Por primera vez en mucho, mucho tiempo, he de confesar que me siento ligeramente confundido ante un álbum de Dream Theater y no porque no tenga claro sus luces y sus sombras sino porque me sorprende el paso que han dado con él. Como seguidores, quizá nunca nos hagamos a la idea de lo complicado y duro que seguramente fue la salida de Mike Portnoy de la banda más allá de los titulares y nuestra experiencia en sus conciertos o escuchando sus álbumes y tampoco nadie a estas alturas duda de la calidad de Mike Mangini o, más que nada, su papel en el seno del grupo; Mangini es diametralmente opuesto a Portnoy y si el fortísimo carácter de éste -también a veces conflictivo- era fuente inagotable de tensiones, Mangini -según sus compañeros- es la cara opuesta, algo que no me cuesta nada creer. Supongo que el batería acepta su papel pero también es verdad que con la salida de Portnoy, Dream Theater se dejó el valor (que cada cual lo sustituya por cojones, a su conveniencia) en la puerta del estudio. He crecido escuchando sus discos, les he visto incontables veces en directo y les tengo tanto cariño como si fuesen amigos míos, así acepto los defectos de Portnoy o LaBrie, igual que la discreción de Myung, la genialidad de Petrucci o la simpatía de Rudess pero mi opinión se ha convertido en una teoría por la cual vengo a explicar que el principal problema de muchas bandas son mismamente sus principales protagonistas y cada día surge alguna noticia o se publica un álbum que no hace sino asentarme en mi posición. No dudo que Portnoy sea difícil, toda una "prima donna" del prog, pero también que era puro carácter y desde su salida algo de ello se perdió por el camino y, aunque ser miembro de Dream Theater ahora sea más fácil que nunca y el ambiente que se respire sea de lo más amable, como banda han perdido algo que es imposible de explicar debido a su inmenso talento pero que cala a todos los niveles. Y es así, más allá de los errores de producción en un instrumento que desde la salida de Portnoy no ha tenido nunca más el mismo protagonismo, sonido y fuerza en estudio a pesar de que Mangini sea un músico extraordinario, cuando somos conscientes de que desde la marcha de uno de los miembros fundadores, parece que la banda se ha esforzado más que nunca en dar pasos que quizá debieran haber dado cuando Portnoy se sentaba todavía tras los parches, en un intento infantiloide por demostrar que siguen dando pasos a pesar de haber perdido por el camino, no sólo a un músico irrepetible que malgasta su talento en varios proyectos de segunda, sino también a un amigo.
En 2011, publican "A Dramatic Turn of Events", un buen disco en el que hay grandes ideas pero en el que uno siente que la mesa esta coja. La producción es irregular, la batería de Mangini por supuesto que suena pero no como debería y, aunque contiene buenas canciones, la sensación generalizada es agridulce. Para 2013, sin apenas descanso tras la gira, deciden publicar el homónimo "Dream Theater" como si éste fuese definitorio de su carrera y entidad como banda justo cuando falta Portnoy. Volvemos a estar ante un gran disco con excelentes momentos y composiciones más inspiradas que en el anterior, un pasito al frente porque la batería de Mangini suena mejor y se le siente más integrado como músico y seguramente como compositor a tenor de su contribución, pero no deja de ser un refrito de los mejores momentos de sus álbumes pasados. Como afirmé en el momento de su publicación: "es un disco de grandes éxitos en el que irónicamente todas las canciones son nuevas".
Y ahora, tres años después pero sabiendo que Petrucci lleva trabajando ya dos años en el álbum que nos ocupa, publican "The Astonishing", una ópera rock, un álbum doble o triple (dependiendo del formato) con treinta y cuatro canciones. Un proyecto faraónico si tenemos en cuenta que, aparte de todo lo mencionado, se plantean una gira mundial en la cual lo interpretarán en su totalidad ante un público que se enfrentará a las nuevas canciones por primera vez y la posibilidad de ser traducido a una película e incluso un musical. Para colmo, las referencias citadas como fuente de inspiración son, nada más y nada menos, que obras cumbres de la música popular como pueden ser "The Wall" (1979) de Pink Floyd o "Tommy" (1969) de The Who, logrando que me haya cuestionado este "The Astonishing" desde el primer segundo de escucha.
