Las malditas expectativas, esas que hacen a uno vender la piel del oso antes de cazarlo, e internet son los principales factores que dan al traste con la experiencia de escuchar un proyecto que, a priori, y siempre sobre el papel, se antojaba interesante pero que hace veinte años habríamos situado correctamente en su lugar; el del entretenimiento de Matt Cameron y Ben Shepherd (o, lo que es lo mismo; la base rítmica de Soundgarden), Dimitri Coats de (OFF!, Burning Brides) y Alain Johannes (Eleven, Queens of the Stone Age). Y es que hace muchos, muchísimos años no le habríamos dado más importancia que la que tiene a esta aventurilla o affair lejos de las bandas que han dado a conocer a sus integrantes pero, en esta época digital, en cuanto un par de amigos cuya profesión es la música se sientan a compartir una cerveza en un estudio es algo ya saludado erróneamente por los medios como supergrupo o la gran esperanza discográfica del año y el principal defecto de Ten Commandos es que apesta a proyecto vacacional de cada uno de sus miembros. La inevitable presencia de Mark Lanegan servía como aval de presentación a un single con un regusto tan añejo como "Staring Down The Dust" pero es que, con todos mis respetos hacia Lanegan (un artista al que admiro y sigo su carrera desde Screaming Trees) todo proyecto por el que pasa lo deja impregnado con su fuerte personalidad y escuchar "Staring Down The Dust" como single de Ten Commandos y, mucho peor, encontrármela en primera posición del álbum me hizo darme cuenta de que si la carrera de Lanegan desde "Blues Funeral" (2012) y sus inexplicables bases enlatadas con regusto electrónico ochentero -perdiendo aquel encanto polvoriento del perdedor en temas como "Pendulum", "Mockinbirds", "Borracho" o "One Way Street"- parecen haberle llevado a cierto callejón sin salida es únicamente por su culpa ya que cuando vuelve al formato clásico de guitarra, bajo y batería vuelve a recuperar algo de su magia anterior y el gran error de Ten Commandos de que querer abrir con ella porque "Staring Down The Dust" no es en absoluto representativa de lo que encontraremos en este debut y, tras un par de escuchas, nos encontramos un tema repetitivo y cuyo mayor acierto es precisamente la voz de Lanegan. Suena como The Dead Weather con una mala producción y aburre tras el primer minuto porque ni siquiera llega a alcanzar el clímax, además de que las segundas voces y constantes sampleados y efectos enturbian la mezcla. ¿Soy un fan pureta de Soundgarden o Screaming Trees incapaz de aceptar que sus artistas favoritos evolucionen y no hagan lo mismo que hace veinte años? Para nada, "Staring Down The Dust" es una mediocridad indigna de Lanegan, Shepherd o Cameron que, por supuesto, no tendría cabida en "Above" (1995) de Mad Season y ni siquiera en un proyecto como Hater si no es como "cara b" de algún single.
¿Podríamos decir que el álbum de Ten Commandos comienza con "War on the Peace"? Desde luego. No porque resulte refrescante, innovadora y su melodía e instrumentación sean magníficas sino porque ésta sí es representante del sonido del grupo y no como ocurría en la anterior en la cual no eran más que la banda de acompañamiento de Lanegan. Su riff principal vuelve a ser claro heredero de la tradición del rock de los setenta pero pronto se ve apaciguado como una chicharra y su ritmo sin fuerza alguna, alejado de la pesadez que se le presuponía en su primer compás, la hace entroncar más con QOTSA hasta el estribillo en que nos recordará a los noventa más clásicos. "Outermost Sky" es la gran sorpresa del álbum ya que es el propio Matt Cameron quien se encarga de las voces principales (aunque hayan tenido el malísimo detalle de doblarlas) y su ritmo pausado y ensoñador, además del suave falsete al que es capaz de llegar Matt para salvar las notas más altas, nos lleva a la clara nostalgia del rock alternativo, ese que reinaba hace más de dos décadas. Pero si con ambas recuperábamos cierto ánimo todo se viene abajo cuando suena "Come" con Nikka Costa sonando sin personalidad, gracia y sin pegada ninguna. Costa no tiene fuerza y la instrumentación es aburridísima, además por qué no decirlo sin ambages; la canción es mala.
"You Might Forget" suena acústica, orgánica, vibrante y levemente mística, muy propia del tercer álbum de Led Zeppelin y estoy convencido de que Chris Cornell habría vendido un riñón por haber llegado a capturar un sonido así en su flojito "Higher Truth" (2015) mientras que la jam convertida en canción que es "Sketch 9" sólo posee el aliciente de tener a Peter Frampton como invitado, algo que, por supuesto, no significa que la canción instrumental encuentre algo de dirección, sonando horriblemente dispersa y poco integradas las guitarras de Ten Commandos con la de Frampton. Como raquítica suena "Sporthalle" y ese arranque que parece más propio de una maqueta que de un álbum bien rematado. "Four on the Floor" y su riff gordo en su robo a mano armada a Josh Homme pero, como todo aquello que no es genuino y es tan sólo una imitación, carece de la chispa del original y, desde su ritmo ramplón e impropio de un músico con mayúsculas como Cameron a sus sosas guitarras, todo carece de ese algo tan necesario para que prenda.
"Aware" habría resultado en las voces de Layne Staley o Scott Weiland (e incluso del propio Cornell), aquí de lo único que es capaz es de producir desesperación alargándose inexplicablemente hasta los seis minutos y llegar a "Invisibility" con un buen slide y ecos lejanos -muy lejanos- de Soundgarden pero que tampoco son suficiente como para que queramos volver a escuchar el álbum o siquiera la canción de nuevo.
Un disco modesto y cuya popularidad se ha disparado por los nombres de los participantes que conforman una banda con obsolescencia programada desde la primera nota y que deberíamos entender como el pasatiempo de unos músicos que disfrutan tocando alejados de los focos de los grandes escenarios. Habría sido algo más que correcto con una producción más trabajada y menos bombo y platillo por parte de los medios pero también con mejores y más inspiradas canciones. Aceptable para alimentar la nostalgia de aquellos que vestíamos de franela en el instituto y llevábamos el diseño anatómico de una mujer alada en las camisetas, nada más...
© 2016 Jim Tonic