alcance de cualquiera.”Rituals” es un ejercicio fallido por parte de Rotting Christ que deberían plantearse si quieren seguir siendo una banda de metal solvente que interprete sus canciones sobre el escenario de un festival o transformarse en un colectivo folk que disfrute más cantando alrededor de una fogata en un acto orgásmico-chamánico de mentirijilla.
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