Hay algo que hace extremadamente excitante a la música de Deströyer 666 y es esa mezcla de thrash con black que les hace parecer unos Motörhead o Destruction pasados de vueltas y ennegrecidos por la semilla noruega más oscura. Los australianos –aunque ahora hayan echado raíces en Reino Unido y, según cuentan, alguno de ellos en Holanda- han tardado siete años en volver a publicar tras el regular “Defiance” (2009) y he de reconocer que la espera ha valido la pena porque “Wildfire” es su mejor álbum hasta la fecha, claramente superior a “Phoenix Rising” (2000) o “Cold Steel… For An Iron Age” (2002), con un sonido afilado y frío que encuentra su sabor en el metal más clásico pero también en ese black convenientemente acelerado con la esencia del mejor thrash. También es cierto que a las guitarras de R.C. (Cruciamentum/Grave Miasma) las secunda toda una máquina de guerra como Per Karlsson, alias “Perracide” (Nominon, In Aeternum o Nex) que poco o nada tiene que ver con el, a veces embarullado, sonido del black; aquí no se trata de solapar blast beats compás tras compás sino que Karlsson es suficientemente versátil como para resultar pesado y denso cuando la canción o el puente lo necesita y, acto seguido, desbocarse como si no hubiese un mañana en la música de este “Wildfire”. Pero también es imposible no mencionar la magnífica labor de la espina vertebral del grupo, K.K. Warslut que no dudará en aullar hasta que su voz se convierta en una cuchilla de Birmingham como la del mejor Halford o sonar bronca y atropellada cuando se unen él y R.C. haciéndonos saber que en su música hay lugar para todo tipo de influencias mientras haya sangre por sus venas.
Temáticamente, “Wildfire” es más de lo mismo en el panteón estético de Deströyer 666, no hay novedad en cuanto a la temática de sus letras mientras que la portada si abre una nueva brecha en su discografía. Ésta, obra del artista polaco Zbigniew M. Bielak (que recientemente ha visto incrementada su popularidad gracias al magnífico trabajo realizado en los últimos álbumes de Paradise Lost, Ghost o Watain) muestra a la muerte a lomos de un caballo cuya rastro es el fuego que alimenta las letras del título, a primer golpe de vista creeremos estar viendo una nueva versión del mítico grabado de Gustave Doré con el que los noruegos Emperor decoraron la portada de su EP del 93 e incluyeron cabalgando entre las nubes de su mítico “In the Nightside Eclipse” (1994) pero la imagen, en sí misma, tiene suficiente potencia sobre fondo negro como para que abramos la carpeta del vinilo y nos abandonemos al primer golpe de Deströyer 666, “Traitor”.
¿Por qué la figura del traidor puebla con tanta frecuencia las letras del metal extremo? Supongo que por la rica imagineria que la traición trae consigo y porque el sentimiento de haber sido engañado es lo suficientemente potente a lo largo del tiempo como para desatar toda nuestra visceralidad, algo que aprovechan R.C. y K.K. para abrir sin piedad “Wildfire” con ese grito tan desgarrador y agudo con que nos rompen los tímpanos y ese agresivo riff que obliga a Perracide a ir a la zaga de la guitarra como un perro de presa, recordándonos por momentos la canción al sonido de Asphyx. Pero es con “Live and Burn” y esa guitarra relinchando como un caballo surgido del averno siendo domado por R.C. que entraremos de lleno en el universo de Deströyer 666 o, lo que es lo mismo; rapidez, ira, fuerza y esos estribillos accesibles que se te clavan en la cabeza durante días (y es que no quiero definirlos como fáciles ya que podría resultar despectivo cuando, a veces, la simplicidad no tiene nada de malo sino que es, en sí misma, toda una virtud al alcance de pocos).
Pero, claro, la instrumental “Artiglio del Diavolo” delata la vena más clásica de la banda y de ahí que las referencias a Motörhead o Asphyx no sean gratuitas sino que incluso en esta canción podríamos incluso llegar a mencionar a los Maiden de los ochenta, eso sí; con una estela de fuego infernal tras de sí jaleando a McBrain. “Hounds At Ya Back” no es que sea una de las mejores canciones de todo el álbum sino que es, sencillamente, una de las mejores de toda su carrera gracias a esa magnífica tensión dentro de la propia estrofa con cada abrasivo lick tras su verso y ese cambio tan jodidamente espectacular en el estribillo. La pena es que la siguiente, “Hymn to Dionysus”, se quede a medio gas mientras que, por suerte, “Wildfire” es todo un cañonazo del mejor thrash que parece electrocutarnos con sus seis cuerdas y guitarras dobladas y “White Line Fever” es uno de los grandes momentos o la épica “Tamam Shud” que en sus primeros segundos parece deslizarse como una gran serpiente hasta que las voces la dotan de empaque y la convierten en un brillante número final, de un álbum que en su segunda mitad parece flaquear ya que “Die You Fucking Pig” es tan mediocre como “Hymn to Dionysus” y hace que irremediablemente baje la nota media.
“Wildfire” es, sin duda alguna, uno de los mejores álbumes de metal de este año y escribo esto a sabiendas de que se publica a finales de febrero pero es que, a excepción de un par de traspiés, es una impresionante colección de canciones con excepcionales estribillos, grandes coros y rapidísimas e hirientes guitarras. La próxima vez que alguien te hable de la música en Australia que tu cerebro no se obnubile con referencias más obvias y acuérdate de este “Wildfire” porque te aseguro que quema tras cada escucha y eso, hablando de metal, es bueno; muy bueno…
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