Uno no puede sentir menos que pena por lo que este proyecto podría haber sido. No es que sea un fan reaccionario de ZZ Top incapaz de apreciar el esfuerzo de Gibbons y tan sólo sepa escuchar el blues y boogie electrificado que factura con Hill y Beard. Es más, no creo que nadie que de verdad escuche a ZZ Top sea tan cerrado como para no apreciar esa mezcla de culturas a las que siempre nos han tenido acostumbrados los tejanos. Mi verdadero problema con el disco de Billy Gibbons, "Perfectamundo", es tan sencillo que puede resumirse en una sola palabra; autotune. No entiendo que alguien como Gibbons, cuya principal característica, tanto en su manera de tocar la guitarra como de cantar, es precisamente el sabor de la experiencia, tenga que modular su voz con el dichoso autotune. Admito con gusto el spanglish desde hace mucho, me río de la mezcla de nachos y tequila, me gustan las guitarras de peluche, las Telecasters "bastardizadas o relicadas", el tabaco de mascar, las barbas, las boinas y de toda la mitología tejana, fronteriza y mejicana con que ZZ Top mezclan elegantemente sus fraseos blueseros herederos de Waters, King o Harpo e incluso de su deliciosa etapa de los ochenta en que mezclaron la electrónica más kitsch de la década con sus guitarras pero nunca, después de un álbum tan brillante como fue "La Futura" (2012) grabado con Rick Rubin, podía esperarme y mucho menos soportar escuchar la voz de Gibbons pasada por el dichoso filtro como si de Kanye West se tratase.
Las raíces de "Perfectamundo" tienen lugar en la invitación que recibió de su amigo Martin Guigui para actuar en el Festival de Jazz de La Habana el año pasado, Gibbons no pudo asistir pero se quedó en Houston investigando todos esos ritmos afro-cubanos que había estudiado hace muchos, muchos años, en Mahattan de la mano de Tito "Mambo King" Puente quien enseño a Gibbons todo el potencial que había en las congas, timbales y bongos de la música latina y así surge "Perfectamundo", grabado entre Houston, Los Angeles, Austin y, por increíble que pueda parecer, nuestra Pontevedra y producido por el propio Gibbons y Joe Hardy.
"Got Love If You Want It" se despliega exuberante gracias a esa percusión pero no es más que una revisión afro-cubanizada de "I Got Love If You Want It" de Slim Harpo con una guitarra realmente abrasiva y un acompañamiento de lujo, The BFG's son un grupo de amigos entre los que se encuentra el propio Guigui al piano y el B3, además de Mike Flanigan, el bajista Alex Garza (que también ayuda en las segundas voces), Greg Morrow a la batería, Gary Moon en las guitarras, el mismo productor, Hardy, quien ayuda con los bajos, coros y teclados, además del propio Gibbons que, además de cantar, se lanza como loco a la percusión. La parte instrumental funciona a la perfección, moviéndose como peces en el agua entre el jazz latino, el blues, el rock y esa base rítmica que le da un sabor muy diferente al álbum, dotándolo de ese elemento diferenciador que hace que la aventura cobre valor por lo difícil que supone salirse por la tangente de un grupo como ZZ Top y marcar una línea imaginaria de tiza entre su producción y este nuevo episodio de Gibbons. El single de presentación, "Treat Her Right" es una versión de Roy Head & The Traits a la que los ritmos latinos y un tempo más acelerado no sientan mal del todo pero, como el resto del álbum, no es suficiente como reclamo para llegar a este "Perfectamundo".
Las versiones libremente interpretadas adquieren una nueva dimensión e incluso en canciones como "You're What's Happenin', Baby" (en la que nos crea falsas expectativas con ese bonito slide lleno de sabor en su introducción) o "Quiero más dinero" con la ayuda Alx Guitarzza pueden tener su gracia pero el dichoso autotune está completamente fuera de lugar y, una vez más, arruina la experiencia. "Sal y Pimienta", como un restaurante de comida cubana, nos sumerge en esos ritmos cubanos tan divertidos que, a veces, parecen llegar al paroxismo más absoluto con las congas, las guitarras son estupendas y, por momentos, parece que estamos escuchando una mezcla de Calle 54, el mejor Santana de los setenta y el propio grupo de Gibbons, ZZ Top, pero en una canción como "Hombre Sin Nombre" el experimento se le va de las manos a Gibbons y pasamos de escuchar una versión del "Oye como va" a sentir una mezcla de vergüenza ajena y extrañeza por lo mucho que uno intenta y lo poco que llega a comprender de este "Perfectamundo". La poco resultona versión, y totalmente innecesaria a estas alturas, del "Baby Please Don't Go" de Lightnin' Hopkins o el supuesto homenaje a los Stones en "Piedras Negras" que, en sus primeros segundos, parece que se va a arrancar con un mestizo "Gimme Shelter" o la propia "Perfectamundo" en la que es capaz de mezclar, con desigual resultado, el rock, el jazz latino, la percusión cubana y el spanglish con el Hip hop, son las evidencias del naufragio de Gibbons y una receta que, de tan sabrosa que resulta, empacha y se repite a lo largo de las once canciones que componen el disco.
Y, para rematar la jugada, "Q-Vo", tema casi instrumental en el que se nos demuestra lo bien que a veces sienta algo de mesura, además de lo prescindible que ha sido el autotune durante todo el álbum. Vuelvo a pincharlo una y otra vez y, quizá por formación o mi gusto por los discos de ZZ Top, creo verle más virtudes y nuevos matices allí donde antes sólo creía escuchar incontención creativa y me pregunto si esta sensación que estoy experimentando cuando escucho "Perfectamundo" es la misma que sintieron nuestros padres cuando escucharon, por primera vez, "Eliminator" (1983) o "Afterburner" (1985) y soy tan intransigente como aquellos que llamaban traidores a Gibbons y Hill por haberse lanzado al mundo de los sintetizadores y haber abandonado el blues tejano puro y duro de carretera. Admito que en "Perfectamundo" hay talento a raudales y la idea es tan loca como brillante pero también que el infierno está empedrado de buenas intenciones y no todas las locuras son geniales...
© 2015 Jim Tonic