SETLIST: Stormbringer (Deep Purple)/ Orion/ Way Back to the Bone (Trapeze)/ First Step of Love (Hughes/Thrall)/ Touch My Life (Trapeze)/ Sail Away (Deep Purple)/ Good to Be Bad (Whitesnake)/ Guitar Solo (Doug Aldrich)/ Mistreated (Deep Purple)/ Can't Stop the Flood/ One Last Soul (Black Country Communion)/ Soul Mover/ Black Country (Black Country Communion)/ Burn (Deep Purple)/
Pobres de aquellos que la noche del diez de octubre no estuvieran en Madrid (o el viernes anterior en Bilbao) porque los que vimos a Glenn Hughes a un palmo de nuestras narices, junto al mítico Doug Aldrich y Pontus Engborg, interpretando un repertorio entre lo mítico (Deep Purple y Trapeze) y lo efectista (Whitesnake/ Black Country Communion) con una entrega absoluta, poseído y como si, a sus sesenta y tres años, hubiese hecho un pacto con el diablo o con Dio -vete tú a saber- ante una sala a reventar, con una respuesta tan entusiasta del público que, en pleno mes de octubre, convirtió el interior en un auténtico horno, en el cuarenta aniversario de "Come Taste The Band" (1975) de Deep Purple, nunca podremos olvidar lo que sentimos. Es cierto que Hughes es un bocazas (y él lo sabe), que es un tipo polémico porque no se calla una pero es que hay personas que nacen con un don y él es una estrella que acapara todas las miradas y le gusta, es un animal escénico que devora desde la primera hasta la última fila, pero eso no sería suficiente aval si no fuese porque es un auténtico genio; tanto en solitario como con Purple, Trapeze, Iommi, Moore o escoltado por Bonamassa en Black Country Communion. Hablar de Hughes es hacerlo en el nombre del rock con mayúsculas, un tipo que está viviendo una segunda o tercera juventud y que, tópicos aparte, en este caso es cierto cuando le vemos partirse la espalda en el escenario o llegar a unos agudos imposibles después de haberse dejado la voz segundos antes.
La noche comenzaba caliente con Jared James Nichols y una actuación llena de energía y blues abrasivo mezclado con hard rock y mucha, mucha entrega. Jared es un guitarrista de nervio, impulsivo pero con buen gusto que no duda en ganarse al público mientras disfruta totalmente inmerso en sus canciones. Con un disco aún caliente bajo el brazo, "Old Glory and the Wild Revival" en el que basó principalmente su actuación, abriendo con "Blackfoot" y "Get Down" pero también la versión de Robert Johnson "Come On In My Kitchen" y cerrando con "Mississippi Queen". Para colmo, demostró que su honestidad no sólo está sobre las tablas sino que se paseó por toda la sala y derrochó simpatía con todo aquel que se quiso acercar e incluso se dedicó a firmar discos con la mejor de las sonrisas. Personalmente, cada vez valoro más la cercanía y amabilidad de los artistas que no dudan en encontrarse con su público, se muestran agradecidos y conectan no sólo desde el escenario.
No puedo negar que Doug Aldrich siempre me ha caído bien, me parece un guitarrista correcto pero con mucho sentimiento y he tenido la oportunidad de verle muchas veces en directo con lo que, antes de que saltase al escenario, sabía que verle junto a Hughes sería sinónimo de fuerza y así fue desde el primer segundo y "Stormbringer" de Purple u "Orion" (del disco "Soul Mover", del 2005), Joakim "JJ" Marsh es un gran guitarrista pero prefiero el toque de Aldrich y, más aún, en directo. Y ya comenzamos a darnos cuenta todos allí de que Hughes está en plena forma y su garganta aún más (¿cómo es posible que alcance esas notas tan altas sin apenas esfuerzo?), se le ve y siente pleno, "Way Back To The Bone" es alargada hasta forzar la máquina y en "Sail Away" de Deep Purple nos termina por noquear.
Entre canción y canción disfruta contando anécdotas y nos asegura que no quiere hablar demasiado, quiere que la música sea la que hable por él pero le cuesta callarse y se le nota emocionado y entregado; "os aseguro que ahora mismo sois lo que más me importa, mañana no lo sé pero ahora mismo, en este preciso instante, estoy plenamente concentrado en vosotros esta noche" y la sala rompe en un aplauso que parece ahogar la guitarra de Aldrich. Tras "Good To Be Bad" llega el solo de guitarra mientras vemos como Hughes, desde un lateral del escenario se muere de ganas por volver a entrar y así ocurre, suena "Mistreated" de Purple y es cantada por todo el público, Hughes la disfruta y junto a Doug y Pontus es alargada hasta el paroxismo, más de diez minutos (¿o fueron quince?) de exorcismo "purpleiano" con un desarrollo central instrumental mágico y Glenn haciéndonos callar antes de entonar el último falsete y ese "I've been losing myyyyyyyyy mind" que nos heló a todos la sangre.
El momento de Pontus se ve ligeramente eclipsado con Doug en una jam magnífica y Glenn de nuevo, en el lateral izquierdo, refrescándose con agua y deseando entrar como un púgil queriendo pisar la lona de nuevo. La recta final del concierto es igual de intensa y apabullante con "One Last Soul" de los difuntos Black Country Communion (qué exageradamente bueno era su primer disco del 2010 y qué pena cómo fueron perdiendo gas poco a poco…), una vibrante "Soul Mover" con Hughes pidiendo palmas, "Black Country" y la incendiaria "Burn" de Purple sonando más revolucionada que de costumbre y todo el escenario teñido de rojo.
