Con los discos de David Gilmour y Roger Waters en solitario siempre me ha ocurrido lo mismo que con los de Paul McCartney y John Lennon. Macca y su falta de contención y exceso de edulcorante en algunos momentos necesitaba el humor cáustico, la mala leche y el rock de John pero éste, tan arty y experimental en ocasiones, necesitaba de los momentos más poppies de Paul; eran la cara y la cruz de la misma moneda y se necesitaban para tocar el cielo (sin menospreciar, por supuesto, a George Harrison) y con Gilmour y Waters me ocurre lo mismo; me gustan ambos por igual, adoro Pink Floyd y sus discos en solitario pero eso no quiere decir que ambos tengan momentos francamente aborrecibles. El primer disco de Gilmour, el homónimo "David Gilmour" del 78, es una maravilla pero, a partir de ahí, su carrera ha sido descendente a excepción del de 2006. "About A Face" (1984) alberga alguna canción pero resulta flojo, "On An Island" (2006) es un inspiradísimo regreso pero, en contra, este "Rattle That Lock" promete más de lo que ofrece. Por otra parte, la carrera de Waters en solitario es igual de errática (si no somos tan fundamentalistas como muchos fanáticos del bajista que cuentan "The Wall" y "The Final Cut" como sus dos primeros álbumes, con toda la razón y no sabiendo si es tan buen aval el del 83 como para reclamarlo a su favor), "The Pros and Cons of Hitch Hiking" (1984) es un buen disco pero Radio K•A•O•S" (1987) pincha, allá donde "Amused to Death" (1992) lo vuelve a situar en el Olimpo. ¿Alguien se imagina lo que hubiese resultado de la unión de "The Pros and Cons of Hitch Hiking" o "Amused to Death" con discos como "David Gilmour", "On An Island" o "Rattle That Lock"? La fortísima personalidad de Waters necesita de la amabilidad de Gilmour, la voz más reaccionaría necesita la melódica y ese bajo rimbombante necesita la Black Strat, de eso no hay duda…
Gilmour es un tipo simpático que cae bien simplemente con su sonrisa y se ha ganado el corazón de millones de personas que hemos crecido escuchándole. Él y su mujer, la novelista Polly Samson, hacen una pareja adorable en la que se siente que hay una colaboración musical sincera y así se explica en el documental que acompaña a la preciosa edición deluxe de "Rattle That Lock" en la cual, Gilmour, nos tiene auténticamente ganados desde el momento en que vemos fotos suyas en blanco y negro con la famosa Stratocaster negra y, para colmo, nos regala una púa pero pasado el subidón pinkfloydiano de tener nuevo material de Gilmour entre las manos, la verdad es que el disco es inconsistente y resulta intrascendente cuando se insiste en él. Producido por el sospechoso habitual, Phil Manzanera (ex-Roxy Music), y grabado en cuatro estudios diferentes; desde el flotante Astoria hasta los Abbey Road, "Rattle That Lock" suena tan espectacular como luce. Es un auténtico festín para los sentidos con una nómina de músicos invitados que puede llegar a abrumar tanto como pasar inadvertida por el buen gusto de sus colaboraciones, siempre al servicio de las canciones, pero es en éstas, precisamente, donde "Rattle That Lock" fracasa. No sé si es el orden, la falta de cohesión musical, el momento jazzy de "The Girl In The Yellow Dress" -que suena auténtico pero rompe por inesperado- o el poco carácter del resto de composiciones pero comparado con "David Gilmour" u "On An Island", "Rattle That Lock" se convierte en el patito feo de su discografía; lo que pudo haber sido y se ha quedado en nada.
Está claro que es pinchar "5 A.M." y sentir placer al escuchar su guitarra; en esos tres minutos están contenidos todo lo que amamos de Gilmour; el teclado, las acústicas y, sobre todo, la Strato y los recursos expresivos -además de efectos- del guitarrista de Pink Floyd. Suena bonita y es una introducción perfecta al disco y el single, el cual se construye a partir de la sintonía o jingle de la megafonía ferroviaria francesa -como explica Gilmour en el documental-, es el momento de mayor intensidad de todo el álbum y eso es decir mucho y poco a la vez de él. Apoyando su voz en el coro y su guitarra sobre el bajo de Guy Pratt, con un estupendo video animado con la mano de Aubrey Powell de Hipgnosis tras él y la inspiración, como dice Polly, en "El paraíso perdido" de Milton, "Rattle That Lock" suena poderosa y exuberante pero ese clímax al que llegamos pronto se ve interrumpido por la emocional, y a la vez tierna, "Faces Of Stone" en la que recupera recuerdos de su madre pero, aunque bonita, el bajón es considerable y la acordeón termina por rematar el descenso cuesta abajo y sin frenos.
