“Post Pop Depression” es la historia de un álbum surgido a raíz de unos mensajes de texto entre un móvil y otro; el de Iggy Pop y Josh Homme que tras chatear y tantearse, se enviaron las letras que habían escrito y decidieron trabajar juntos. Podríamos defenestrar este álbum sin piedad pero lo cierto es que casi todo lo que toca Josh Homme se convierte en oro y por Iggy Pop siento tanta debilidad como respeto, además de estar en un gran estado de forma en el que no sólo su físico sigue desafiando al tiempo sino que su voz de barítono no ha perdido ni un ápice de su inconfundible tono y los años le han sentado mejor que bien. Para colmo y empañar aún más nuestro juicio, nos llega la amarga noticia de que el álbum que nos ocupa podría ser el último de Iggy y no es por casualidad; independientemente de su edad y el esfuerzo que supone sacar un rato entre gira y gira para grabar, algo me dice que la súbita declaración de Iggy tiene mucho que ver con la tremenda noticia que ha supuesto la repentina pérdida de Bowie. Para todos aquellos que desconozcan la historia, si tenemos a Iggy Pop aún entre nosotros es por obra y gracia del Duque Blanco, no de Bowie sino del Duque. Corrían mediados de los setenta y Bowie, ya transmutado en su sofisticado álter ego ario, huyó de Estados Unidos pesando treinta y cinco kilos gracias a una estricta dieta de cocaína y leche, junto a él su inseparable amigo, Iggy Pop, al que había sacado del psiquiátrico y cuya salud no era mucho mejor que la suya. Juntos huyeron a Berlín como aquellos que se refugian en una casa de campo lejos del mundanal ruido sólo que Bowie y Pop se largaron a una ciudad fragmentada política y socialmente, allí prefirieron vivir en un edificio en ruinas a la comodidad de un mansión en las colinas de California y, por suerte, recuperaron la salud alejados de la decadencia hollywoodiense atravesando una de sus grandes cimas creativas; Bowie publicó su famosa trilogía berlinesa mientras que Iggy debutaba con "The Idiot" y "Lust For Life", ambos del 77. Es por eso que a Bowie le debemos que Iggy esté entre nosotros y no es de extrañar que éste haya sufrido como el que más la muerte de su mejor amigo, aquel que le salvó. Y es que cuando la muerte se lleva a otros es una cosa pero cuando te arrebata a uno de tu misma quinta, al que ves como tu hermano, la cosa cambia. Iggy ha sido testigo de cómo la muerte se ha llevado a su amigo, a su confidente y un músico al que admiraba y por el que sentía devoción. ¿Tiene algo que ver en el tono lúgubre que está exhibiendo Pop en las entrevistas de este álbum hasta ahora? Por supuesto. Pero, ¿por qué las canciones de "Post Pop Depression" tienen ese extraño encanto y sonoridad de "The Idiot", por qué no nos cuesta nada en absoluto imaginarnos al mismísimo Bowie cantando sus letras?
“Post Pop Depression” son nueve canciones densas, en ocasiones pesadas, grabadas en el estudio de Homme en Joshua Tree y Burbank de California con él mismo como productor (que ahora sabemos que fue este proyecto el que le impidió sentarse tras los parches en la gira europea de Eagles Of Death Metal y el ya funesto bolo en el Bataclán francés la noche de los atentados) y en las que hay tantas influencias y tan dispares que termina por enamorar tras varias escuchas, cuando uno se ha molestado en encontrar todos esos sabores. A Pop y Homme (que financian el proyecto) les acompañana Dean Fertita (Queens of the Stone Age, The Dead Weather o The Waxwings) y Matt Helders (The Arctic Monkeys) mientras que en la gira ya anunciada, también participarán Matt Sweeney al bajo y otro viejo conocido de Homme a la guitarra; Troy Van Leeuwen.
“Break Into Your Heart”, por ejemplo, es puramente Iggy y a todos nos recordará inevitablemente a “Baby” de “The Idiot”, la influencia es clarísima en su cadencia y en sus arreglos, es como si Pop hubiese querido visitar su grabación de hace más de tres décadas. Es más, si escuchamos una a continuación de la otra, encontraremos muchas más coincidencias y que, como afirmaba al comienzo de esta crítica (y no falto de razón), la voz de Iggy parece no haber envejecido en absoluto; uno tiene la sensación de estar escuchando ahora al mismo chaval que huyó entonces a Berlín.
Más diferente es la brillante “Gardenia” (nada que ver con la de “Welcome to Sky Valley” del 94 aunque la influencia de los de Palm Desert sea más que evidente en otras canciones) con esa guitarra heredera de Johnny Marr y su “How Soon Is Now?”, también es verdad que la referencia es tan obvia que hasta sonroja porque, ¿cuántas veces más vamos a escuchar una guitarra siendo teñida por el efecto de un pedal de trémolo sin que creamos escuchar a The Smiths? “Gardenia” se crece en el puente; “We lay in the darkness, then she turned the lights on, I saw a dangerous habit, when she turned the lights on”
“American Valhalla” suena tan nocturna y tensa que parece que vaya a romperse en algún momento mientras que la densidad y el bajo saturado de “In The Lobby” hará que agradezcamos la tintineante guitarra de Fertita. Como tampoco es gratuita esa guitarra entrecortada en “Sunday”, cuyo primer riff nos recordará a “Rebel Rebel” y pronto se traducirá en una correcta canción pop con un estribillo pegadizo.
Pero, sin duda, una de las cosas que más me gustan del álbum es la libertad que se respira a lo largo y ancho de él, como en “Vulture” –que parece inspirada en “Mystery Train” de Elvis- y termina por convertirse en una canción a medio camino entre el western más sabroso y la experimentación con esa guitarra en la que Fertita estrangula las cuerdas mientras Iggy, quiero pensar que es él, rasga las de su acústica y toda la canción termina estallando en arreglos de cuerda y coros. Imposible no recordar los días alemanes de Iggy y Bowie en “German Days”, gracias a su título, en la que la instrumentación avanza un pasito más allá abandonando las coordenadas marcadas hasta ahora aunque la guitarra de las estrofas suenen más que nunca a Queens Of The Stone Age y no sea difícil imaginarla en un álbum como "...Like Clockwork" (2013)”
Lo mejor de “Chocolate Drops” es el teclado, los coros en falsete que equilibran los versos de Iggy y ese slide desperezándose junto a la marimba y del cierre, “Paraguay”, el estribillo y, por supuesto, Iggy, la voz de Iggy que, al final, nos depara una sorpresa cuando él narra y los demas se limitan a corear, magnífica. Pena que los más grandes ya estén cumpliendo una edad en la que su salud les impida continuar porque no tenemos reemplazo para ellos.
Un álbum que gustará a los paladares más refinados y acostumbrados a lidiar con la carrera de Iggy Pop (no únicamente de aquellos que disfrutan de sus contoneos descoyuntados en absurdos festivales y sólo conocen dos o tres canciones) ya que supone su mejor álbum desde “American Caesar” (1993) y esos otros que tienen a Homme, con razón, como uno de los músicos más influyentes de la última década. Para disfrutar con calma y a sorbitos, para recrearse y no abandonarlo a las dos escuchas. Iggy y Homme forman la pareja más extraña y cool del momento.
© 2016 Jim Tonic