Es un álbum excesivamente largo, algo en lo que se nota la ambición de la banda, sin duda, pero deberíamos ser cautelosos con esa supuesta ambición para no confundirla con pretenciosidad porque treinta y cuatro canciones son demasiadas para una banda que no atraviesa precisamente su mejor momento y muchas de los cuales no son tal sino fragmentos, introducciones y pasajes claramente ideados para narrar la historia y que seguramente tengan mucho más sentido si los viésemos acompañados de imágenes o dentro del contexto de un musical en el cual el argumento posea el peso o el protagonismo que se merece. Por tanto, según vayamos escuchando "The Astonishing" tendremos la sensación de estar escuchando canciones y fragmentos de una banda sonora. Así pasa con "Descent Of The Nomacs", "The Answer" o "Whispers On The Wind" (ambas, canciones de menos de dos minutos y cuya finalidad es tan sólo la del tránsito entre una escena y otra, igual que la coral "Brother, Can You Hear Me?" o "The X Aspect"), "The Hovering Sojourn", "Digital Discord", "Machine Chatter", "Heaven's Cove" o "Power Down".
La batería de Mike Mangini sigue teniendo el mismo escaso protagonismo que en "A Dramatic Turn of Events" o "Dream Theater", dando la sensación de que aquella energía que se desprendía de la mágica unión entre Myung y un visceral Portnoy aquí se ha perdido por completo y son Petrucci y Rudess -como ellos mismos han confirmado en las últimas entrevistas- los que se han encargado del proceso de composición y esa inmersión en el proyecto es lo que les ha hecho olvidarse de saber afrontar "The Astonishing" como un todo, notándose esa visión parcial o con "orejeras" en la producción del álbum; la guitarra y el teclado -con todos sus arreglos y sintetizadores- son los que dominan la mezcla, quedando relegada la base rítmica a un segundo plano.
Otro asunto a tener en cuenta es la historia, si obras como "The Wall" o "Tommy" han llegado al corazón de millones de personas es porque, a pesar de sus peculiaridades, podemos hacerlas nuestras; nos cuentan hechos, nos hablan de emociones que podemos sentir como propias. "The Astonishing", por mucho que tenga cantidad personajes, cuenta una historia que desconcierta por lo poco elaborada, su escaso calado y lo pueril de su desarrollo y conclusión. Personalmente, estoy cansado de futuros distópicos en los que la individualidad y los valores propios del ser humano son un auténtico tesoro frente a la matemática y lógica sin emoción de las máquinas que, en la obra de Dream Theater, son capaces de hacer música. Creo -y no me equivoco- que después de 1976 es todo un insulto para nuestros oídos más progresivos que haya bandas que sigan tratando en sus obras a la música como un regalo por el que unos pocos y soñadores rebeldes han de luchar frente a un complejo entramado de intereses a manos de un imperio que nos la niega por no se sabe muy bien qué o así de poco claros se muestran Dream Theater en "The Astonishing", supongo que si finalmente se traduce en un musical o una película, terminaremos por digerir una historia que se hace desde ya intratable con momentos excesivamente edulcorados, forzados y de poca originalidad.