Siendo consciente de ello, cualquier artista nos habría querido sacar del atolladero pero Gilmour nos hunde aún más con "A Boat Lies Waiting" (y el fantasma de Richard Wright de nuevo presente) en la que salvamos la bonita melodía de piano de Roger Eno (hermano del extraterrestre Brian) y las voces de David Crosby y Graham Nash por las que no parece pasar el tiempo. La guitarra de "Dancing Right In Front Of Me" es espectacular pero estamos sofocados en un regusto jazzy que no nos hace recuperar el vuelo del albatros de "Rattle That Lock" y la orquestación de Preisner nos hace olvidarnos de que Gilmour es fundamentalmente un guitarrista para sentirle en esta "Dancing Right In Front Of Me" como un crooner. El ritmo pastoso de "In Any Tongue" se salva por la intensidad que David le imprime a la voz y su pronunciación (como cuando pide a Dios que ayude a su hijo o asegura que no hay azúcar suficiente para endulzar su café), en ella escuchamos a Gabriel Gilmour y el estallido en el estribillo hace subir la tensión ligeramente pero de nuevo esa orquestación y ese ritmo cansado evitan que el álbum tome fuerza de ninguna de las maneras. En "Beauty" tenemos al guitarrista de jazz Parricelli y al saxofonista Colin Stetson (conocido por todos nosotros por su trabajo en directo con Arcade Fire) y con semejantes invitados ya podemos ir imaginando los derroteros que tomará una canción que parece más un divertimento o una improvisación completamente instrumental que únicamente se salva gracias a su slide y el riff que nos recordará, inequívocamente, a Pink Floyd.
No tengo ningún problema con el jazz, es más; últimamente escucho más a Coltrane o Mingus que a cualquier grupo actual, el inconveniente es que una canción como "The Girl In The Yellow Dress" descoloca demasiado en un disco de Gilmour. No es que él no sea capaz, como ejercicio es divertida, derrocha clase y suena bien pero rompe el tono general del álbum. Jools Holland, como siempre, está soberbio, Chris Laurence al contrabajo y mi favorito y querido Robert Wyatt (al que no me cansaré de reivindicar) es un lujo pero no es lo que espero a estas alturas. La coral "Today" con Polly Samson incluida, la voz de Louise Marshall y los pianos eléctricos, con un poquito de funk, de Jon Carin y Mike Rowe son de lo mejor de la segunda parte de "Rattle That Lock" y el broche final que es la bonita y sentida "And Then…" con el inconfundible sonido de la pastilla del mástil y ese poquito de reverb y delay hacen que uno abandone el disco con mejor gusto del bocado que se atragantó allá por la mitad pero con la sensación de no habernos dejado todo lo satisfechos que podría.
Bien pensado, quizá somos nosotros los que nos estamos complicando demasiado depositando demasiadas expectativas en un "Rattle That Lock" que seguramente no esté grabado con la intención de un disco de rock al uso, sino el entretenimiento de un músico inimitable, un guitarrista con un sonido inconfundible y lleno de personalidad que disfruta de su estudio flotante, su mujer y sus amigos sin ninguna otra pretensión que pasar un buen rato y cuya única rémora es haber sido parte de uno de los mejores grupos de la historia. Ya quisieran muchos...
Gilmour es un tipo simpático que cae bien simplemente con su sonrisa y se ha ganado el corazón de millones de personas que hemos crecido escuchándole. Él y su mujer, la novelista Polly Samson, hacen una pareja adorable en la que se siente que hay una colaboración musical sincera y así se explica en el documental que acompaña a la preciosa edición deluxe de "Rattle That Lock" en la cual, Gilmour, nos tiene auténticamente ganados desde el momento en que vemos fotos suyas en blanco y negro con la famosa Stratocaster negra y, para colmo, nos regala una púa pero pasado el subidón pinkfloydiano de tener nuevo material de Gilmour entre las manos, la verdad es que el disco es inconsistente y resulta intrascendente cuando se insiste en él. Producido por el sospechoso habitual, Phil Manzanera (ex-Roxy Music), y grabado en cuatro estudios diferentes; desde el flotante Astoria hasta los Abbey Road, "Rattle That Lock" suena tan espectacular como luce. Es un auténtico festín para los sentidos con una nómina de músicos invitados que puede llegar a abrumar tanto como pasar inadvertida por el buen gusto de sus colaboraciones, siempre al servicio de las canciones, pero es en éstas, precisamente, donde "Rattle That Lock" fracasa. No sé si es el orden, la falta de cohesión musical, el momento jazzy de "The Girl In The Yellow Dress" -que suena auténtico pero rompe por inesperado- o el poco carácter del resto de composiciones pero comparado con "David Gilmour" u "On An Island", "Rattle That Lock" se convierte en el patito feo de su discografía; lo que pudo haber sido y se ha quedado en nada.