He podido ver a Deep Purple con Jon Lord y sin él, he disfrutado de Hughes y Bonamassa, de David Coverdale cantando con sus Whitesnake canciones como "Burn" o "Mistreated" pero nunca olvidaré esta última visita de Hughes que prometió volver el año que viene y, si Dios quiere, aquí le esperaremos. Pobres de aquellos que no se acercasen a ninguna de las dos citas de Glenn Hughes en nuestro país porque habrían tenido la oportunidad de constatar que es un genio con un talento inagotable, un bajista lleno de energía con un pasado glorioso y un presente que ya quisieran muchos otros. A la salida, un par de amigos se decían; "Pero, ¿le has visto, le has visto?" En efecto, Hughes no puede ser humano...
La noche comenzaba caliente con Jared James Nichols y una actuación llena de energía y blues abrasivo mezclado con hard rock y mucha, mucha entrega. Jared es un guitarrista de nervio, impulsivo pero con buen gusto que no duda en ganarse al público mientras disfruta totalmente inmerso en sus canciones. Con un disco aún caliente bajo el brazo, "Old Glory and the Wild Revival" en el que basó principalmente su actuación, abriendo con "Blackfoot" y "Get Down" pero también la versión de Robert Johnson "Come On In My Kitchen" y cerrando con "Mississippi Queen". Para colmo, demostró que su honestidad no sólo está sobre las tablas sino que se paseó por toda la sala y derrochó simpatía con todo aquel que se quiso acercar e incluso se dedicó a firmar discos con la mejor de las sonrisas. Personalmente, cada vez valoro más la cercanía y amabilidad de los artistas que no dudan en encontrarse con su público, se muestran agradecidos y conectan no sólo desde el escenario.
No puedo negar que Doug Aldrich siempre me ha caído bien, me parece un guitarrista correcto pero con mucho sentimiento y he tenido la oportunidad de verle muchas veces en directo con lo que, antes de que saltase al escenario, sabía que verle junto a Hughes sería sinónimo de fuerza y así fue desde el primer segundo y "Stormbringer" de Purple u "Orion" (del disco "Soul Mover", del 2005), Joakim "JJ" Marsh es un gran guitarrista pero prefiero el toque de Aldrich y, más aún, en directo. Y ya comenzamos a darnos cuenta todos allí de que Hughes está en plena forma y su garganta aún más (¿cómo es posible que alcance esas notas tan altas sin apenas esfuerzo?), se le ve y siente pleno, "Way Back To The Bone" es alargada hasta forzar la máquina y en "Sail Away" de Deep Purple nos termina por noquear.
Entre canción y canción disfruta contando anécdotas y nos asegura que no quiere hablar demasiado, quiere que la música sea la que hable por él pero le cuesta callarse y se le nota emocionado y entregado; "os aseguro que ahora mismo sois lo que más me importa, mañana no lo sé pero ahora mismo, en este preciso instante, estoy plenamente concentrado en vosotros esta noche" y la sala rompe en un aplauso que parece ahogar la guitarra de Aldrich. Tras "Good To Be Bad" llega el solo de guitarra mientras vemos como Hughes, desde un lateral del escenario se muere de ganas por volver a entrar y así ocurre, suena "Mistreated" de Purple y es cantada por todo el público, Hughes la disfruta y junto a Doug y Pontus es alargada hasta el paroxismo, más de diez minutos (¿o fueron quince?) de exorcismo "purpleiano" con un desarrollo central instrumental mágico y Glenn haciéndonos callar antes de entonar el último falsete y ese "I've been losing myyyyyyyyy mind" que nos heló a todos la sangre.
El momento de Pontus se ve ligeramente eclipsado con Doug en una jam magnífica y Glenn de nuevo, en el lateral izquierdo, refrescándose con agua y deseando entrar como un púgil queriendo pisar la lona de nuevo. La recta final del concierto es igual de intensa y apabullante con "One Last Soul" de los difuntos Black Country Communion (qué exageradamente bueno era su primer disco del 2010 y qué pena cómo fueron perdiendo gas poco a poco…), una vibrante "Soul Mover" con Hughes pidiendo palmas, "Black Country" y la incendiaria "Burn" de Purple sonando más revolucionada que de costumbre y todo el escenario teñido de rojo.
He podido ver a Deep Purple con Jon Lord y sin él, he disfrutado de Hughes y Bonamassa, de David Coverdale cantando con sus Whitesnake canciones como "Burn" o "Mistreated" pero nunca olvidaré esta última visita de Hughes que prometió volver el año que viene y, si Dios quiere, aquí le esperaremos. Pobres de aquellos que no se acercasen a ninguna de las dos citas de Glenn Hughes en nuestro país porque habrían tenido la oportunidad de constatar que es un genio con un talento inagotable, un bajista lleno de energía con un pasado glorioso y un presente que ya quisieran muchos otros. A la salida, un par de amigos se decían; "Pero, ¿le has visto, le has visto?" En efecto, Hughes no puede ser humano...
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