Pero no nos engañemos, también hay luces; la de cinco músicos soberbios que despliegan toda su inventiva (en especial Petrucci y Rudess, sin que esto sirva de crítica al resto) en canciones como "Dystopian Overture" o "The Gift Of Music" (quizá la peor del conjunto a pesar del estupendo trabajo de Petrucci). "Lord Nafaryus" es interesante por su toque marcial y la sobreproducción en los arreglos como "A Savior In The Square" es bonita en las manos de Petrucci o el cristalino piano de Jordan pero es jodidamente inofensiva, tanto como su hermana "When Your Time Has Come". "Act Of Faythe" resulta cinemática, en ella sentimos claramente que sin el acompañamiento de unas imágenes es como estar escuchando la banda sonora de una película y ha sido escrita para ello pero lo peor, sin duda, es que no acaba de despegar, todo lo contrario que "Three Days" en la que celebramos el carácter y fuerza, a pesar de estar desaparecido en combate el bajo de Myung, seguramente con Nafaryus…
También hay brillantez como en la guitarra acústica de "A Life Left Behind" y el piano de Rudess, el tono jazzy es magnífico y su introducción, hasta que entra la voz de LaBrie, nos demuestra cómo de fructífero ha sido el tiempo pasado componiendo entre el guitarrista y el pianista. Con "Ravenskill" y "Chosen" entramos en un valle dentro de la narración, en la primera parte del álbum, que se hace demasiado largo hasta que la tentación entra en escena con "A Tempting Offer" y Dream Theater descubren que también pueden recuperar algo de violencia, que para narrar una historia no hace falta hundirse en el terreno de la balada o medios tiempos anodinos. "A New Beginning" supone un soplo de aire fresco que agradeceremos, bebiendo de nuevo del prog setentero y del jazz, Myung y Mangini servirán de colchón para Rudess y los riffs sincopados de Petrucci. El único fallo que puedo ver en ella son los coros y, otra vez, el exceso de azúcar en el estribillo. "The Road To Revolution" cerrará con tintes épicos y ritmo trotón la primera parte de una historia en la que se supone que, tras mucho esfuerzo, llegamos a cierto clímax.
En este momento es imposible no planteárselo, ¿qué disco es mejor? Sin duda, el segundo por su coherencia que no por sus canciones escuchadas de manera individual. A pesar de que contenga esas luces y sombras propias de todo álbum doble o triple y que en "The Astonishing" -y más en concreto, su segunda parte- se agudizan. "2285 Entr'acte" pasa absurdamente del terreno más progresivo para convertirse en un collage de ideas mientras "Moment Of Betrayal" es de lo mejor que escucharemos en todo el álbum y servirá de punto de encuentro entre los fans más recientes, los sesudos y aburridos y los más metaleros, amigos de las emociones fuertes, gracias al riff grueso de Petrucci y su ritmo pesado con Mangini dándole al doble bombo. "Begin Again" es delicada y pinkfloydiana pero poco más, sin carácter y fuerza.
"The Path That Divides" es necesaria para el desarrollo de la historia y tanto Mangini como Petrucci están estupendos pero sobran por completo los efectos especiales que incluyen una lucha de espadas, como "Machine Chatter" es tan sólo la transición que antes decía y resulta absurda y kitsch por igual o "The Walking Shadow" es completamente prescindible con un minuto final vacío, así como "My Last Farewell es tan lánguida que cuando cambia de tercio hasta lo agradecemos. Sorprende que la última parte de "The Astonishing" sea, sin embargo, la más flojita con "Hymn Of A Thousand Voices" y esas palmas, ese momento folkie "en el que los rebeldes hacen una música sencilla y salida del corazón", la sosita "Our New World" o la pomposa "Astonishing" que cierra el álbum de manera exagerada y sobreproducida, con caída de telón incluída, alargando la tensión del final a lo largo de las últimas tres o cuatro canciones sin demasiado sentido.
Un álbum, a todos ojos, excesivo y al que no le habría venido mal el doble planteamiento de recortar y dejar fuera los pasajes más prescindibles como entrega discográfica para sí incluirlos como banda sonora del posible musical o película, un empacho que sólo seremos capaces de aprovechar los seguidores de la banda y que espantará a aquellos que busquen algo más inmediato y que no requiera tanta atención. Treinta y cuatro canciones de las cuales podemos extraer una decena que conformarían un álbum sólido pero con los mismo defectos de producción a cargo de Petrucci de los dos anteriores, un fuerte sentimiento de Déjà vu en muchos de sus desarrollos y un LaBrie que necesita volver a transmitir algo de pasión sin caer en los tópicos más sensiblones. Un cruce musical entre "Six Degrees of Inner Turbulence" (2002) y "Octavarium" (2005), con grandes minutos pero otros muy flojos, que decepciona por lo que podría haber sido si, en vez de tanta ambición, se hubiesen limitado a grabar un disco redondo. Repleto de talento pero lejos, muy lejos de su mejor momento y ellos mismos lo saben por mucho que lo quieran envolver de regalo.
© 2016 Conde Draco