Está claro que es pinchar "5 A.M." y sentir placer al escuchar su guitarra; en esos tres minutos están contenidos todo lo que amamos de Gilmour; el teclado, las acústicas y, sobre todo, la Strato y los recursos expresivos -además de efectos- del guitarrista de Pink Floyd. Suena bonita y es una introducción perfecta al disco y el single, el cual se construye a partir de la sintonía o jingle de la megafonía ferroviaria francesa -como explica Gilmour en el documental-, es el momento de mayor intensidad de todo el álbum y eso es decir mucho y poco a la vez de él. Apoyando su voz en el coro y su guitarra sobre el bajo de Guy Pratt, con un estupendo video animado con la mano de Aubrey Powell de Hipgnosis tras él y la inspiración, como dice Polly, en "El paraíso perdido" de Milton, "Rattle That Lock" suena poderosa y exuberante pero ese clímax al que llegamos pronto se ve interrumpido por la emocional, y a la vez tierna, "Faces Of Stone" en la que recupera recuerdos de su madre pero, aunque bonita, el bajón es considerable y la acordeón termina por rematar el descenso cuesta abajo y sin frenos.
Siendo consciente de ello, cualquier artista nos habría querido sacar del atolladero pero Gilmour nos hunde aún más con "A Boat Lies Waiting" (y el fantasma de Richard Wright de nuevo presente) en la que salvamos la bonita melodía de piano de Roger Eno (hermano del extraterrestre Brian) y las voces de David Crosby y Graham Nash por las que no parece pasar el tiempo. La guitarra de "Dancing Right In Front Of Me" es espectacular pero estamos sofocados en un regusto jazzy que no nos hace recuperar el vuelo del albatros de "Rattle That Lock" y la orquestación de Preisner nos hace olvidarnos de que Gilmour es fundamentalmente un guitarrista para sentirle en esta "Dancing Right In Front Of Me" como un crooner. El ritmo pastoso de "In Any Tongue" se salva por la intensidad que David le imprime a la voz y su pronunciación (como cuando pide a Dios que ayude a su hijo o asegura que no hay azúcar suficiente para endulzar su café), en ella escuchamos a Gabriel Gilmour y el estallido en el estribillo hace subir la tensión ligeramente pero de nuevo esa orquestación y ese ritmo cansado evitan que el álbum tome fuerza de ninguna de las maneras. En "Beauty" tenemos al guitarrista de jazz Parricelli y al saxofonista Colin Stetson (conocido por todos nosotros por su trabajo en directo con Arcade Fire) y con semejantes invitados ya podemos ir imaginando los derroteros que tomará una canción que parece más un divertimento o una improvisación completamente instrumental que únicamente se salva gracias a su slide y el riff que nos recordará, inequívocamente, a Pink Floyd.
No tengo ningún problema con el jazz, es más; últimamente escucho más a Coltrane o Mingus que a cualquier grupo actual, el inconveniente es que una canción como "The Girl In The Yellow Dress" descoloca demasiado en un disco de Gilmour. No es que él no sea capaz, como ejercicio es divertida, derrocha clase y suena bien pero rompe el tono general del álbum. Jools Holland, como siempre, está soberbio, Chris Laurence al contrabajo y mi favorito y querido Robert Wyatt (al que no me cansaré de reivindicar) es un lujo pero no es lo que espero a estas alturas. La coral "Today" con Polly Samson incluida, la voz de Louise Marshall y los pianos eléctricos, con un poquito de funk, de Jon Carin y Mike Rowe son de lo mejor de la segunda parte de "Rattle That Lock" y el broche final que es la bonita y sentida "And Then…" con el inconfundible sonido de la pastilla del mástil y ese poquito de reverb y delay hacen que uno abandone el disco con mejor gusto del bocado que se atragantó allá por la mitad pero con la sensación de no habernos dejado todo lo satisfechos que podría.
Bien pensado, quizá somos nosotros los que nos estamos complicando demasiado depositando demasiadas expectativas en un "Rattle That Lock" que seguramente no esté grabado con la intención de un disco de rock al uso, sino el entretenimiento de un músico inimitable, un guitarrista con un sonido inconfundible y lleno de personalidad que disfruta de su estudio flotante, su mujer y sus amigos sin ninguna otra pretensión que pasar un buen rato y cuya única rémora es haber sido parte de uno de los mejores grupos de la historia. Ya quisieran muchos...
© 2015 Jim Tonic